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¿Quién es ese chico?

PARIS -- Hay sangre en la rodilla izquierda de Jerzy Janowicz y es una frutilla aparecida tras su festejo, durante el cual se dejó rodar por la superficie acrílica con resina, áspera, una lija que desgasta pelotitas y zapatillas. Andy Murray esperó que su rival disfrutara del éxtasis de la primera gran victoria, para luego entregarle un frío saludo. Una hora después, el polaco que cumplirá 22 años en 12 días admitía no confiar demasiado en lo que los ojos registraban: "Todavía tengo la sensación de que en algunos minutos me despertaré y esto no habrá pasado", dijo en típico inglés con acento del este.

Janowicz levantó un match point y provocó un hecho particular, con incidencia en la historia reciente del circuito profesional: por primera vez desde 2010, cuando el sueco Robin Soderling –en recuperación tras sufrir mononucleosis- se impuso en Bercy, habrá un campeón de Masters 1000 que no se llame Murray, Novak Djokovic, Roger Federer o Rafael Nadal. Recorriendo el archivo, surge que el último Masters 1000 que no tuvo a uno de los Big Four en cuartos de final fue también en París, hace seis años. Aquella vez aparecían los apellidos de Nieminen, Robredo, Davydenko, Ancic, Berdych, Hrbaty, Haas y Safin. En la final, Davydenko venció a Hrbaty por 6-1, 6-2 y 6-2. En aquellos años, los torneos de esta categoría admitían finales al mejor de cinco sets.

Janowicz tenía 15 años mientras se jugaba aquella versión de Bercy, y uno más cuando llegó a la final junior del US Open 2007. También accedió a la final de Roland Garros el año siguiente y llegó al quinto puesto del ranking juvenil. En ese momento, la federación qatarí estuvo rápida de reflejos y le hizo una oferta para que Janowicz representara al tenis de ese país. El apoyo de la Federación polaca había sido nulo, pero de todas formas, Jerzy no quiso cambiar. Sus padres no tenían grandes problemas económicos, pero sí debieron vender un negocio y un departamento para solventar la carrera del hijo, quien desde la época junior mostraba que el saque ayudaría a recuperar esa inversión.

Murray lo comprobó: movimiento natural, armónico, un pequeño paso de baile ayudado por los dos metros de altura del polaco. El saque abierto a la derecha expulsa al rival de la cancha. En París, recién en el 11º juego ante Murray, luego de dos partidos de clasificación y otros dos triunfazos en las primeras rondas del principal (Kohlschreiber y Cilic), Janowicz enfrentó un terreno desconocido: el break point a favor del rival.

El resto del juego no es tan firme, pero si hay confianza, sale el revés a dos manos cruzado, el drive para subir, y los drops... El tie-break de segundo set lo ganó con una devolución de drop de revés invertido, así de extraño como suena. Desacostumbrado a los estadios de los torneos más importantes, Janowicz disfrutaba la oportunidad única: por momentos miraba a su entrenador, el finlandés Kim Tiilikainen, y levantaba las cejas en señal de asombro, como si no diera crédito a lo que estaba haciendo y le dijera: "¿Viste qué raro?". Ya cuando levantó el match point y comenzó a luchar el cierre del segundo set, internalizó que podría ser el ganador de la velada.

En esta época de tenistas con "nacionalidades líquidas", en la que una megaestrella rusa habla como estadounidense, un montenegrino es la nueva estrella canadiense, la nueva figura australiana habla en croata con su padre y los kazajos son rusos comprados, Polonia disfruta de un modesto revival. Brilla Agniezska Radwanska, finalista de Wimbledon, y acompañan su hermana Urszula, Lukasz Kubot y los doblistas Mariusz Fyrstenberg y Marcin Matkowski, clasificados al último Masters, con posibilidades de regresar. Caroline Wozniacki habla el idioma con sus padres polacos, pero nació en Dinamarca. Sabine Lisicki lo mismo: padres polacos, representa a Alemania, al igual que Angelique Kerber, que se suele entrenar en Polonia (su abuelo polaco le financió la carrera).

En ese contexto, Janowicz comenzó a pisar fuerte a partir de este año. Le tomó cuatro temporadas empezar a frecuentar el circuito ATP y todavía no había podido dejar los futures y challengers, sin apoyo oficial y sólo con las facilidades de las canchas de polvo de ladrillo en Łódź, ciudad industrial en el centro geográfico de Polonia. "Sólo ahora pusieron unas canchas rápidas indoor", explica como resignado.

Antes, Janowicz era demasiado protestón, se bajoneaba rápidamente si el trámite del partido no le favorecía y quedaba enganchado con lo que llamaba "mala suerte". En febrero, durante una Copa Davis, le preguntaron qué le faltaba para llegar al top 100. Su respuesta fue lógica: "140 posiciones". Su ranking era 240.

En mayo ganó un challenger en Roma; en junio alcanzó la tercera ronda en Wimbledon y cayó 7-5 en el quinto ante Florian Mayer. Ya dentro del top 100, logró los challengers de Scheveningen y Poznan. Recién esta semana en París, la última del año, logró un gran resultado en canchas rápidas, lo apropiado por su estilo de juego. Todavía no tiene contrato de ropa ni raqueta, lo que espera conseguir a partir de esta actuación. Este año cambió de modelo de raqueta, empezó a trabajar con otro preparador físico y decidió "pelear cada pelota".

La lucha hasta el final funcionó contra Murray. El campeón del US Open ya conocía a Janowicz: en 2009, en un partido de repechaje de la Copa Davis en Liverpool, el británico se impuso por 6-3, 6-4 y 6-3. Polonia puso llevarse esa serie, su primer triunfo en la Davis sobre Gran Bretaña. "Recuerdo que era muy joven y estaba muy contento de poder jugar con Murray", recuerda Janowicz. "No creía que podía ganar ese partido, sólo pensaba en jugar en mi mejor nivel y no perder 6-0, 6-0 y 6-0. La devolución de Murray es fantástica, ese día me contestaba el saque como si nada".

Esta vez, cansancio mediante, oportunidad perdida en el segundo y ganas de estar en Londres, Murray tuvo más problemas para restar. "No importa cómo termine esta semana", dice Janowicz. "Me tendré que sentar bien y ver qué pasó realmente". Todavía no lo puede creer.