<
>

Azulejos vuelven a pensar en grande

TORONTO -- Alex Anthopoulos, el espumoso, inquieto gerente de los Azulejos de Toronto, casualmente criado en Montreal, está parado en medio del tráfico - en la vía del pasillo en el palco de prensa del Rogers Centre que conduce al comedor - antes del inicio de la serie final de la temporada regular en casa. El pulso se acelera con pensamientos altos, ya que los azulejos han quedado varados en el desierto en búsqueda de agua por más tiempo que cualquier otro equipo en el béisbol. Toronto no llegaba a la postemporada desde que Joe Carter se enfrentó a Mitch Williams y los Filis de Filadelfia para terminar la Serie Mundial de 1993, durante el primer término de Bill Clinton como presidente. Ese hecho se ha convertido en una estadística de tortura para toda una generación.

Los Rays de Tampa Bay están en la ciudad, se acerca el final de la espera, y Anthopoulos está tratando de enfocarse pero no puede. Las preguntas vienen sin cesar desde cada ángulo. Es como si fuera la víspera de Navidad en Toronto.

"¿Hay champán en el edificio?"
"¿Acaso el equipo va a ver el juego más tarde para celebrar luego?"
"¿Si ganan la Serie Mundial, crees que Price firmará de vuelta?"
"En serio, debe haber champán en hielo en alguna parte, ¿cierto?"

Anthopoulos intenta mantenerse calmado mientras los latidos del corazón retumban con fuerza ("No quiero pensar en eso, pero me da escalofríos de pensarlo", dijo). Él tenia apenas 16 años cuando los Azulejos vencieron a los Yankees de Nueva York por siete juegos para ganar el Este de la Liga Americana en 1993, en cada momento de realidad se siente casi como arena movediza, porque nada es seguro en el béisbol y cuando sueñas en grande es cuando usualmente el piso cede más rápido.

Los boletos de playoffs ya están impresos. Las Toallas de Rally han sido ordenadas. En las oficinas del manager abajo, a John Gibbons se le pregunta sobre el hecho de estar en la postemporada aunque los Azulejos ni siquiera habían asegurado todavía un puesto de comodín. En privado, el equipo acordó responder en forma modesta al hecho de haber asegurado un puesto de playoffs: un brindis entre jugadores y entrenadores, ahorrándose la celebración real para cuando aseguren el banderín del Este LA, y así evitar el veneno de tener que jugar un partido de vida o muerte contra el otro equipo comodín.

"Sabemos cómo se siente la decepción en estos lares", dijo Anthopoulos en un intento infructuoso de de ser cauteloso y evitar el efecto embriagador del éxito a su alrededor porque él mismo no puede contener una sonrisa radiante. Incluso la gente en la ciudad recuerda el 1987, cuando los Azulejos tenían ventaja de cinco juegos en la semana final, no ganaron un partido más y perdieron la división ante los Tigres de Detroit. A pesar de que un colapso está ocurriendo en tiempo real a los Astros de Houston, un equipo que estuvo por más tiempo que Toronto en control de su división y que actualmente lucha por conseguir un boleto a la postemporada.

Así que mucho de todo está atado a una exhalación pendiente. Anthopoulos cambió a 12 lanzadores en la fecha límite de traspasos directos del 31 de julio para encontrar la química correcta para alcanzar la línea de llegada, y en el camino admitió un alejamiento filosófico de la eficiencia fría de las estadísticas y los números ("Yo admito que estaba equivocado. El carácter importa", dijo). Gibbons fue despedido luego de cinco años como manager de los Azulejos en 2008 y estaba dirigiendo al equipo Doble A en San Antonio ("Cortando el césped en la mañana y llegando al estadio en la tarde", dijo) cuando recibió la llamada de Anthopoulos para intentarlo nuevamente en Toronto.

"Esperaba tener otra oportunidad en Grandes Ligas", dijo Gibbons. "Pero nunca, nunca pensé que sería aquí. Este es el último lugar que me pasaba por la mente".

'Un poco de arrogancia'

EL FIN DE SEMANA SIGUE SU MARCHA y como se esperaba, no hubo nada que temer. Los Azulejos llegaron a la línea final, aplastando a Tampa Bay en una barrida dramática, y en cada victoria se destacó un elemento de su resurrección en esta temporada: El viernes en la noche, Josh Donaldson, adquirido en cambio con Oakland, conectó su 40º cuadrangular, metiéndose de lleno a la conversación por el premio de Jugador Más Valioso de la Liga Americana y validando a Anthopoulos como uno de los ejecutivos jóvenes en ascenso más brillantes en el deporte.

