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Historia de los JJOO - Roma 1960

BUENOS AIRES -- Desde Abebe Bikila, el maratonista descalzo, pasando por Wilma Rudolph, la Gacela Negra, hasta la aparición de los boxeadores Classius Clay y Nino Benvenutti, entre varios otros hechos salientes, Roma 1960 representó un capítulo importantísimo en la historia olímpica.

Primero que nada, porque los Juegos se realizaron en la ciudad donde el emperador Teodosio el Grande, aconsejado por las autoridades cristianas, a través de San Ambrosio, obispo de Milán, abolió los Juegos Olímpicos de la Antigüedad por considerarlos paganos.

Dieciséis siglos después, un día antes de la inauguración de la XVII edición de la Era Moderna, el Papa Juan XXIII recibió, en una impresionante audiencia especial, a todas las delegaciones. El Pontífice mencionó la conversación entre Pío X y el Barón de Coubertin en 1905 e invitó a los deportistas a meditar sobre la "alta dignidad del atleta". Las Olimpiadas contaban desde ese momento con la bendición papal.

El segundo de los motivos lo constituyó la aparición de una juventud que no había tenido parte activa en la Segunda Guerra Mundial y, con ella, una revolución en la relación técnica-deporte, convirtiendo en un recuerdo la llamada preparación artesanal.

Tercero, porque el COI, que desde su fundación mantuvo una dura lucha en defensa del amateurismo, eliminando el tenis y el fútbol profesional, da su primer signo de apertura, al permitir el pago a los atletas de los salarios perdidos.

ESCENARIOS IMPACTANTES
Roma sabía que la organización era costosa, pero que, a la vez, tenía su rédito. Y en su caso particular los Juegos eran la mejor propaganda para solidificar el incipiente turismo. Por si esto fuera poco, la capital italiana ofrecía un marco incomparable para acoger el espectáculo olímpico.

Aprovecharon los memorables e históricos escenarios de la antigua civilización romana. La gimnasia se realizó en las Termas de Caracalla; la lucha, en la Basílica de Majencio y la maratón pasó por la Vía Apia y la llegada fue en el Arco de Constantino.

Con el dinero proveniente del TotoCalcio (quiniela futbolística) planificaron construcciones modernas y técnicamente perfectas: el Palacio de Deportes sobre una colina, el Palazetto, el velódromo con piso de madera, la pileta de natación con el agua automáticamente climatizada entre 22 y 24 grados y con ascensor para los saltadores, y la Villa Olímpica, con unos diseños que la convirtieron en ejemplo de la arquitectura deportiva moderna.

El estadio del Foro Itálico, obra de Mussolini inaugurada en 1935, fue adecuado a las nuevas necesidades, y el aeropuerto internacional de Fiumicino dio a luz gracias a los Juegos.

La televisión empezó a hacer sentir su poder. La red Eurovisión distribuyó la señal a toda Europa y las cintas magnéticas grabadas se llevaron diariamente por avión a Japón y Estados Unidos, que por enlaces terrestres hizo llegar las imágenes a México.

ETIOPÍA MÍA
Delgado, muy delgado, hasta parecía que la piel estaba pegada a sus huesos, espigado, de largas piernas, de largos brazos, un fino bigote en ese negro rostro y los pies descalzos imponiendo su ley sobre las antiguas calzadas de la Ciudad Eterna. La imagen del etíope Abebe Bikila, pasando entre las antorchas encendidas de los carabinieris italianos, impactaba fantasmagóricamente en la noche y se transformaba en una mágica visión proveniente de otros tiempos.

Como si ese soldado de la guardia personal del emperador Haile Selassie no sólo hubiese venido a Roma para ganar la maratón, sino para
revindicar a su pueblo en la línea de llegada, el famoso Arco de Constantino, de donde partieron, 25 años atrás, las tropas de Mussolini para conquistar Abisinia (como se llamaba entonces Etiopía) y su capital Addis-Abeba.

Miembro de una numerosa y pobre familia campesina, Abebe Bikila se enroló en el ejército cuando contaba 17 años, como una solución para conseguir sustento.

El destino lo puso en manos del talentoso entrenador sueco Onni Niskanen, quien al observar los duros recorridos de la Guardia Imperial, vio en él a un diamante en bruto y se dispuso a transformarlo en una preciosa joya.

Sobre la base de novedosos entrenamientos, fortalecidos con baños sauna y largas carreras en carretera, el estilo de Bikila fue evolucionando hasta convertirse en una perfecta máquina de devorar kilómetros.

