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El basquet argentino en los Panamericanos

BUENOS AIRES - La historia de Argentina en el básquetbol masculino de los Juegos Panamericanos no es para vanagloriarse. A pesar de mostrar una presencia mayoritaria, con 14 participaciones entre las 16 ediciones de esta competencia, apenas muestra tres podios: dos platas, en los dos primeros eventos, en 1951 y 1955, y un oro, en 1995. De las tres medallas, dos (55 y 95) las obtuvo de local. El récord negativo de triunfos y derrotas es un fiel reflejo de su campaña.

Hasta la creación del Torneo de las Américas, que cumplió inicialmente funciones de Preolímpico, en 1980, los Juegos Panamericanos fueron, durante 20 años, la competencia continental más valorada. Aunque resultaban excesivos los cuatro años entre una y otra, era la única referencia. El torneo cobró mayor importancia desde su tercera edición, en 1959, cuando se utilizó como clasificatorio para los Juegos Olímpicos. Sin embargo, para Argentina no trajo ninguna alegría en esas dos décadas, ya que nunca logró una plaza olímpica por esa vía.

Hasta la edición de 1991, en La Habana, los Panamericanos reunieron a los mejores jugadores del continente, pero a partir de 1995 las Federaciones comenzaron a otorgarle un papel secundario, y salvo excepciones, la mayoría no presentó a sus figuras principales. En 1995 y 2011 por realizarse en épocas del año complicadas por la disputa de las Liga Nacionales, en 1999 porque se desarrolló inmediatamente después del Torneo de las Américas y en 2003 y 2007 porque se los organizó poco antes de este, lo cierto que en las últimas cinco ediciones el torneo no contó con los mejores del continente.

Aun cuando los últimos 15 años fueron los más brillantes de la historia del básquetbol argentino en general, los Juegos Panamericanos le fueron adversos. En las últimas cuatro ediciones apenas pudo ganar el 40 por ciento de sus partidos. Si bien en dos de ellos, 1999 y 2007, llegó a disputar la medalla de bronce, se tuvo que conformar con insípidos cuartos puestos, mientras que en la última, en 2011, terminó en un pálido séptimo lugar.

Es justo decir que estas anteriores cuatro participaciones de resultados pobres, siempre las encaró con equipos alternativos (en las tres últimas tampoco concurrió con el entrenador jefe) y en todas ellas buscó en sus planteles darles rodaje a una mayoría de jugadores jóvenes.

Por todo esto escrito, pero también porque significará una prueba interesante, previa al Torneo de las Américas que clasificará dos equipos para los Juegos de Río de Janeiro 2016, la cita de Toronto resulta muy atractiva. La selección argentina, integrada por ocho jugadores de hasta 25 años (de ellos, seis menores de 23) puede encontrar en ella una plataforma de prueba a corto, mediano y hasta largo plazo.

Más allá de lo beneficioso que sería pelear por una medalla panamericana, Argentina afronta el torneo con otras necesidades, para mí, casi indispensables, que quiero explicar.

La selección de Sergio Hernández necesita:

-Consolidar a sus bases principales, Facundo Campazzo y Nicolás Laprovíttola. Con un Prigioni de 38 años y con incertidumbre sobre su continuidad en la selección, no solo debe asentarlos rápido en la posición de conductores y generadores del juego del equipo. También tendrá que prepararlos para el Preolímpico y afianzarlos como líderes, dentro de un grupo sin muchos jugadores de personalidad saliente.

-Descubrir para qué está Nicolás Brussino. El básquetbol argentino atraviesa una sorprendente carencia de escoltas tiradores. El santafesino tiene esa virtud y una talla (2,02) acorde al nivel internacional. Aquí puede empezar a demostrar si puede sobresalir en este ámbito y si tiene ambición para conseguirlo.

-Confirmar si Marcos Delía, al menos, puede ser el pivote confiable que se necesita para transitar la lógicamente inestable etapa “post Generación Dorada”. Sus 2,09 metros siempre fueron una atractiva promesa. Con 23 años le llegó el turno de empezar a hacerse realidad. ¿Está decidido a conseguirlo?

-Algo similar sucede con Matías Bortolín. Apareció en 2013 y nos ilusionó a todos. Hoy, tras una floja Liga Nacional, a pesar de sus 2,05 y 22 años, nos llenó de dudas. Tiene potencial, sobre todo ofensivo. Lo que genera incertidumbre es su carácter. ¿Tiene el deseo de convertirse en un jugador importante? ¿Está dispuesto a asumir la exigencia que eso significa?

-Revelar qué es hoy Patricio Garino. Este pibe de 22 años y 1,97, que puede jugar como escolta o alero y está en el básquetbol universitario de Estados Unidos, lo que le asegura una formación diferente a la habitual. Se sospecha que puede ser una opción válida en el nuevo proceso. En su debut en la selección mayor tendrá una buena oportunidad para empezar a convertirla en una certeza.

Mucha tarea y responsabilidad para Hernández y su equipo en estos Juegos Panamericanos de Toronto. Con objetivos que trascienden la obtención de una medalla. O que serán el fundamento para poder conquistarla.