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Copa América, en el Mapocho

Brasil, Venezuela y las ballenas... Getty Images

RÍO MAPOCHO - Los picos de la Cordillera de Los Andes, aparecieron de golpe por la ventana de mi cuarto, en el conventillo donde vivo con mi novia Idalina. ¿Qué pasa? Estamos yendo hacia Santiago de Chile, me responde ella. Pero, estamos volando muy bajo, vamos a chocar, le digo. No te preocupes, ahora subimos. E Idalina tocó un botón y el conventillo levantó altura y pasó raspando esos picos congelados.

Apretó otro botón y el conventillo de cinco pisos de altura, descendió en picada, en estilo desbarrancadero, bordeando las laderas de la Cordillera. ¡Qué espectáculo! ¡Santiago es un valle, entre las montañas!

A los lejos, debajo del horizonte, divisamos a la ciudad que se levantaba imponente, con sus edificios, sus catedrales, sus poderosas iglesias.

-¿Qué nos pasa? ¿Y ahora a donde nos dirigimos?, le pregunté a Idalina.

- Al estadio de Santiago, Cucu. Vamos a ver un partido de fútbol.

- Uy, exclamé, otra vez Brasil. No me gusta ver a Brasil porque lo considero un equipo insoportable, sin juego, con un técnico apático y sin Neymar...

- Ey, Cucu, pero juega la Vino Tinto, la gran selección representante del Caribe, me dice Idalina.

Mi novia mulata, tenía razón, jugaba un equipo serio, ante el cual hay que sacarse el sombrero. Yo estaba de acuerdo que la selección venezolana era la mejor. Pero debía ganarle a la peor. Y la peor era nada más, ni nada menos, que Brasil.

El conventillo cayó de golpe sobre el Río Mapocho. ¡Nos quedamos sin gasolina!, gritaron algunos.

La nave proletaria, comenzó a flotar por el Mapocho, sin poder entrar en contacto con la sociedad, los chilenos nos miraban desde la tierra. ¿Qué hacemos?

De pronto, vimos que enfrente del gran Edificio del Barolo, junto a la Plaza Italia, había una pantalla gigante y decidimos ver un partidazo, discutiendo, peleando por ver quien ganaba. En medio del río Mapocho apareció una ballena que se nos acercó con pretensiones violentas.

Nos habló:

- ¡Como me gustaría ser humano para jugar al fútbol!

- Pero, ¡como! ¿Las ballenas no juegan?

- ¡No! Ojalá pudiéramos jugar con Messi, aunque sea una sola vez en la vida.

- Pero, chica, las ballenas son ballenas y los humanos humanos...

Fue entonces que la ballena comenzó a llorar desesperadamente. No entendíamos nada. Parecía que era una ballena venezolana, caribeña, amante del fútbol. No supimos qué hacer. Juntamos las pocas hamburguesas que teníamos y se la dimos, pero fue un bocado para ella.

Las lágrimas de la ballena comenzaron a levantar el borde del río y un conjunto de olas de lágrimas nos empujó río abajo, vaya a saber a dónde.

Y en eso estamos, no hay dolor mas grande que el de un hincha ballena. Por eso, a veces al fútbol hay que esconderlo en presencia de los animales, porque se hacen fanáticos y ocurren desastres como este.