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Inglaterra deja pasar una chance histórica y se despide del Mundial

El equipo de David Beckham no estuvo a la altura de las circunstancias Getty Images

BUENOS AIRES -- Los hinchas ingleses dejan el estadio de Shizuoka con la desilusión habitual con la que suelen irse de cada copa del mundo. Después de un torneo ascendente en el que el equipo inglés fue creando muchas expectativas, y tras dilapidar una clara ventaja ante Brasil, Inglaterra acaba de caer 2-1 en los 4tos de final de Corea del Sur-Japón 2002 y se despide otra vez de un Mundial sin pasarle cerca al título.

Inglaterra cerró hoy un ciclo de ilusiones y desilusiones que comenzó hace más de dos años en las eliminatorias europeas. El equipo de Sven Goran Eriksson arrancó perdiendo 1-0 en Wembley ante Alemania pero en los meses siguientes logró revertir la situación y llegó a la última jornada dominando el grupo tras una impresionante goleada 5-1 frente a los alemanes, en Múnich. Con un punto de ventaja, el equipo inglés necesitaba vencer a Grecia en Londres para asegurarse el pase directo al Mundial.

Ese día de octubre de 2001, David Beckham se convirtió en héroe nacional al salvar con su exquisita pegada a un equipo que no sabía cómo evitar el papelón. Con su golazo de tiro libre en tiempo de descuento los ingleses empataron 2-2 y como Alemania también tropezó de local -igualó 0-0 ante Finlandia- se clasificaron primeros en el grupo.

Con tamaño antecedente, según los ingleses uno de los grandes momentos de la historia de su selección, Inglaterra llegó a Corea y Japón con Beckham como su líder natural. Y si bien el equipo no se mostraba demasiado confiable, el debut fue un frustrante 1-1 ante Suecia tras ir en ventaja, los ingleses no perdían la ilusión de que el talento individual del plantel los llevaría lejos en el Mundial.

Beckham revalidó su condición de capitán y figura de Inglaterra en la segunda jornada. Bajo el cielo negro del domo cerrado de Sapporo anotó de penal el tanto de la victoria 1-0 ante Argentina. Una revancha esperada por los ingleses desde la "mano de dios" en 1986 y por el propio Beckham desde su expulsión en 1998.

En la última jornada del grupo F, mientras Suecia empataba con Argentina y la dejaba afuera, Inglaterra cumplió la formalidad de igualar sin goles ante Nigeria en un partido donde ningún quiso lastimar al rival. Así, se metió en octavos de final. Clasificada y después de superar a su némesis sudamericana, Inglaterra empezó a posicionarse como candidato. Su público y sus jugadores confiaban que, esta vez sí, era posible alcanzar el título.

En octavos de final, un tiempo fue suficiente para liquidar el partido ante Dinamarca. Al entretiempo, la voluntad de ese equipo ya había hecho el trabajo de asegurar un lugar en la siguiente ronda. Rio Ferdinand, Michael Owen y Emile Heskey habían puesto un 3-0 que luego fue final. Semejante despliegue de velocidad y capacidad técnica, semejante goleada no hacían más que confirmar que los astros parecían alinearse para Inglaterra.

Cuando se confirmó que el rival de cuartos era Brasil no importó demasiado. La confianza de los ingleses estaba alta y sabían que era un momento ideal para enfrentarse al campeón de siempre, que venía ganando pero sin brillar. El partido se presentó como una final anticipada, ya que el ganador jugaría la semifinal ante un novato, Senegal o Turquía. El camino a la final parecía allanado para el que estuviera a la altura de las circunstancias.

Inglaterra comenzó el encuentro con un nivel que podría haberle alcanzado para ser campeón del mundo. Neutralizó a Brasil y le impuso su ritmo al partido. Cuando a los 23 minutos Owen aprovechó un horror de Lucio y abrió el marcador era justo que los ingleses estuvieran al frente. Sus hinchas cantaban y bailaban extasiados por un destino de gloria que por fin parecía irremediable. Los brasileños palidecían ante la imagen de una verdeamarelha vestida de azul que no acertaba con los colores de su historia.

Pero en un instante, fatídico para los ingleses, todo cambió. Como si la Tierra hubiera variado su eje, como si los dioses hubieran abandonado el interés por ver a los británicos levantando otra vez la copa. Como si lo que lo que ocurría ya no debiera ocurrir. Es injusto explicar un proceso por un momento, pero siempre hay una fracción que define a su totalidad. Un signo de su tiempo.

En 1966, cuando Inglaterra fue campeón por única vez, hubo un instante en que los jugadores ingleses pasaron de temer por la obligación de ser campeones ante su público a disfrutar del camino a la gloria que tenían marcado. Bobby Moore, lo explicó así: "Antes del partido contra Uruguay era un trabajo atarse los botines, temblábamos como gelatina. Después, no hubo un rastro de nervios. No recuerdo un equipo que haya disfrutado tanto de su fútbol".

El equipo de 1966 había conquistado sus temores. El de 2002 sucumbió ante la tibieza de su estrella. Cuando en el tiempo de descuento de la primera parte Beckham eligió saltar antes que recibir un posible golpe de Roberto Carlos o de Roque Junior, y le regaló la pelota a Brasil, las graves consecuencias de ese pequeño acto de auto-preservación no estaban claras. Doce segundos después y 70 metros hacia el campo inglés, cuando Rivaldo igualó el partido, todo comenzó a tener un sentido trágico.

Está claro que Beckham no fue el culpable de todo. Que luego Paul Scholes perdió la pelota, que Ronaldinho corrió media cancha sin que Ashley Cole, Sol Campbell ni Ferdinand supieran que hacer con él, que cuando asistió a Rivaldo para definir tampoco David Seaman dio la cara por el equipo. Pero ese instante de cobardía definió el destino inglés en esta copa del mundo.

Después de ver a su héroe eludir la pelea, quitar su cuerpo, preservarse de un golpe que terminó por impactar en todo el equipo, el conjunto pareció resquebrajarse. La Inglaterra que salió a jugar la segunda parte estaba condenada como el César de Shakespeare. A los 5 minutos, un inofensivo tiro libre desde muy lejos de Ronaldinho sorprendió a una floja reacción de Seaman. Todo estaba definido. Los ingleses empujaron hasta el final pero incluso cuando Brasil quedó con diez, por la expulsión de Dinho, no supieron que hacer. El partido terminó 2-1 y el gigante sudamericano se metió en la semifinal como el gran candidato que siempre es.

Beckham pateó corners y tiros libres, pero no pudo recuperar ese instante del pasado donde saltó en vez de trabar. El sueño inglés volvió a transformarse en tragedia teatral. La nueva ilusión terminó en el mismo desencanto. El título de 1966 se parece cada vez a un milagro y la semi de Italia '90 a una epopeya. Esta tarde, otra vez, los cuartos de final fueron la estación terminal. No hubo héroe esta vez, ni tiempo de redención. Parecía estar escrito, que el sueño de Inglaterra debía morir. Al menos, hasta dentro de cuatro años.