Bikila corrió descalzo no por placer. El entrenador estudió sus tiempos, tanto con zapatillas como sin ellas, y comprobó que efectivamente Bikila era más rápido sin calzado alguno.

Este fue el hecho que asombró al mundo: un atleta del continente más pobre y en plena descolonización ganaba descalzo la maratón olímpica. No sólo se quedaba con el oro, sino que mejoraba en casi ocho minutos el récord olímpico. Y como si ambas cosas fuesen poco, había perdido apenas 350 gramos de peso en los exigentes 42km195, muy por debajo del promedio de cuatro kilos que solían perder los maratonistas de la época.

A su regreso de Roma, Bikila fue recibido como héroe nacional en su tierra natal y el emperador le cambió la medalla de oro por un anillo de diamantes. Esta es la primera parte de la vida de este etíope, el primer vencedor africano en los Juegos Olímpicos y considerado el atleta que indicó el camino a los fondistas de ese continente. En Tokio 64 y México 68 volveremos a hablar de él y de su trágico final.

LA REINA DE LOS JUEGOS
El armonioso físico, la agilidad y elegancia de los desplazamientos, el sutil movimiento de los brazos, configuraban la bella estampa de atleta Wilma Rudolph. La bautizaron con justicia la "Gacela Negra", porque todo lo suyo era velocidad y suavidad, como si el esfuerzo no existiera para ella y el correr fuese un don natural.

Cautivaba al observarla tanto en la pista como cuando caminaba alegremente en la Villa Olímpica. También con justicia, la proclamaron la reina de los Juegos de Roma, tras sus victorias en 100 y 200 metros, y en la posta 4x100 de los Estados Unidos.

Pero detrás de esa estupenda mujer se escondía el drama de su terrible niñez. Nació en un ghetto negro en Clarksville, Tennessee. Era la vigésima descendiente de un matrimonio que tuvo 22 hijos. Vio a luz con un poco más de dos kilos e importante deficiencias físicas.

Sobrevivió a pesar del pronóstico de los médicos. Al poco tiempo, la poliomielitis paralizó su pierna izquierda. A la par, sufrió neumonía doble y escarlatina. En una región racista, en que los negros no tenían acceso a ciertos hospitales, la madre y los hermanos llevaron a la pequeña a través de varios kilómetros para salvar su vida.

Le anunciaron que no iba a volver a caminar. De los tres a los cinco años se movió en silla de ruedas. Los permanentes masajes en los que se turnaba toda la familia y el amor que la rodeaba le daban esperanzas a Wilma.

Le colocaron dos hierros en la pierna y comenzó a movilizarse con dificultad. La lucha era intensa. Masajes, ejercicios y un caminar que evolucionaba. Un día, cuando ya tenía 11 años, estaba en la iglesia de su pueblo y decidió quitarse los hierros de la pierna. Ante la alegría general, caminó normalmente. "Milagro", escuchaba, cuando en realidad era obra de su esfuerzo y del de su familia.

Jugó al básquetbol en la escuela y sorprendió su velocidad. La eligieron para practicar atletismo y empezó a sobresalir.

En Melbourne 1956, cinco años después de aquel milagro, fue medalla de bronce en la posta 4x100. En los Panamericanos de Chicago 1959 ganó la medalla de oro en 100 metros. En Roma fue la reina y, en 1961, se convirtió en la recordwomen mundial de los 100 metros, con 11s2. Esa fue su corta y fructífera carrera deportiva.

Cuando regresó de los Juegos Olímpicos, al llegar a su ciudad natal se encontró con una fiesta que por primera vez reunía a negros y blancos. Eso le indicó cual sería su futuro: luchar por la integración racial. Cuando murió en 1994 su ataúd fue enterrado cubierto por la bandera olímpica.

Como escribió Nancy Nikerson: "Wilma será recordada no sólo por sus medallas de oro, sino también por su determinación para vencer sus incapacidades físicas y por cómo supo superar el racismo y la segregación de su tiempo".

DE ROMA AL MUNDO
De entrada llamó la atención aquel boxeador negro norteamericano, de 18 años, que se presentaba en la categoría semipesado. En los cuartos de final venció con facilidad al soviético Gennadiy Schatkov, medalla de oro de los medianos en Melbourne y en la final se encontró con el polaco Zbiegniew Pitrzykowski, tres veces campeón europeo.

