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Mano negra

BUENOS AIRES -- "Si entro a dudar y a pensar que puede haber una mano negra directamente cuelgo el carnet de técnico". La frase pertence a Juan José López, quien intentó bajarle el tono a la polémica por el arbitraje del Superclásico seguido por el escándalo de Daniel Passarella en la AFA.

Tranquilo J.J. podés conservar tu carnet, porque Pablo Lunati tuvo una correcta labor, en un partido sin grandes polémicas. Preocupate J.J., River hace tres fechas que no gana porque volvió a fallar uno de sus pilares y figura, Juan Pablo Carrizo.

Y peor que eso: esta vez River no mereció más que el punto, aunque sabía de arranque que sólo el triunfo lo sacaría de la zona de Promoción. Sí, a cuatro jornadas del final, River sigue en Promoción.

Miguel Ángel Tojo plantó en el Monumental un San Lorenzo con defensa de tres hombres -como a él le gusta- bastante endeble, pero un mediocampo fornido y que, comandado por Néstor Ortigoza, empuja para adelante. El visitante asumió un protagonismo que le correspondía al anfitrión, porque se hizo de la pelota y merodeó el área desde los pies de Leandro Romagnoli, pero sin la profundidad necesaria para inquietar.

De alguna manera, se pareció a River cuando sale a buscar el partido: encarador pero con escasa presencia en la zona de gol. Con dificultad para penetrar. Y River, por el contrario, logró pisar el área mucho más de lo habitual. ¿Fue porque López acertó con el cambio Caruso por Funes Mori? No necesariamente. El grandote delantero y Mariano Pavone tardaron mucho en oincidir. Fue Erik Lamela -sí un pibe y no uno de "los grandes"- el que sacó adelante al equipo.

Ante la ausencia de Matías Almeyda, Ortigoza fue amo y señor del círculo central, se movió a sus anchas sin marca alguna y manejó los hilos de San Lorenzo. Romagnoli explotó especialmente la zona de Paulo Ferrari y Leandro González Pires. River necesitaba un recuperador con urgencia -pese a la correcta actuación de Ezequiel Cirigliano - y un líder. Y ese fue Lamela. Coco se cargó el equipo al hombro. Se retrasó para pelear y, muchas veces, ganar la pelota en el medio y con su cambio de velocidad armar interesantes ataques.

Él mismo se puso mano a mano, pero definió al cuerpo de Pablo Migliore. Y también fue él quien arrancó una jugada cruzando la mitad, abrió para Mariano Pavone. El Tanque entró al área, disparó, rebotó, pasó la marca de Cristian Tula con un caño y Leandro Caruso encontró de taco el gol tan buscado. Bastó una buena jugada colectiva para que River lograra la ventaja. Así es este River. Cuando juega, el gol llega naturlamente. Pero juega muy poco y sufre demasiado.

Mientras Lamela tuvo la pelota, hubo esperanza y optimismo. Pero San Lorenzo se la quitó, más bien, la recuperó. Casi sin darse cuenta, River se estaba defendiendo en el Monumental. Y de estar buscando un segundo gol, empezó a cuidar esa mínima ventaja, a desear que el partido termine pronto, aunque quedaban unos 50 minutos.

El excesivo temor a perder todo fue mal consejero y llevó a River a concederle todo el protagonimo a un rival que, pese a los obstáculos estaba decidido a cambiar la historia. Y en eso andaban merodeando Salgueiro, Menseguez y Juan Manuel Torres. Y cuando la agarraba Romagnoli no había quién pudiera quitársela. Incluso cuando se cambió de lado, Adalberto Román tampoco pudo evitar que se colara a sus espaldas. Tuvo suerte de que a San Lorenzo le falló la puntada final.

River ya era muy poquito de Lamela y mucho de Cirigliano luchando en el medio. Poco de buscar y mucho de aguantar. Mientras Manuel Lanzini y Diego Buonanotte lo miraban desde afuera. ¿Por qué López no se animó a ir por todo ante un rival que manejaba la pelota, pero con poca potencia ofensiva? Fantasmas, probablemente. No sólo el de la Promoción, sino el de Godoy Cruz y All Boys, donde arriesgó y lo remataron de contragolpe.

Y por si faltaba uno más: el de Boca. La mano negra. No, nada de errores arbitrales, pero sí de Juan Pablo Carrizo, quien hasta ahí no había sido muy exigido. A Jonathan Ferrari (ingresado un minuto antes) se le ocurrió lanzar un disparo potente de larga distancia y el arquero la manoteó, se le escapó y se fue a la red. Difícil de creer tratándose de Carrizo. Estaba apenas unos pasos adelantado, pero era un balón que debió dominar, como suele hacerlo. Un baldazo de agua fría para todo el Monumental.

¿En qué podía creer la gente y el propio equipo, si el arquero "gana partidos" ahora pierde puntos? Contra Boca se anotó en contra, muchos lo culpan por haber ido a cabecear en la última jugada antes del segundo tanto de All Boys, y ahora cedía otro gol impensado. ¿Acaso Carrizo no es el gran arquero que se creía? Sí lo es, pero evidentemente su confianza está golpeada.

Ahí se acabó el partido. Había tiempo, pero fue la historia de siempre: River desesperado buscando el triunfo contrarreloj, con centros y pelotazos divididos, fórmula que en este torneo jamás le dio resultado.

Para completar la jornada negativa, Lamela recibió su quinta amarilla y no podrá estar en el crucial duelo con Olimpo en Bahía Blanca.

Tantos temores y recaudos, casi para nada. Ni siquiera a San Lorenzo le sirvió el empate para acercarse a la Copa Sudamericana. Más que nunca, a River le quedan cuatro finales (Olimpo, Colón, Estudiantes y Lanús), sólo un rival directo, es decir que ni siquiera depende del todo de sí mismo para escaparle a la Promoción.

López tiene la misión más complicada en la historia del club y su principal dilema ahora será si deja de lado los miedos y sale por todo y muere con las botas puestas, o sigue intentando rescatar puntos (aunque pierde más de los que gana) y se encomienda a la suerte para algún otro se caiga. Cielo o infierno, sin términos medios. Todo tuyo J.J.