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El día después de Carlitos

VIÑA DEL MAR (Enviado especial) -- El día después de haberle dado a Argentina el pase a semis de la Copa América, seguramente Carlos Tevez se despertó con un semblante distinto. Tal vez un poco más aliviado.

En la práctica que llevó a cabo el plantel en el Centro Deportivo Everton, Carlitos jugó en el fútbol reducido de los suplentes para los de pechera amarilla, junto a Roncaglia, Gago, Pereyra, Lamela y un arquero rotativo.

En los mini partidos entre tres equipos de seis contra seis, el flamante delantero de Boca se paró generalmente en el fondo para iniciar las jugadas, con dos toques como máximo.

Unas horas antes, cuando Murillo tiró su penal a las nubes, pidió la pelota y se hizo cargo del 14to. penal de la serie. Con su derechazo infló la red y generó la locura albiceleste. Y de pasó se sacó una espina, sorprendiendo al propio Gerardo Martino.

"No lo puse en la lista de los primeros cinco pateadores porque había errado en la última eliminación de la Copa. Tratamos de evitar que pateara, pero dimos tantas vueltas que terminó pateando él. Por suerte lo metió y van a hablar de revancha", confesó el Tata en la conferencia posterior al partido del Sausalito.

Hoy, consumada esa revancha, toman mayor dimensión sus palabras de septiembre de 2011, cuando la herida por el penal errado en la definición ante Uruguay seguía latente.

"Se me vino el mundo abajo. Me deprimí, llegué a subir seis kilos. No soy la mierda que dicen que soy. Jugar en la Selección argentina hoy te quita prestigio".

Desde aquel 16 de julio de 2011, Carlitos no volvió a vestir la celeste y blanca en los siguientes tres años. Alejandro Sabella no lo citó en todo su ciclo y se perdió el Mundial 2014. Hasta que Gerardo Martino le abrió la puerta.

En el reducido del sábado jugó enchufado, como siempre. Asistió a Lamela, le hizo un gol a Guzmán y engañó al arquero al dejar pasar una pelota que terminó dentro del arco.

Se lo notó contento, participativo. Debe desear que sea el inicio de algo importante con la Selección.

Tuvo que esperar cuatro años para sacarse una mochila. Una vez más quedó demostrado que el fútbol siempre da revancha.