ROMA -- "El festejo tras atajar el penal de Serena contra Italia en la semifinal es mi mejor recuerdo del Mundial 90. Fue la representación más lúdica de lo que es este fútbol bendito: correr con un estadio enmudecido y escuchar sólo el grito de mis compañeros… fue como haberle atajado un penal al Gordo Mario en una canchita de Lima, mi pueblo. Me llevó a eso, ¡aunque lo que se jugaba en Italia era mucho más importante!". Las palabras son de Sergio Javier Goycochea, gran protagonista de una de las Selecciones más heroicas de la historia.
Antes de la Copa del Mundo de Italia 1990 Goycochea era un arquero aceptable, que había jugado cinco años en River Plate y en la temporada anterior al torneo mundialista lo había hecho en Millonarios de Bogotá. Llegó al plantel en silencio, como suplente del campeón del mundo Nery Pumpido. Sin embargo, su destino cambió en el segundo partido frente a Unión Soviética, cuando el guardavallas titular chocó con su compañero Julio Olarticoechea y sufrió una fractura de tibia y peroné.
Entonces, el desconocido Vasco tuvo que entrar y demostrar su personalidad en un momento caliente, ya que una derrota eliminaba al equipo en la fase inicial. Ese día Goycochea tuvo una actuación aceptable y Argentina venció 2-0 al conjunto soviético. "Me quedó una sensación agridulce, porque cumplí mi sueño de jugar un Mundial pero fue por la lesión de un compañero. La condición de arquero suplente es así", afirmó el jugador nacido en Lima tiempo después.
Tras el empate frente a Rumania, la Albiceleste obtuvo una victoria histórica contra Brasil en octavos de final. Goycochea mostró un gran nivel, aunque la suerte lo acompañó como pocas veces en su vida. La Verdeamarela tuvo una gran cantidad de opciones de gol, pero no las pudo concretar por incapacidad en la definición y por el trabajo defensivo del conjunto albiceleste.
En cuartos de final nació el mito Sergio Goycochea. Los 120 minutos finalizaron empatados en 0-0 y la clasificación a semifinales se definió en los tiros desde el punto penal. Diego Maradona falló el tercero y mientras masticaba bronca por eso se encontró con el arquero, quien confiado le dijo: "quédate tranquilo, monstruo, que atajo los dos". Minutos después el futbolista número doce detuvo los disparos de Brnov y Hadzibegic y casi automáticamente se convirtió en leyenda.
"Sentí una rabia terrible cuando erré el penal. Ivkovic ya me había atajado uno en Nápoli. Menos mal que Goyco me salvó a mí, a Troglio. Nos salvó a todos en realidad". Hasta Diego Maradona se rindió ante las manos del arquero argentino.
Además del mito del "atajador de penales", el día del partido frente a Yugoslavia en el estadio Artemio Franchi de Florencia nació una cábala: "Había tomado mucho líquido y, a diferencia de los jugadores de campo, no lo perdí porque no corrí. Acumulé mucho y me vinieron ganas de orinar. Como no podía ir al vestuario, le pedí a mis compañeros que me cubran y oriné en el campo de juego. Ya contra Italia, por cábala, lo provoqué de nuevo. Y salió bien".
En la semifinal frente al combinado anfitrión nadie esperaba una victoria de Argentina. No sólo por la importancia de la localía, sino también por el juego mostrado por ambos conjuntos durante el campeonato. Sin embargo, la Selección dirigida por Carlos Bilardo jugó su mejor partido del Mundial y logró un empate 1-1 en los 120 minutos reglamentarios. Una vez más, había que definir por penales. Y una vez más, Goycochea se hizo enorme.
Franco Baresi, Roberto Baggio y Luigi De Agostini convirtieron sus remates, al igual José Serrizuela, Jorge Burruchaga y Julio Olarticoechea. Entonces, le llegó el turno a Roberto Donadoni, quien no pudo con el gran Goycochea. Luego Maradona convirtió. Y entonces Goyco tenía la gran oportunidad en sus manos. Como siempre en esta Copa del Mundo, Goycochea la aprovechó y se quedó con el remate. Su carrera loca hacia el abrazo con sus compañeros después de la atajada es uno de los momentos más emotivos de la historia del fútbol argentino. San Sergio lo hacía de nuevo.
Si ya era un ídolo con todas las letras, en la final Goycochea estuvo a punto de convertirse en una deidad para el pueblo argentino. A cinco minutos del final del encuentro ante Alemania Federal, Roberto Sensini derribó en el área a Rudi Völler y el árbitro mexicano Edgardo Codesal cobró penal. Andreas Brehme remató y el arquero estuvo a milímetros de evitar el gol, aunque no pudo. Así lo cuenta el protagonista: "Pensé que iba a ir a media altura, y no digo que fue por eso que no lo atajé. Es que los tiros que van abajo son más complicados, requieren de dos tiempos: uno para arrancar hacia la punta y el otro para bajar. Intuí la punta y no llegué por poco. Me faltó algo de fortuna".
De esta manera lo recuerda el otro protagonista de esta historia, el alemán Brehme: "Lo peor fue la espera de seis o siete minutos antes de que pudiera tirarlo. Los argentinos estuvieron discutiendo ese tiempo con el árbitro y sacaron el balón del campo. Pero cuando me metí en el área me concentré en el disparo y batí a Goycoechea".
La de Goycochea es sólo una más de las historias de futbolistas que llegan a una Copa del Mundo casi como anónimos y se retiran entre las luces de los flashes y el amor de los hinchas. Goycochea se ganó el cariño eterno de un pueblo gracias a cuatro penales. Parece poco, pero en realidad es lo que transforma a una simple campaña mundialista más en una epopeya.