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Carlos Tevez vuelve

BUENOS AIRES -- De pronto, el conventillo se volvió a sacudir, todos nos quedamos mirándonos y nos aferramos a las paredes. Acabábamos de regresar de un viaje infinito por todo Chile y el conventillo se volvió a elevar. ¡Justo en el momento en que estábamos mirando la televisión!

Creí que los viajes se acababan, que al fin podríamos quedarnos fijos en un lugar, descansando. Al fin de cuentas, ya rondábamos todos los 40 años y queríamos paz. Pero no. Otra vez a volar y ahora sí, con rumbo incierto.

Nunca supimos bien qué energía o que extraño sujeto mueve los hilos que generan que el conventillo se mueva para uno y otro lado. Lo cierto es que ya estamos a la altura de las estrellas, soñando con un destino mejor.

Ahora estamos atravesando el barrio de Congreso, sobre las cúpulas lindas y blancas. Unos murciélagos nos saludan con los ojos rojizos. ¿A dónde vamos? Atravesamos la Avenida Belgrano, sin rumbo fijo, muertos de miedo. Ahora vemos la Facultad de Ingeniería y nos dirigimos volando bajo, por la Avenida Alem...

“¿A dónde nos dirigimos, Conventillo querido?”, se nos ocurrió decir entre cumbias y cuartetazos. Muchos habitantes de este conventillo de cinco pisos, con grandes balcones y techos de chapa, son oriundos de la República Dominicana, por lo cual toda movida futbolera los aburre.

“Vamos a la Bombonera a esperar a Carlitos Tevez”, nos contestó el conventillo. Esto ya era el colmo, una situación poco creíble pero real. No sólo este conventillo volaba sino que ahora también hablaba.

Idalina, mi amiga dominicana, se mostró excitada y sorprendida. “Amo a Tevez, Cucu, vos lo sabés bien”, me gusta que es humilde y no es un agrandado para nada. Además es un súper jugador”.

A los pocos metros vimos el imponente estadio de Boca Juniors y a Carlitos Tevez dentro de la cancha, entrenando solo. Daba vueltas alrededor de la línea divisoria del pasto.

Comenzamos a gritarle:

- Carlitos, Carlitos, estás feliz de volver a Boca...

Carlitos dejó de correr, levantó los brazos y tomó aire.

- Es el momento más feliz de mi vida... Poder terminar mi carrera en Boca, volver a ponerme la camiseta es algo que no tiene precio...

Y ya era todo lo que queríamos escuchar. Tal parecía, porque justo en ese momento el conventillo despegó hacia arriba dando grandes sacudidas que intuimos significaban el triunfo de nuestro viaje. Oír esas palabras de Carlitos Tevez, nos llenó de felicidad y mucha tranquilidad.

Ya no teníamos dudas de que Boca Juniors comenzaba una etapa nueva en su historia, teniendo un equipo que jugaría exclusivamente en torno al jugador más grande que dio la historia, el que muchos adoptamos con el apodo de Jugador del Pueblo.

No es lo mismo, Boca con Tevez que sin él. El conventillo, lo sabe. Y por eso agita sus chapas en el cielo de La Boca, muerto de alegría, feliz de contento. Como cada hincha de Boca y de otros clubes, nos alegramos de que Carlitos vuelva a pisar canchas argentinas. ¡Tan bien le hace esto al fútbol!