El sábado, David Price logró su 18ª victoria de la temporada, y su llegada a modo de estrella en la fecha límite desde los Tigres envió el mensaje a lo largo de la liga que Toronto estaba dispuesto a mover sus fichas al centro de la mesa. "Vamos con todo", como suele decirse. El acuerdo de Price, junto con la adquisición del torpedero Troy Tulowitzki desde Colorado, fue tan grande que incluso su jefe, el presidente del equipo Paul Beeston, se echó a reir por la ambición de Anthopoulos. ("Yo estoy contigo, pero eso no va a ocurrir", dijo Beeston que le dijo a Anthopoulos). Esa misma tarde, José Bautista, veterano de 1,399 partidos en temporada regular sin haber disputado nunca un partido de playoffs, conectó dos jonrones, aumentando el liderato de su equipo en la temporada regular a 223 y subrayando la forma y manera en que los Azulejos han hecho las cosas en el 2015.

Fiel al acuerdo, Gibbons entró a la entrevista post juego del sábado con un pequeño vaso plástico lleno de champán, en celebración por haber llegado a la postemporada.

"Todos queremos disfrutarlo, pero no dejarnos llevar demasiado", dijo Gibbons. "Queremos ahorrar eso para una fecha posterior en el futuro cercano. ¿Esperen? ¿Acabo de decir un Yogismo?" En el camerino, la fachada enmudecida se desmorona a medida que Price comienza a organizar a los jugadores en un bacanal de celebración completa por llegar a la postemporada, donde los ganadores se echan buches de champán en sus bocas mientras se rocían con cervezas y fuman cigarros Cohibas, el legendario Tabaco cubano, otro privilegio más de estar en Canadá.

El domingo, en el juego final de la temporada en casa, los Azulejos lucían con resaca de tanta celebración con humo de cigarro y cerveza hasta que Donaldson, a quien le quedaban algunos puntos de estilo, selló sus esperanzas al JMV con un cuadrangular con dos outs para llevarse la victoria y enviar a la ciudad a una celebración histérica de felicidad y esperanza.

"Nos estamos poniendo a nosotros mismos en una posición donde ojalá que podamos tener algo de arrogancia - no prepotencia, sino arrogancia", dijo Beeston. "Podemos sentirnos orgullosos. Nuestros pechos pueden inflarse. Nuestra barbilla puede estar en lo mas alto y decir a todo pulmón que somos los Azulejos de Toronto."

La diatriba de Donaldson continuó para seguir alabando a un equipo que ha tenido no una, sino dos rachas de 11 victorias, que le ha ganó 13 de 19 partidos a los Yankees, que se convirtió en comprador en la fecha límite, al asegurar nombres grandes como Price y Tulowitzki y que además tenía estrellas canadienses como Russell Martin y jugadores sólidos de rol como Ben Revere.

A pesar de todo, Toronto - que aseguró el banderín del Este de la LA el miércoles en la noche - vuelve a la postemporada al recordar como pensar en grande, eliminando la actitud de que la capital financiera de Canadá no podía competir en el juego del dinero. Los jugadores alrededor de la liga sabían que los dueños no estaban comprometidos a ganar, una verdad que Anthopoulos y Beeston se vieron forzados a confrontar. A medida que Anthopoulos construía su equipo, él escuchaba el mantra de Beeston en su oído: "Piensa en pequeño y serás pequeño".

"Él lo seguía diciendo, una y otra vez", dijo Anthopoulos. "Y tenía razón. Quién sabe cuan lejos lleguemos, pero ya no pensamos más en pequeño".

La Ciudad donde se Originó Todo

DURANTE EL ÁPICE DEL REINADO de las superpotencias, los Yankees y los Medias Rojas, los Azulejos eran una franquicia despojada de toda arrogancia y ambición. Los Yankees y los Medias Rojas convirtieron al Este de la Liga Americana en el lugar menos deseado para jugar en todos los deportes profesionales. En 10 temporadas del 1998 al 2007, solo los Yankees y los Medias Rojas llegaron a los playoffs procedentes del Este LA. Ambos se combinaron para 15 apariciones en postemporada y cinco anillos de Serie Mundial, mientras que Baltimore, Tampa Bay y Toronto eran sus piñatas personales, compilando un porcentaje de victorias combinado de .395 (462-707) ante ellos.

