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Los primeros africanos...

Ilustración Sebastián Domenech

BERLÍN -- Y de castigo nos mandaron a Zaire. Nuestra nueva casa, el estadio Azteca volador, se elevaba por encima de los cañonazos. Debajo quedaban los italianos gritando, quienes habían perdido la Copa de mano de unos seres superiores como son los brasileños y su eterno juego bonito.

Decía, ya mirábamos para otro lado, aburridos de tanto fútbol y olisqueábamos a un matrimonio joven en una playa del Caribe. ¡Qué ganas de estar con una mulata besándonos, tomando sol y nadando en un este mar transparente lleno de vida! ¡Y de tiburones! Porque de pronto, cuando el estadio Azteca tocó las olas del mar del Caribe, vimos unos lindos monstruos llenos de dientes dispuestos a morfarse a cualquier gallega o alemana.

Soñar, soñar, soñar, con una vida mejor. ¡Pero qué mejor vida que viajar por el tiempo, colgados de un estadio volador, aunque parezca un delirio! Pero también es cierto, por otra parte, ¡qué necesidad de mulatas, de criollas, de rubiecitas, de lo que pinte, tenemos desesperadamente!

Excitado en estos pensamientos locos, el cielo se oscureció y chau matrimonio besándose sobre una toalla, chau mulatas, chau tiburones, chau mar transparente del Caribe...

Frrrí, frííí y llegamos al frío casi polar de la Alemania siempre fría, aunque sea verano. Lo cierto es que este mundial tiene dos selecciones que hicieron historia, la famosa Naranja Mecánica y la Alemania Federal de Beckenbaue y Müller.

Pero esto no tiene importancia, ahora estamos todos llorando, pues hemos ido a parar a una pieza insignificante del barrio Kreuzberg, el barrio turco donde están bebiendo y fumando nuestros amigos los jugadores de la selección de Zaire.

El Café Burger está lleno de alemanas e italianas e inglesas rubias, elegantes y delgadas bailando música country con un vaso de vino en la mano.

Zaire, no ganó ningún partido, pero sus jugadores la están pasando cien puntos. Como todo morocho venido del África densa, son elegidos, "seleccionados", por las europeas a las cuales les interesa muchísimo este intercambio cultural con muchachos de remotas tierras.

Kakoko Etepe, delantero del equipo que no pudo convertir ni un gol, está entusiasmado y piensa quedarse a vivir en Alemania, acaba de conocer a Nikola Frienz, una estudiante de latinoamericanistica del Instituto Iberoamericano.

Mbungu Ekofo, Mialu, Mafu y Maku, mediocampistas del equipo incapaces de parar a nadie, ahora bailan una tarantela con italianas del Norte de Italia que han venido a Berlin a alentar a su selección natal.

Zaire perdió tres partidos y recibió una cantidad infinita de goles. Pero fue el primer equipo africano en llegar a Alemania. Por lo tanto, son toda una excentricidad, demasiado bienvenidos por el sexo femenino.

Por suerte, para los jugadores de Zaire, Berlin es una ciudad multicultural a la cual no le interesa tanto el fútbol, sino el intercambio a nivel humano que puede existir.

Para la historia de este pobre país africano, esta participación en el Mundial fue histórica pero también un verdadero papelón. Los jugadores no sabían ni las reglas y estaban más interesados en conocer Berlin u otra ciudad alemana que en jugar el Mundial.

Y yo diría que está perfecto. Nosotros, en el ruido del Café Burger, nos acercamos a los morochos que no paran de bailar y ni de casualidad les hablamos de fútbol. Queremos conocer chicas. ¡Y que mejor entonces que un africano en Berlin!

(continuará...)