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México y los dos extremos de la alberca

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TORONTO -- Toronto 2015 será uno de los mejores indicativos de que los deportes acuáticos mexicanos habitan en lados diferentes de la misma alberca.

Por un lado, los clavados volvieron a demostrar su salud: los cinco oros que se ganaron en el Centro Panamericano dejan claro que México es el gran dominador de la disciplina a nivel continental, sobre todo si se piensa que ha sumado 13 de los últimos 16 oros que se han puesto en disputa desde el trampolín y la plataforma.

Ese es el lado exitoso. En el extremo opuesto se encuentra la natación, un deporte en el que México se encuentra estancado desde hace muchos años. Competirá en Toronto con la intención de que sus participantes alcancen una final y, en el caso más adelantado, puedan arañar un bronce. Pero el atraso no es la culpa de los atletas.

Ambos deportes han tenido un desarrollo muy diferente en México, que puede observarse en la realidad actual. Los clavados actuales son hijos de un círculo virtuoso que empezó a trazarse cuando Joaquín Capilla obtuvo cuatro medallas olímpicas a mediados del siglo pasado.

El entrenador de Capilla, Mario Tovar, empezó a pasar la fórmula del éxito a entrenadores jóvenes, entre los que se destacó Jorge Rueda. Y así continuaron las medallas mundiales y olímpicas.

El mismo Rueda ha aceptado que la llamada escuela mexicana de clavados (Sí, con minúsculas, porque no existe formalmente) se ha construido a partir del empirismo. De hombres y mujeres que han entendido de técnica sin que haya cuadernos y libros de por medio. Aún así se encuentran los nombres de Carlos Girón, Jesús Mena, Fernando Platas y, más recientemente, de Paola Espinoza, Tatiana Ortiz, Alejandra Orozco, Laura Sánchez, Iván García, Germán Sánchez y una larga lista de éxitos y metales de diferentes colores.

Los buenos resultados han derivado en más atención mediática y apoyos gubernamentales, que mantienen a los clavados como una de los deportes más exitosos de México.

Pero es el momento de cruzar la alberca y observar la natación, el segundo deporte que más medallas reparte en los juegos multideportivos veraniegos, como Centroamericanos, Panamericanos y Olímpicos y que ha sido descuidado por México. Dos éxitos aislados abarcan la historia de este deporte: las medalla dorada de Felipe Muñoz y el bronce de María Teresa Ramírez en los Olímpicos de México 68. Es decir, hechos que sucedieron hace casi 50 años.

Hay varios factores por los que la natación mexicana se quedó retratada en fotografías de blanco y negro. Uno de ellos: la ausencia de ciencia deportiva, que desde la década de los 70 ha sido determinante para que los países más desarrollados sigan avanzando en la búsqueda de los mejores tiempos. El segundo, el desaprovechamiento de recursos: La Ciudad de México tiene 40 albercas olímpicas (más que todo Hungría, un país que ha tenido incontables éxitos olímpicos), pero sólo en cinco hay un equipo que pueda presumir un entrenador capacitado y suficientes nadadores para pelear por un Campeonato Nacional más parejo y competido y esa es la realidad de todo el país.

De ahí se deriva la ausencia de nombres. Y la falta de éxitos no es agradable para los hombres que asignan presupuestos y se sacan fotos cada año junto a los jóvenes que pueden flotar por encima de la difícil realidad deportiva de este país. Es por eso que la natación, al contrario de los clavados, se encuentra ahogada en un círculo vicioso, que se hará más evidente cuando terminen los Juegos de Toronto. Y el futuro tampoco parece esperanzador.