Boston y Nueva York no solo aplastaron al resto de la división en el terreno, sino también en su confianza, tanto dentro de la organización como en la percepción en la liga.

"Si no jugabas para los Medias Rojas o los Yankees, nadie llegaba a jugar en el Este de la Liga Americana", me dijo una vez el ex lanzador de los Medias Rojas Derek Lowe. "Porque tenías que jugar contra esos bastardos 38 veces y ser perfecto ante los otros dos, y eso nunca sucedía, porque siempre tenías ese equipo malo que te tenía la medida tomada. Si jugabas en Toronto, Baltimore, Tampa, nunca llegabas a la postemporada".

Era una actitud que irritaba a Beeston. Era una cosa para Tampa Bay, que era todo mediante escuchas y sin dinero, el ser aplastado por los Yankees y los Medias Rojas, y doloroso para Baltimore con su pedigrí campeonil que se remonta a cinco décadas atrás. Pero ser relegado a la clase económica era algo especialmente ofensivo para Beeston porque Toronto es la ciudad más grande de Canadá y la cuarta mayor en NorteAmérica, detrás de Ciudad de México, Nueva York y Los Angeles.

Toronto fue la ciudad de béisbol donde se originó la explosión económica actual, al convertirse en 1992 en la primera franquicia en la historia del deporte en atraer cuatro millones de fanáticos. Ese mismo año, Toronto tuvo por primera vez la nómina más grande del béisbol con $49.2 millones. En 1993, los Azulejos se convirtieron en el primer equipo en la historia en sobrepasar los $50 millones. Fueron los Azulejos los pioneros técnicos, el primer equipo en construir un estadio con un techo retractable, cuando el SkyDome, ahora el Rogers Centre, abrió en 1989. En menos de una década - contrario a los Marlins - los Azulejos estaban compitiendo por banderines sin el beneficio de un comodín, al quedarse cerca en 1985, 1987, 1989 y 1991. Y en 1992, su 15º año de vida como franquicia, ellos ganaron la Serie Mundial, ocho años más rápido que los Yankees, quienes aparecieron en su primera Serie Mundial en su 20º año de vida y ganaron su primer campeonato a los 22.

"Todo el mundo olvida que tuvimos la nómina más alta en el béisbol. No somos un mercado pequeño. Eramos el equipo con mayores ingresos en el béisbol", dijo Beeston. "Nunca me preocupé por la repartición de ingresos, y entonces cuando volví éramos unos de los que más recibía. Tuvimos algunos años malos... y todo se fue espiral abajo. Además, el estadio era demasiado grande. La sonoridad de esas cuatro millones de personas se convirtió en la maldición más grande porque no tenías que comprar los boletos por adelantado. Podías esperar hasta el último minuto. Teníamos que volver a la situación donde si querías un buen boleto, tenías que comprarlo por adelantado - pero necesitabas tener el producto en el terreno. Nunca tuvimos ese producto en el terreno".

La crítica de Lowe ilustra un hecho amargo: Los Azulejos, a través de una combinación del cierre patronal de la NHL en 1993-94 y la huelga del béisbol en 1994-95, habían perdido su público. Los siguientes dos grupos que fueron dueños de la franquicia, Interbrew y Rogers Communications, se mostraron reacios a invertir dinero en béisbol, especialmente con el alejamiento del público. Beeston fue despedido en 1997 ("Ellos dijeron que no me despidieron. Ellos me dieron un paquete de compensación. A mí me despidieron", dijo). El equipo que disfrutó una nómina de $51 millones en el 1993, ganó la Serie Mundial con peloteros como los futuros miembros del Salón de la Fama Paul Molitor, Rickey Henderson y Roberto Alomar, gastaron $58.8 millones en nómina en 2003. Mientras tanto, la nómina de los Yankees de $48 millones en 1993 se infló hasta llegar a los $169.5 millones una década después.

"¿Por qué bajó? Bajó porque no había ese producto en el terreno", dijo Beeston. "No hubo ese éxito. Y no fue por falta de intento o por hacer las cosas correctas. No puedes establecer un presupuesto y decir, 'Esto es lo que va a ser nuestro equipo'. Esto no es béisbol de fantasía. Esto es béisbol de la vida real, y si tienes esa oportunidad debes hacer lo que puedas para tener un equipo que no solo maximize tus ingresos sino también que te dé la oportunidad de ganar".

