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La ceremonia inaugural

MÜNICH -- Una impactante ceremonia de inauguración precedió al primer partido de la Copa del Mundo, en el que Brasil empató sin goles frente a Yugoslavia. De esta manera relató el periódico español La Vanguardia lo sucedido en este primer día de competencia.

Cuando el deporte del fútbol da lugar a estas manifestaciones estéticas y culturales, que acercan entre sí pueblos procedentes de los rincones más alejados del mundo, separados no sólo por enormes distancias geográficas, sino por motivos determinantes como son los antagonismos políticos, las competencias comerciales y las rivalidades sociales, y sin embargo al conjuro de fútbol se hermanan y se abrazan y brindan un espectáculo que reanima y reconforta, hay que reconocer una vez más que el deporte, por encima de las bajezas de la condición humana, es capaz de encaminar a los seres humanos hacia ideales de convivencia consoladora.

Justo a mi lado, en el sector público de la tribuna, el buen pueblo alemán, en el fondo, como todos los pueblos, sentimental e ilusionado, y hoy orgulloso de albergar el Mundial y satisfecho de presenciar este deslumbrante espectáculo inaugural, mientras soporta la lluvia que ha comenzado a caer, aplaude entusiasmado a todos los grupos folklóricos que van surgiendo de unas gigantescas medias pelotas de fútbol esparcidas por el terreno de juego y que se desgajan como grandes naranjas, donde han permanecido hasta su respectiva actuación.

Mi vecino es un joven alemán con gafas, bigote, barba y melenas, pero modoso y comedido, que se hincha de hacer fotos y aplaudir. Aunque no habla más que alemán y yo sólo conozco unas pocas palabras, tengo suficiente para entender que me dice que estamos presenciando un bello espectáculo.

La gran coreógrafa yugoslava Desanca Dordevic, un conjunto alemán que actuó en los Juegos Olímpicos de 1936, tangos uruguayos de Niágara Trujillo y Ulio Marsico, el famoso acordeonista sueco Pepparn, la nostálgica cueca chilena, reminiscencias de inmigrantes australianos, danzas zairéñas, el alma popular búlgara, gaitas escocesas, el ballet alemán oriental de Frank Schoebel, las danzas y canciones religiosas haitianas, bailes aledaños de los holandeses, el pianista argentino Ariel Ramírez, compositor de la «Misa Criolla», y otros artistas criollos, los vistosos «sbandieratori» italianos, la joven cantante polaca Maryla Rodowicz, que cantó «El mundo juega ai fútbol», y finalmente un ballet brasileño con sus ritmos de ascendencia africana, encabezando grupos de otros destacados artistas, han mantenido encandilado al púbico durante dos largas horas.

Uwe Seeler y «El rey» Pelé intercambiaron obsequios en el centro del campo, aplaudidos por el público, y un grupo de dos mil niños y niñas como blancas palomas invade el césped y dibuja sobre el suelo el conocido emblema del Mundial. Un dirigible sobrevuela el estadio. Pronuncian discursos rituales y protocolarios el señor Neuberger, presidente del Comité Organizador del Mundial, y sir Stanley Rous, hasta ahora presidente de la FIFA. Luego, el doctor Heinemann, presidente de Sa República Federal, declara inaugurado el Mundial.

Suena el himno nacional alemán y ya solamente falta que transcurran quince minutos para que dé comienzo su primer partido, entre Brasil y Yugoslavia, en el que se han enfrentado dos seleccionadores jóvenes: Zagallo, de 42 años, y Miljanie, un año mayor.

Dirigió el encuentro el suizo Rudolf Seheurer, de aventajada estatura y 49 años de edad. Un poco mayor, pues, que los seleccionadores, y con un historial de 20 partidos internacionales, lo que puede perjudicar a ios brasileños o beneficiar a los yugoslavos, como ustedes prefieran.

Ha sido un gran partido, pero seguramente para muchos decepcionante, porque se ha jugado con excesivas precauciones y gran preponderancia de los defensas sobre los delanteros. Yugoslavia, con su hombre libre Bulján, y Brasil, con una fuerte defensa en línea, han mantenido imbatidas sus puertas.

Las nuevas figuras brasileñas no han hecho olvidar a los viejos ídolos. Lo mejor de los yugoslavos ha sido su bloque compacto, sin concesiones ni fisuras. El Mundial que algún famoso pronosticó como goleador ha comenzado sin goles. El gran objetivo de Müller, que es batir el récord absoluto de Fontaine, con trece goles, parece a primera vista una meta difícil de alcanzar.