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Un nuevo Golovkin, el mismo Golovkin

Courtesy Tom Hogan

El kazajo Gennady Golovkin volvió a ganar antes del límite, volvió a mostrar que su pegada es demoledora, volvió a mostrar (esta vez ante un temible pegador como David Lemieux) que puede asimilar golpes duros y, como novedad, nos mostró que puede boxear y cambiar de plan según su oponente.

Eso explica el título de esta columna: GGG no arriesgó y trabajo encima de un inteligente plan de pelea, sin dejar de ser contundente.

La batalla que llenó el Madison Square Garden de Nueva York presentaba la expectativa de ver al campeón de los Medianos ante otro campeón, cuyo poder de fuego sería un verdadero desafío para GGG.

Se enfrentaban dos hombres agresivos, con increíble poder en sus dos manos y que se suponía saldrían a chocar desde el primer campanazo, buscando uno acabar temprano con el otro. Pero no fue así y ese fue el mérito de un campeón que desde hoy habrá que considerarlo seriamente como el más difícil de vencer en la élite del boxeo profesional de la actualidad.

Golovkin es un púgil agresivo, que siempre ha terminado con sus rivales a base de presión y golpeo por afuera y por adentro contra las cuerdas. Cuando recurre al volumen, contra hombres que saben cuerpear y salir por piernas, suele cometer errores. Se expone al contragolpe. Arriesgar a un contragolpe de un rival como Lemieux era una de las dudas previas ¿Probará también Golovkin su resistencia ante la mano pesada del canadiense? La esquina de Lemieux se jugó a que sí, pero la esquina de GGG les dijo que no.

Desde el primer minuto de la pelea, GGG estableció el jab como arma suprema y lo mantuvo mientras duró el combate. A todos nos permitió ver otra versión del kazajo, al cual Lemieux nunca le pudo llegar excepto en contadas ocasiones.

El jab fue defensa y ataque para el ganador, que lo utilizó como un verdadero mortero con el cual fue lastimando a su oponente, hasta que sin mudar la distancia, empezó a practicar tiros a la zona media con gancho poderosos.

En uno de esos envíos, Lemieux tuvo que llevar la rodilla a la lona y avisó que por ese lado no tenía condiciones de soportar el castigo. Allí comenzó la variación infernal de GGG. Jab, gancho y su clásica doble combinación, que esta vez siempre la envió desde la seguridad de su mejor extensión de brazos.

El kazajo que primero nos mostró que es capaz de variar de estrategia, también nos mostró consigue variar la forma de uso para su destructivo arsenal. Por si fuera poco, hubo otra novedad, él también acalló las voces de quienes dudaban de su paciencia. En esta batalla la paciencia fue otro de los grandes argumentos de GGG.

Muchos, y posiblemente la esquina del canadiense también, esperaban que Golovkin cayera en la ansiedad si el combate se complicaba o demoraba en noquear a su rival. Cuando eso sucede, pueden aparecer errores y a esos errores, seguramente, se jugó Lemieux. Es posible que la esquina de Golovkin, previendo ese escenario, trabajara en el campamento para contrarrestarlo y lo hizo a la perfección.

Ni siquiera cuando GGG vio herido a Lemieux arriesgó descuidando la defensa. El jab como muro de contención y castigo fue inamovible, a lo cual el canadiense nada pudo inventar o intentar. Tal vez le tuvo demasiado respeto al kazajo o simplemente al sentir la mano de su rival, comprendió temprano que arriesgar era intentar lo imposible.

Nunca Lemieux intentó romper el cerco, para achicar la distancia. Pese a que en su esquina le pidieron que arriesgara entrando y golpeando en la zona media o buscara que GGG diera el paso adelante para cazarlo de contragolpe, Lemieux nunca consiguió mudar el patrón inicial del combate.

La batalla fue bien detenida en el octavo asalto por el referí. Sin duda a todos nos sorprendió que el canadiense hubiera llegado tan lejos, no obstante, lo reconoció luego del combate el propio Golovkin, “que respetó y mucho su pegada”.

Lemieux es un hombre frontal, con pocos movimientos de cuerpo, que no consigue caminar el ring con sentidos laterales, pero que cuando consigue llegar con sus impactos, lastima.

GGG preparó la pelea bajo esa precaución, se jugó a su efectividad, a la destrucción lenta de su adversario y por sobre todas las cosas, al gran protagonista de la noche: el jab. El kazajo lanzó 359 jabs y 170 llegaron a destino, mientras que en los golpes de poder, esta vez envió 190 y consiguió impactar con 110 golpes.

Una victoria que a Golovkin lo lleva a otro nivel, por más que pareciera como que ya llegó a lo máximo.

GGG demostró que puede ocupar lugares en la preferencia de la fanaticada que en apariencia están vacíos por la salida de Floyd Mayweather de este deporte. Al mismo tiempo, equilibra la balanza del boxeo como negocio en sí: Top Rank está más viva que nunca gracias al kazajo que, no dudamos, lo volveremos a ver en peleas de PPV, que a nadie dejarán con gusto a poco.

Para el futuro del boxeo, esa es una muy buena noticia.