Una cosa es hablar del poder de un área metropolitana con siete millones de personas y otra es actuar sobre ello. J.P. Ricciardi era el gerente de Toronto durante esos años duros, cuando los Yankees y los Medias Rojas asumieron el poder y dejaron al resto de la división atrás. Ricciardi contrató a Anthopoulos en 2004 ("Yo adoro a Alex como a un hermano menor"), recordó su alta perspicacia y su entusiasmo y se dio cuenta rapidamente que era "demasiado bueno" para su posición como director asociado de escuchas y lo promovió a asistente del gerente.

"Yo estuve ahí durante el periodo más grande en la historia de la División Este de la Liga Americana. Era una división monstruosa, monstruosa", dijo Ricciardi. "Hicimos muchas cosas buenas, pero no iba a ocurrir. No puedes usar el sistema de 'Moneyball' en la División Este LA. Esos dos juegan al Moneyball - pero con dinero".

Fue Ricciardi quien contrató a Gibbons (los dos fueron compañeros de cuatro con Shelby en la Liga del Atlántico Sur en 1981), y fue Ricciardi, ahora asistente especial de Sandy Alderson en los Mets de Nueva York, quien cargo la misión de un grupo de dueños cuya ambición principal no era ganar partidos, sino ganar partidos de béisbol a un precio extremadamente difícil.

"Nosotros seleccionamos a 50 chicos que han jugado en Grandes Ligas", dijo. "Obtuvimos a [Edwin] Encarnación cuando estaba siendo descartado en Cincinnati. Conseguimos en cambio a [José] Bautista cuando nadie sabía quién era Bautista. Ni Alex ni yo pensamos que lograría conectar 50 jonrones, pero sí pensábamos que podia llegar a los 13-20. Fuimos competitivos. En 2006, ganamos 87 juegos. Los Cardenales ganaron la Serie Mundial ese año con menos victorias que nosotros. Nuestras evaluaciones eran buenas. Yo pongo eso contra todo el mundo. Fuimos contra Manny, Ortiz, Pedro, Schilling, A-Rod, Matsui, Jeter, y durante mi estancia mi nómina promedió $70 millones anuales.

"Rogers estaba contento de tener la identidad del equipo. Rogers estaba contento de tener al equipo para poder transmitir los partidos, pero Rogers no quería perder dinero. Yo realmente no creo que Rogers supiera lo que queríamos hacer. Cuando llegué en el 2002, yo heredé una nómina de $88 millones y se me ordenó que la bajara lo más que pudiera. La pudimos bajar a $64 millones y aun así ganamos 78 partidos. Hicimos lo que nos dijeron que hiciéramos. Tratamos de planificar, y cuando nos quitaron la alfombra de los pies, hicimos ajustes. Lo que aprendí en este trabajo es que eres ta bueno como tus jefes quieren que seas. No me arrepiento. Rogers me dio la oportunidad de ser gerente, pero lo que uno aprende es esto: cuando tienes órdenes que cumplir, las cumples. Paul Beeston estaba a cargo y él no nos dijo 'sigan gastando dinero'. Él estaba haciendo lo que nos dijeron que hicieramos".

Los Azulejos, en un Toronto financieramente muscular, eran parte de la clase pobre del béisbol. En 2001, el dueño Paul Godfrey le pidió al entonces comisionado Bud Selig un "ajuste de divisas", donde en adición a los cheques de repartición de ganancias, los Azulejos recibirían millones de dólares de Grandes Ligas para compensar la debilidad del dólar canadiense. Beeston estaba ofendido. Cuando volvió en 2009, le dijo a la oficina del comisionado que no aceptaría su dinero de caridad: "No nos disculpamos por ser canadienses. La moneda anda mala para todos los equipos en todos los deportes, pero es bueno para la manufactura y el turismo y es bueno para la economía y el país. Pero no me voy a disculpar por lo bajo de nuestra moneda y decir que no podemos competir.