El ágil morenito se dedicó a bailar alrededor del polaco, puntear y fintar sin darle posibilidades a su adversario de aplicar algún golpe. Pero, en el tercero, realizó una verdadera exhibición abriendo la ceja y partiendo la nariz del veterano de 250 peleas.

Se trataba de Classius Clay, el boxeador que según decían "volaba en el ring como una mariposa y tenía en sus puños el aguijón de una abeja". Un mes después de lucir la medalla de oro, Clay, el Muhammad Alí, pasaba al profesionalismo para deslumbrar en el mundo de los pesados, hasta ser el más grande de todos los tiempos.

DATOS COMPLEMENTARIOS
Benvenuti, una figura a la sombra de Clay
Si no hubiese estado Classius Clay, el rey del boxeo de Roma hubiese sido el italiano Giovanni "Nino" Benvenuti, que con su elegante esgrima y potente pegada destruyó al soviético Yuri Randoyak para quedarse con la medalla de oro de los medianos.

Nino pasó al profesionalismo al año siguiente y su carrera fue brillante. Fue campeón mundial juniors, campeón europeo y, el 17 de abril de 1967 se proclamó campeón mundial de los medianos, al vencer al estadounidense Emile Griffith. El 28 de septiembre de ese mismo año lo perdió ante Griffith, al que volvió a enfrentar en el 1968 para recuperarlo.

Después de cuatro defensas, se encontró con el argentino Carlos Monzón el 7 de noviembre de 1970, que lo dejó fuera de combate en el duodécimo round y en la revancha le pasó lo mismo, pero en el tercer asalto. Ese fue el fin de su carrera profesional, con 82 triunfos, 35 por knock out, en 90 combates.

El yachting argentino plateado
Los argentinos Jorge Salas Chávez, Héctor Calegaris y Jorge Del Río, con el yate Tango, obtienen la medalla de plata de la Clase Dragón, al finalizar segundos tras el barco griego Nirefs, que contaba entre sus tripulantes al príncipe heredero Constantino, por entonces Duque de Esparta.

La otra medalla que logró la Argentina fue la de bronce del boxeador liviano Abel Laudonio.
Brasil consiguió dos medallas de bronce a través del básquetbol y del nadador Dos Santos en 100 metros libre. México, con Juan Botella Medina en salto ornamentales desde trampolín, y Venezuela, con el tirador Enrico Forcella, obtuvieron una de bronce. Esta fue toda la cosecha de Latinoamérica.

Alto nivel deportivo
Deportivamente los Juegos de 1960 tuvieron un altísimo nivel y la mayoría de los récords olímpicos y algunos mundiales fueron superados.

En atletismo se establecieron 25 nuevas marcas, seis de ellas de carácter mundial, incluidas las postas de varones 4 por 100 (Alemania) y 4 por 400 (Estados Unidos).

El australiano Herbert Elliott llevó su propio registro de 3m36s 3 a 3m35s5, el italiano Livio Berruti, igualó el de 200 metros, con 20s5; el norteamericano Otis Davis y su escolta el alemán Carl Kaufmann, con 44s9, fueron los primeros en quebrar de los 45s para los 400 metros, y la soviética Lyudmila Shevtsova, igualó su registro de 2m04s3 para los 800 metros, distancia que retornaba a los Juegos después de una ausencia de 32 años.

El rubio alemán Armin Hary, sospechado de adelantarse en las partidas, sobresalió en los 100 metros, junto a él sorprendieron los neozelandeses Peter Snell, en 800 metros, y Murray Halberg, en 5.000 metros.

Otros hechos destacados
* Básquetbol: Diez de los 12 integrantes del equipo estadounidense, que ganó la medalla de oro fueron notables figuras de la NBA. Entre ellos, Oscar Robertson, Jerry Lucas y Jerry West.

* Periodistas: 2.147 hombres de prensa cubrieron la información de los Juegos para diarios, revistas, radios y televisión.

* Medallas: la Unión Soviética acumuló 43 medallas de oro, 39 de plata y 31 de bronce contra 34, 21 y 16 respectivamente de los Estados Unidos. Italia se ubicó en el tercer lugar (13-10-13) y Alemania en el cuarto (12-19-11).

* Ganadores inesperados: Paquistán venció a la India por 1 a 0 y terminó con su reinado de siete medallas de oro olímpicas y de la serie de 30 partidos invictos. En remo, el ocho con timonel de los Estados Unidos perdió con Alemania, que le puso fin a sus ocho éxitos consecutivos.

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