El sábado en Los Ángeles, ni bien se supo que Leo Santa Cruz había vencido a Abner Mares por decisión mayoritaria en la pelea que ambos sostuvieron en el Staples Center, la palabra "revancha" se escuchó en más de una oportunidad. Y es natural preguntarse si luego de lo que todos vimos, es aconsejable y necesaria una nueva batalla. Mi respuesta es no. No deben enfrentarse, al menos por ahora.
Y es necesario comprender las razones por las cuales una revancha, en este caso, no está justificada. En primer lugar olvídense de esa mentira monumental de "victoria de Leo por decisión mayoritaria". Al juez Max DeLuca, que estableció un insólito empate 114-114, se le "volaron los papelitos". Las diferencias dentro del cuadrilátero entre uno y otro rival fueron abismales.
Santa Cruz dominó a Mares en lo boxístico, lo controló con su planteo táctico de la pelea y lo superó con su actitud como y cuando se lo propuso. En una palabra, Santa Cruz "manejó" la pelea de principio a fin. En lo puramente boxístico no existe razón alguna que sustente una revancha inmediata.
No tiene Abner Mares herramientas convincentes para imaginar otro resultado que no sea una nueva derrota. Es muy fácil percibir que, excepto la entrega, este Abner Mares es una versión lejana de la que venía mostrando hasta el fatídico KO sufrido en el primer asalto de su batalla contra Johnny González, en agosto del 2013.
Mares se ve desprolijo en los conceptos básicos de cualquier desempeño: ataque y defensa. ¡Vaya poca cosa! A la hora de poner presión, en los primeros asaltos, Abner Mares cuando lograba llegar a su distancia, la rebasaba y seguía de largo, para terminar abrazado o recostado a la humanidad de Santa Cruz. Una cosa es corta distancia y otra ninguna distancia, lo que favoreció siempre a Santa Cruz pese a la extensión de sus brazos.
Cuando Mares descubrió que no sabía descifrar su propio plan de ataque, su desempeño se volvió confuso e incoherente. De la esquina le pidieron que soltara ganchos. Era una obviedad hacerlo, pero no lo hizo. Peor que eso, buscó conectar a Santa Cruz con golpes abiertos que casi nunca llegaban a destino y lo dejaban totalmente expuesto a las respuestas del rival. Tal vez, a Leo le faltó la suficiente dinamita en el guante, de lo contrario el combate se hubiera terminado muy temprano y con Mares durmiendo sobre la lona.
Cuando un legítimo campeón de tres divisiones, llega a ese grado de descontrol sobre aquello que lo llevó a ser campeón, es necesario poner un freno y reevaluar el futuro de su carrera a partir de un cambio. Y ese cambio debe ser drástico. Mares necesita motivación, necesita nuevas ideas, necesita renovar su boxeo y por sobre todas las cosas, necesita trabajar su mentalidad. Hay invictos que luego de su primera derrota, caen en un abismo de inseguridad del que cuesta regresar. Tal vez, ese sea su problema.
En medio de todo eso, nada cambiará con una revancha. Por el contrario, una nueva derrota con el mismo rival, hasta pueden convertir todo lo malo en una verdadera debacle. O sea, la puerta hacia lo endémico, de lo que nadie se recupera.
Y si para Mares no es aconsejable una revancha, para Santa Cruz tampoco es recomendable. Tengamos en cuenta que ha llegado por la puerta grande a las 126 libras, pero es ahora que comienza su historia en esta categoría y debe demostrarnos que está capacitado para dominar la división.
Y dominar la división, significa buscar y enfrentar a los mejores. Buscar y enfrentar a los campeones. No se debe exigir otra cosa a un hombre que aspira a hacer historia como campeón. Hoy por hoy, él no es dueño de ninguna diadema regular y termina de vencer a un rival con nombre, pero solo eso. Nombre. Su camino recién comienza.
Y es que Leo Santa Cruz debe olvidarse de ese cinturón de súper campeón que la AMB cruzó sobre su pecho al final de la batalla. Un púgil que jamás fue campeón regular en 126 libras, no puede recibir un cinturón de súper monarca en su primera pelea. Es absurdo. Me resulta penoso referirme a este tema, pero como ya lo analicé en columnas anteriores, mediante entrevistas a Francisco Valcárcel, presidente de la OMB y Mauricio Sulaiman, titular del CMB, las diferencias notorias a raíz de los cinturones de súper campeón, los de diamante, los interinos o sus similares, le hacen un daño enorme a la seriedad que merece el boxeo como deporte.
El campeón regular de la AMB en los plumas, es el argentino Jesús Andres Cuellar, mientras que aparece el peruano Carlos Zambrano como campeón interino. En el reparto de cinturones, ahora, se suma a la aglomeración de monarcas, como caído en paracaídas, Leo Santa Cruz.
Si las cosas suceden como merece el boxeo serio que todos exigimos, el futuro de Mares y Santa Cruz debe transitar por caminos diferentes. El primero a remarla de atrás hasta volver a su nivel y recuperar el cinturón de campeón regular del CMB que perdiera ante Johnny González, mientras que Santa Cruz debe salir a buscar el título legítimo de las 126 libras, ante cualquiera de los monarcas actuales: Jesús Cuellar (AMB), Gary Russell Jr. (CMB) o Vasyl Lomachenko (OMB) o Lee Selby (FIB). Y por si fuera poco, en esta división hay ex campeones capaces de protagonizar emotivas peleas como Evgeny Gradovich, Nicholas Walters, Vic Darchinyan o el propio Jhonny Gonzalez si decide regresar a los plumas.
Y no solo la necesidad de probar su boxeo, es la que obliga a Leo Santa Cruz enfrentar a los mejores. No nos olvidamos que como campeón en 122 libras evitó la pelea que todos querían y no unificó contra el doble campeón cubano Guillermo Rigondeaux. Esperemos que no se repita la historia en 126 libras. Ojalá.