"Es absolutamente una cosa de actitud. Es lo que somos. Es quienes somos y como vamos a manejar este asunto. Sí, tenemos un problema de moneda, pero ¿quiéres un problema de moneda o trabajar como equipo de mercado pequeño que tiene un problema de ingresos? No deberíamos tener un problema de ingresos. Tenemos los ingresos de la TV. Tenemos un estadio de 48,000 asientos. Tenemos la habilidad si ganamos de cobrar algunos buenos precios. ¿Podemos cobrar a precios de Nueva York? No, pero probablemente podríamos cobrar un precio parecido al de cualquier otro sitio aparte de Nueva York".

Los Azulejos estaban tan caídos que incluso su historia - el único elemento que mantiene a los fanáticos viniendo al estadio durante los años malos - se había convertido en una carga demasiado pesada para sus jugadores actuales. Los Azulejos mantuvieron su gloria cercana en la cara de las derrotas con un proyecto llamado "Flashback Fridays", en el que el equipo mostraría videos de los días grandes -- de Alomar y el llamado de 1992 llamado "Winfield Wants Noise (Winfield Quiere Ruido", David Wells y John Olerud. Los fantasmas estaban tan molestosos que en 2009 dos jugadores, Kevin Millar y Vernon Wells, organizaron una revuelta, al entregarle a los jugadores camisetas que leían "Turn the Page (Pasen la página)" a ser utilizadas cada martes. Vivan en el presente, fue el mensaje, pero desde el 1993, los Azulejos han terminado a por lo menos 10 juegos del primer lugar en 20 de 21 temporadas.

"Como jugador, uno nunca quiere ser parte de maldiciones o del pasado. Uno solo quiere jugar en el presente y creer en el grupo que tienes frente a tí", dijo Millar mediante correo electrónico. "Todo lo que escuchábamos era del 1992 y 1993, equipos que fueron sensacionales, y en el 2009, nosotros no eramos tan asombrosos, pero era hora de pasar la página. ¡Así fue que nació el concepto de los 'Martes de Pasar la Página!"

Luego del ambiguo cumplido de "ganar el invierno" al adquirir a R.A. Dickey y José Reyes en 2013 y 2014, solo para conseguir 74 y 83 victorias, respectivamente, los Azulejos andaban medio desconcertados durante gran parte de la temporada 2015. Las movidas estaban funcionando. Las estadísticas lo comprobaban. Al 25 de julio, Toronto tenia marca de 50-49, pero su diferencial de carreras era de casi un mas-100, el doble del de los Yankees y prueba de que los Azulejos eran un mejor equipo que lo que indicaba su record, aunque estaban detrás de Nueva York por 5½ juegos. Otras estadísticas eran menos benévolas. El equipo jugaba para 10-20 en partidos decididos por una sola carrera y para 7-39 en juegos donde ellos anotaban cuatro carreras o menos. Tenían que hacer algo.

'Pruébame que estoy equivocado'

BEESTON LE DIJO A ANTHOPOULOS que no había forma de conseguir a Tulowitzki y que no había forma de que Price, ganador de 20 juegos y ganador del Cy Young, llegase a Toronto. En la parte trasera de su mente, Anthopoulos estaba pensando en el 2011, en los Piratas de Pittsburgh que habían rodado a lo largo de la temporada luego de no haber llegado a la postemporada, que no habían jugado para .500 desde que Barry Bonds se fuera luego de la temporada de 1992. Pittsburgh se quedó con los brazos cruzados en la fecha límite de cambios y terminaron por debajo de los .500. Él no iba a permitir que ocurriera eso en Toronto.

Piensa en pequeño y serás pequeño.

En la temporada baja, él venció a los Dodgers de Los Angeles para conseguir a Martin, apostando su reputación de que podría conseguir a un compatriota de Montreal. "Le dije a Russell, 'Vienes para aca. No hay forma que no podamos cerrar este acuerdo. Si no puedo convencer a Russell Martin de ser parte de esto, en Canadá, entonces hay algo malo conmigo. Terminemos esto ahora mismo".

Anthopoulos le dijo a Beeston que iba a ir detrás de Tulowitzki, un cinco veces Todos Estrellas, dos veces Guante de oro y dos veces Bate de Plata quien lideró a Colorado a un improbable viaje a la Serie Mundial del 2007 cuando los Rockies perdieron ante los Medias Rojas. Beeston se echó a reir.

Luego de dos meses de negociaciones, Anthopoulos adquirió a Tulowitzki y al veterano relevista LaTroy Hawkins el 28 de julio por tres prospectos y Reyes.

