ROMA -- "Galíndez, el masajista de Argentina, me dio algo para tomar. Y esto es una cosa que va a quedar en la historia del fútbol, porque yo tuve problemas serios. No sé qué preparados tenía aquel agua, porque después de que bebí comencé a quedar tonto". Las palabras de Branco tras el partido entre Argentina y Brasil por los octavos de final de la Copa del Mundo 1990 confirmaron lo que para muchos había sido notorio durante el juego: el cuerpo técnico encabezado por Carlos Bilardo alteró el agua para generar problemas en los jugadores rivales. Esa no fue la principal razón del triunfo albiceleste, claro está, pero sí uno de los motivos que siempre serán recordados.
Argentina superó la primera fase con mucha angustia, después de perder el partido inaugural frente a Camerún, de empatar ante Rumania y de vencer a Unión Soviética. Con el arquero Nery Pumpido fracturado y ya fuera del torneo y con un Diego Maradona en inferioridad física, el campeón del mundo reinante llegaba en inferioridad de condiciones a enfrentar a Brasil, uno de los máximos favoritos. El Scratch había ganados sus tres encuentros frente a Suecia, Costa Rica y Escocia y tenía un plantel dispuesto a vengar las injustas eliminaciones de 1982 y 1986. Sin embargo, el "bidón" y Caniggia se interpusieron y le otorgaron a Argentina uno de los clásicos más trascendentes de la historia.
Como pocas veces se da en un enfrentamiento entre dos rivales de semejante envergadura, había un candidato indiscutible. Brasil venía de menor a mayor y era, junto a Alemania Federal, el gran favorito a dar la vuelta olímpica. Aunque ya no contaba con el genio de Sócrates ni de Zico, tenía a Careca, Alemao, Branco y Romario, entre otros. Además, el cotejo se disputó en el estadio Delle Alpi de Turín, donde a la Argentina de Maradona se le tenía más odio que simpatía. Es decir, que estaba todo dado para un triunfo de la Verdeamarela, como en 1982. Sin embargo, el fútbol volvió a reírse de los pronósticos y el equipo de Diego hizo el milagro.
El primer tiempo fue un verdadero monólogo de Brasil. El conjunto de Sebastião Lazaroni atacaba por los extremos, por el medio, por arriba, por abajo. Sergio Goycochea nunca tuvo tanto trabajo en su carrera. Tampoco jamás tuvo tanta suerte. Los palos y el travesaño jugaron para él y sólo se fue al descanso con la valla invicta porque los delanteros brasileños no estuvieron finos para la definición. Y porque contó con una ayuda externa, claro. Externa al reglamento.
Pocos minutos antes del final de la etapa inicial hubo una infracción contra Pedro Troglio y el juego se detuvo. Entonces, ingresaron los integrantes del cuerpo técnico para asistir al lesionado y además para darles agua al resto de los futbolistas, que necesitaban refrescarse debido al intenso calor. El brasileño Branco recibió una botella, bebió un poco y se tiró en el rostro. Segundos después quien quedó tendido fue Diego Maradona y volvieron a ingresar a la cancha el médico y el masajista. Esta vez, a Branco le ofrecieron el famoso "bidón", mientras que sus rivales tomaban de botellas de cristal.
Diego Maradona confesó el hecho después: "Nunca sufrí tanto en una cancha como en ese partido. No podíamos cruzar la mitad de la cancha. Ellos llegaban siempre antes que nosotros, que escuchábamos, pim, pum, ruido de palo, de travesaño, Goyco iba de acá para allá. El único que no llegaba era Branco. En la barrera me miraba y me decía: «Diego, vos tenés la culpa». Cuando algunos fueron a tomar agua, casi la toma Olarticoechea. Yo le dije: «¡No, Vasco, no!». En cambio a Valdo le decía: «Andá, Valdito, tomá que hace un calor bárbaro». Se dieron cuenta, pero Branco se la tomó toda, pateaba los tiros libres y se caía, veía nublado. Alguien picó un tranquilizante en el bidón y se pudrió todo".
En el entretiempo, el entrenador Carlos Bilardo estuvo catorce minutos en silencio, caminando ante la mirada de sus dirigidos. Cuando sonó la chicharra para volver al campo de juego sólo dijo una frase: "Si se la seguimos dando a los de amarillo, vamos a perder". Al parecer, esa frase sirvió, porque en el complemento Argentina mejoró un poco y salió del asedio, aunque Brasil seguía atacando con determinación y merecía el triunfo sin ninguna duda.
A los 35 minutos del segundo tiempo sucedió algo que nada tuvo que ver ni con el bidón ni con la suerte ni con los antecedentes. Algo que sólo fue posible por el talento inconmensurable de Maradona y por la frialdad de Claudio Caniggia. El Diez argentino recibió la Etrusco único en su campo, en pleno círculo central. Eludió a Alemao y luego dejó desairado a Dunga. Siguió algunos metros más y, casi sin fuerzas habilitó de forma magistral a Caniggia, quien había hecho un excelente movimiento para quedar sólo en la puerta del área. Recibió en la media luna, gambeteó a Taffarel y entró en la historia.
Así comentó el partido el diario La Vanguardia de España: "Una sola intervención de Máradona, con pase en profundidad a Caniggia, ha dejado a Brasil fuera de combate. El Mundial de Italia ya no será lo mismo sin los brasileños, un equipo que prestigia y da ambiente a todas las competiciones en las que interviene. Pero Brasil, pese a que Sebastiao Lazaroni aceptó el reto de "europeizar" el equipo, vuelve a quedar fuera prematuramente en la Copa del Mundo... Ahora, Argentina, dejará atrás todas las crisis gracias a esa jugada de Maradona y llevará la etiqueta de claro favorito cuando se enfrente, el día 30 en Florencia, al ganador de la eliminatoria España-Yugoslavia".
Los diez minutos finales sólo fueron para cumplir. La imagen del arquero brasileño arrodillado mientras los argentinos celebraban el gol era simbólica, el resultado ya no podría ser modificado. Como decenas de veces en las seis décadas mundialistas, una vez más el punto le ganaba a la banca. Muchos podrán decir que Argentina ganó con armas sucias, que "envenenó" a sus rivales, que no jugó de forma limpia. Puede ser cierto, como también lo es que lo que definió el partido no fue un error de Branco ni una acción por fuera del reglamento de un defensor argentino. Lo que cambió el rumbo del encuentro fue una jugada extraordinaria y una gran definición. Es decir, fue el fútbol en estado puro.