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El oportunista

BUENOS AIRES -- La victoria de Sebastian Vettel en el Gran Premio de Singapur no constituye una sorpresa proporcional a la desaparición de Mercedes-Benz de los lugares que solía frecuentar. Vettel, Ferrari y hasta Red Bull aprovecharon la ocasión porque Mercedes lo hizo posible. Nadie en Fórmula Uno encuentra soluciones mágicas en un par de semanas: la SF15 T ni el RB11-Renault son tanto mejores que en la fecha anterior, en Monza. Las Flechas de Plata, en cambio, sí fueron distintas en la nocturnidad de las calles del sudeste asiático.

Como corresponde a un campeón, y qué añadir de uno que lo fue cuatro veces, Vettel estuvo en el momento adecuado en el lugar indicado. Desde los primeros ensayos Ferrari se mostró competitivo en la ciudad estado que celebra medio siglo de independencia. Red Bull también. En un dibujo opuesto al de Italia, con ¡23 curvas!, pocas rectas y bajo promedio de velocidad, la flaqueza de los impulsores Renault quedó disimulada. Esto explica por qué Red Bull estuvo a la altura de Ferrari, tanto que Daniel Ricciardo igualó el mejor resultado del equipo este año -Daniil Kvyat había sido segundo en Hungría- metiéndose como cuña entre las Ferrari de Vettel y Räikkönen.

La opacidad de Mercedes no ha sido suficientemente explicada por el equipo. Quizá porque las razones no lo dejan bien parado y pueden estar directamente ligadas a la polémica victoria de Lewis Hamilton en Monza. La carrera en Italia, donde el campeón sumó un pleno y su compañero Nico Rosberg abandonó por una falla de la unidad motriz, puso en conocimiento general que los W06 jugaban al límite con las presiones indicadas para los neumáticos. Por eso Hamilton y Rosberg estaban por debajo de la medida antes de largar en Monza, más allá de que luego hayan sido exonerados.

Cualquier técnico con experiencia mundialista asegura que aquello no fue descuido ni desliz: una libra de presión en los neumáticos, supo ilustrar Enrique Scalabroni (exdiseñador de Ferrari y Williams), equivale a 100 libras de amortiguador. Mercedes, como todos, usa las presiones de los neumáticos para hacer trabajar mejor a las suspensiones. Sólo que jugaba en el borde. Ahora que debe dejar márgenes más amplios debido a los nuevos métodos de medición, coincide con sus padeceres en asfaltos ondulados y cuando debe montarse a los pianos.

La escudería campeona había sobresalido este año en Mónaco y Canadá, pistas con características parecidas a las calles de Singapur y en las que también se usaron los compuestos blando y súper blando de Pirelli, aunque sin tanto calor ni humedad. El Mercedes es aún mejor que en esas fechas, sólo cambió la forma en la que debe gestionar las presiones de las gomas. Esto no parece un impedimento para que el equipo renueve sus títulos -de pilotos y de marcas- ni para que Hamilton logre su tercera corona.

Como en Malasia y Hungría, sus triunfos anteriores, Vettel aprovechó la ocasión e hizo todo a la perfección: prolija largada desde la pole position (por primera vez con Ferrari, cuya pole anterior había sido tres años atrás), manejo del ritmo según lo imponía el desarrollo, incluidas las puntuales intervenciones del auto de seguridad -como en cada Gran Premio de Singapur- y control estratégico de las paradas en boxes. Ricciardo jugó sus fichas a las detenciones para intentar superar a su excompañero de equipo: las neutralizaciones se lo impidieron. Hasta Hamilton contó que tenía esperanzas de ganar la competencia porque, aunque marchaba cuarto, llevaba neumáticos blandos y mantenía el ritmo del trío que lo precedía y que transitaba con súper blandos. El inglés no contaba con la segunda neutralización por la insólita invasión de pista de un intruso del público.

El campeón quedó finalmente afuera cuando, sin potencia en el Mercedes por un aparente problema en la electrónica del acelerador, perdió lugares y terminó abandonando en boxes. Fue la primera deserción de Hamilton este año, que no abandonaba desde Bélgica 2014 (toque de Rosberg) y que no padecía una falla mecánica desde Canadá el año pasado. Rosberg, su compañero, colectó la módica cosecha del cuarto lugar que le da cierto aliento a su ambición de seguir peleando el título. Vettel descontó más, pero su deseo está ligado a la utopía.

Lejos del calmo terceto de punta, el adolescente Max Verstappen protagonizó una carrera memorable. El holandés se quedó parado en la largada, perdió un giro y lo recuperó, y cerca del final volvió a protagonizar un par de maniobras notables en un circuito en el que resulta muy difícil superar vehículos incluso con la ayuda del alerón móvil. Verstappen, quien terminó apurando hasta la raya al mexicano Sergio Pérez, no obedeció el pedido de Toro Rosso para que dejara pasar a su compañero Carlos Sainz.

No se sabe si esa rebeldía tendrá costo en la interna del equipo, pero dejó claro cuán ambicioso es el novato. Alguna vez también joven promesa en Toro Rosso, competidor voraz, desobediente luego en Red Bull, Vettel ganó luego cuatro títulos y su cuarta victoria en Singapur fue la 42ª de su campaña mundialista, suficiente para dejar atrás a Ayrton Senna y colocarse tercero en el historial, detrás de Michael Schumacher (91) y Alain Prost (51). Y siempre quiere más.