"Yo no creía que Colorado lo dejaría ir. Los Monforts [los dueños principales de los Rockies] están bien comprometidos allí, y Tulowitzki había sido seleccionado en el sorteo, la cara de la franquicia y yo simplemente no creía que lo iban a dejar ir", dijo Beeston. "Desde el punto de vista del dueño metiendose en el asunto y diciendo 'este es mi jugador', yo no creía que lo harían. Yo le decía, 'No va a suceder, pero buena suerte. Estoy contigo al 100 por ciento. Pruébame que estoy equivocado'.

"Allá en el 2013 cuando hicieron los acuerdos con Reyes, Buerhle, Josh Johnson, Bonifacio, yo dije, 'tampoco van a poder cuadrar esto'. Y entonces lo logró y dije que tenía que estar bromeando. Y entonces hizo el acuerdo de Dickey y dije, '[Los Mets] no van a cambiar a su reinante Cy Young. Eso no va a ocurrir'. Y entonces le dije, tienes que estar bromeando".

Anthopoulos tenía los bates. Lo que no tenía era el as. A Gibbons le encantaba su alineación pero le molestaba la inhabilidad de Toronto de ganar los partidos cerrados, y juegos como esos son los que definen la postemporada. Anthopoulos adquirió a Price.

"Con el acuerdo de Price, yo no pensé que Detroit saldría de él tan temprano", dijo Beeston. "Quiero decir que eso no tiene nada que ver con la buena suerte. Tienes la oportunidad de conseguir a David Price, uno va allá, lo trae de vuelta o lo vuelas hacia donde ti. No te debe importar como llegue. Si puedes conseguir a David Price, te estoy diciendo, Alex, no me importa como lo consigas. Pero buena suerte, OK, porque no va a venir".

"Yo no sé, especialmente porque [Miguel] Cabrera estaba lastimado, y es ahí donde entra la suerte", dijo Beeston. "Si Cabrera hubiese estado saludable todo el año, de haber ganado Detroit cinco partidos más y si ellos hubiesen ganado cinco juegos más ellos estarían arriba port res juegos y Price seguiría allí, y el asunto de todo esto es que yo pensaba que no iba a ocurrir. Como he dicho siempre, tienes que pensar en Price para el año que viene. Yo no sé si podremos quedarnos con él, pero ¿quién sabe? Quizás haya oportunidad de quedarnos con él".

'Todos comprometidos'

LA HISTORIA NO ESTÁ EXACTAMENTE DEL LADO DE TORONTO. Los Azulejos lideran la liga en jonrones y carreras anotadas, y en los últimos 50 años solo tres equipos - los Rojos de 1976, los Tigres de 1984 y los Yankees de 2009 - han logrado ganar la Serie Mundial siendo líderes en esos departamentos. De los equipos competitivos, Toronto tiene la menor cantidad de victorias al anotar cuatro carreras o menos - hasta el 1 de octubre, juegan para 16-54 -- y Gibbons ve esa estadística de forma pareja.

"Por un lado, es un reto", dijo. "Por el otro, con un record como ese, deberíamos estar a 15 juegos de distancia, sin boleto a los playoffs. Eso nos dice algo sobre el carácter de este equipo. Nos da motivo para pelear".

La espera ha terminado y ahora las hojas van a cambiar de color en Canadá mientras se juega béisbol. Los fantasmas se van a tomar un descanso por ahora, sin camisetas que sugieran que su tiempo ha pasado. A los 70 años de edad, Beeston ha logrado su deseo. El pasado se ha convertido en el presente.

"Incluso los fanáticos que nos criticaron duramente por algunas de las movidas que no funcionaron hace dos años han dicho que por lo menos lo estamos intentando, y de eso es que se trata esto. Estamos intentando ganar eso. Estamos ahora a más de 20 años [desde que llegaron a la postemporada]. No podemos seguir así. Tenemos que tener la oportunidad de hacer historia nueva.

"Ahora que hemos hecho los cambios, ahora que nos hemos comprometido a invertir dinero, ahora que hemos establecido nuestro futuro dejando en claro que no vamos a ser los Yankees, Boston o los Dodgers, pero tampoco vamos a ser Oakland o Tampa Bay. No vamos a estar en el fondo", dijo. "Estamos ahí. Hemos jugado bien nuestras cartas, ¿OK? Estamos comprometidos".