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Los Teros no perdieron; ganaron

CARDIFF (Enviado especial) -- “Decían que era la Zona de la Muerte y para nosotros fue la Zona de las posibilidades”. El dueño de la frase es el pilar Alejo Corral, y describe, con precisión quirúrgica, el paso de Uruguay por la RWC.

Los Teros perdieron en todas sus presentaciones, pero ganaron mucho más que uno, dos o diez partidos. Es cierto que se volvieron a casa con 226 puntos en contra guardados en la mochila. Pero la valija, que es la que verdaderamente importa en un viaje de este tipo, regresó con exceso de experiencia y con varios manuales de ritmo de juego aprendidos. Y ahí está el mérito. Haberle sacado el jugo a sus vivencias de cara a un futuro que, ahora, lo tendrá en el Tier2, el segundo bloque de seleccionados de World Rugby. Esto les asegura un apoyo mayor y competencia más exigente.

El principal objetivo que planteó Pablo Lemoine, el enorme entrenador del que disfruta Uruguay, fue que aspiraba a tocar la fibra íntima de la gente uruguaya, algo para nada sencillo tratándose de un país bien futbolero, que está acostumbrado a codearse con los laureles.

En líneas generales, el rugby de alta competencia se nutre de actitud y detalles. Lemoine lo sabe. Y teniendo en cuenta que la parada era más que brava, no se enfocó en los resultados, sino en solidificar el corazón de la tropa. Y sus jugadores no le fallaron en lo más mínimo. Ver a Uruguay en la cancha, y dejando de lado cualquier tema técnico o táctico, emocionó. Sencillamente, puso la piel de gallina. Porque la Cenicienta, el equipo más amateur del torneo, le mostró los dientes a Inglaterra, a Australia, a Gales y a Fiji, nada menos. No se apichonó nunca; jamás bajó los brazos. Y a pesar de que los marcadores venían torcidos, entregó el alma hasta el último segundo de juego.

La onda expansiva de la gesta se filtró en las entrañas del pueblo uruguayo. Y el esperado y merecido reconocimiento, germinó. Ignacio Chans, impecable jefe de prensa de la Unión Uruguaya, me contaba que los jugadores se sorprendían al enterarse de la repercusión de la que eran protagonistas. No entendían cómo más de 50 personas se podían detener en frente de las vidrieras de los locales de electrodomésticos para seguir los partidos. Un justísimo mimo al orgullo de los 31 guerreros celestes.

Ya está. La película llegó a su fin y hubo un gran aplauso final. Ahora es tiempo de disfrutar de lo cosechado, aunque tampoco es cuestión de relajarse. Uruguay debe ser conciente de que la vara, a partir de 2016, se ubicará bastante más alta y que, si desea que el crecimiento no se estanque, necesita estar a la altura de las circunstancias. Materia primera para lograrlo, le sobra.