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Las peleas más grandes

Nota del editor - Todos los fanáticos del boxeo tienen una pelea que vive por siempre en su memoria. Acá va una lista de las peleas más memorables según los redactores de boxeo de ESPN.com...

Era el bien contra el mal. Evander Holyfield vs. Mike Tyson, Parte I. 9 de noviembre de 1996.

Holyfield parecía acabado al llegar al épico encuentro, habiend perdido dos de sus cuatro peleas previas. Y era entendible porque llegaba 25-1 abajo en las apuestas ante el boxeador pesado más temido del mundo.

En ese momento, Tyson era el personaje más odiado en el deporte. Crudo. Arrogante. ¿Loco? La ilusión de verlo caer era grande, pero poco realista.

Pero luego sucedió.

Holyfield, sin sentirse intimidado, toreó al torero. Consistentemente le llegó a Tyson con sus puños, lo asedió en el juego interior, tomó todo lo que el campeón le ofreció y luego fue por más.

Al principio, los fanáticos no podían creer lo que veían, pero enloquecieron a medida que la pelea avanzaba, entendiendo que era un momento histórico, mientras los reporteros celebraban para adentro.

Llegado el final, cuando la pelea fue detenida en el undécimo asalto, Tyson lucía golpeado y desde ese momento nunca volvería a ser el mismo. Y si Holyfield ya no era una leyenda, definitivamente se convirtió en una entonces.

Fue una buena noche para los buenos muchachos.
-- Michael Rosenthal, San Diego Union Tribune


Cuando has visto peleas durante toda tu vida, es difícil elegir "la más grande", pero sigo volviendo a la sucedida el 11 de diciembre de 1982, en el Auditorio Memorial en Sacramento, Calif. Esa noche, Bobby Chacon vivió el sueño que pagó demasiado caro obtener.

Chacon peleaba con Rafael Bazooka Limón, un hombre al que no le importaban las reglas. Y eso quedó en evidencia cuando enfrentó a Chacon, contra quien acumulaba un récord de 1-1-1 mientras se preparaba para defender su cinturón liviano júnior del retador de 31 años.

La esposa de Chacon, Valerie, no quería que su esposo siguiera boxeando y por ello decidió suicidarse, matándose de un tiro con Chacón escuchando desde el otro lado de la línea telefónica en un cuarto de hotel de Sacramento.

A pesar de esto, peleó su siguiente pelea con el corazón roto, y rápidamente se encontró con un combate por el título ante su archienemigo, a quien había llegado a odiar.

Su último encuentro fue un asunto barbárico en el que Limón tiró a Chacón en el tercero y décimo asalto y le quebró la nariz con un cabezazo en el cuarto, mientras absorbía un brutal castigo para sí mismo. La imagen más clara de lo que fue la pelea se vio en el 13º asalto cuando se encontraron de forma simultánea: Chacón aterrizó una derecha terrible en el mismo instante que la zurda del campeón lo alcanzaba duramente.

Para el 15º asalto todos sabían que el futuro de Chacón quedaría decidido por esos tres minutos finales. Ensangrentado y exhausto, tuvo un último momenot de gloria, pegando dos derechas consecutivas con 17 segundos por pelear, que tiraro a Limón. El campeón se levantó cuando la larga y lenta cuenta estaba en siete. Quizás el árbitro Isaac Herrera sabía que ambos merecían terminar de pie. Cuando los jueces leyeron las tarjetas, Chacón había ganado por un punto en decisión unánime. Sus siete años de búsqueda llegaron a buen puerto, pero la pérdida fue más grande que la ganancia.

"Tenía 22 años y los desperdicié", dijo Chacón sobre su primera victoria en una pelea por el título mundial. "Pero debía recuperarlo. Ella simplemente no pudo esperarme".

Esas fueron las palabras más tristes que le escuché decir alguna vez a un recien coronado campeón.
-- Ron Borges, Boxing Monthly


Mi boxeador favorito es Muhammad Ali y, naturalmente, debe estar incluído en mi selección. Curiosamente, mi pelea favorita es Ali-Frazier I, la primera derrota de Ali. Pero esta fue una confrontación épica que capturó los ojos del mundo y la esencia de dos grandes peso pesados: Joe Frazier, el gran peleador, duro, corajudo, heróico. Ali, el rebelde, el soñador, el guerrero envejecido forzado a sacar cualidades que nadie conocía. Rodeado en el undécimo asalto, con Frazier encerrándolo en una esquina y aplicándole su tremendo gancho zurdo, y sus piernas tambaleando, se negó a caer a la lona. Así era su personalidad idealista. La caída en el 15º asalto, la forma en que Ali rueda y se levanta, el hecho que tira los últimos golpes y llega a la campana final… el darse cuenta que nunca será el maestro bailarín que fue antes de su exilio de tres años y medio y que deberá reinventarse… esta pelea lo tuvo todo. Este fue el mejor momento en la carrera de Frazier pero, incluso en la derrota, Muhammad Ali, fue un hombre increíble.
-- Brian Doogan, The Sunday Times/Ring Magazine


Las mejores peleas son aquellas que tienen finales inesperados. Cuando se enfrentó con Hasim Rahman en Sudáfrica el 22 de abril de 2001, Lennox Lewis hacía tiempo que se había establecido como el indiscutido campeón pesado. Pero luego de la derrota con Oliver McCall en 1994, muchos cuestionaban su quijada y corazón. Rahman traía un récord respetable de 34-2, pero ninguna victoria ante rivales de peso. Era considerado un oponente accesible. Rahman inteligentemente se tomó el tiempo para aclimatarse a Carnival City en Sudáfrica, mientras que Lewis arribó a la ciudad pocos días antes del cotejo, habiendo completado su entrenamiento en Las Vegas para poder filmar una escena en la película "La Gran Estafa". Gran error. Nunca olvidaré el momento en que Rahman acabó con Lewis en el quinto asalto.
-- Margaret Goodman, ex Jefe del Comité Asesor de la Comisión Atlética de Nevada


Mi interés por el boxeo surgió cuando empecé a investigar para el "The Black Lights" (un libro sobre el deporte y el negocio del boxeo profesional). El climax del libro era la pelea por el título entre Billy Costello y Saoul Mamby del 3 de noviembre de 1984. Pasé los meses previos a la pelea adosado al campamento de Costello. Fue una jornada extremadamente intensa. Costello retuvo su título en una decisión en 12 asaltos sobre Mamby y me sentí más feliz de lo que nunca me había sentido en otra pelea.

Años después, cando escribí "Muhammad Ali: his life and Times ", Costello notó con satisfacción que mis primeros dos libros sobre boxeo trataron sobre él y Alí. "Estoy en buena compañía", me dijo.

"Alí también", le respondí. Y lo decía en serio.
-- Thomas Hauser, Secondsout.com


Tantas grandes peleas, tantos momentos gratos. Sin embargo, la pelea que más resuena en mi mente es la revancha por el título mediano entre Carlos Monzón y Rodrigo Valdes en Montecarlo, en julio de 1977. Fue la última pelea que vi al costado del cuadrlátero en Europa antes de cruzar el océano. Fue la pelea en la que Monzón demostró que podía levantarse de la lona y ganar – Valdes lo tiró en el segundo asalto. El escenario al aire libre del Estadio Luis II era romántico.

Fue un combate de 15 asaltos bien peleado más que una guerra épica, pero era consistente de que estaba viendo a un gran boxeador (Monzón) –que tendría que sacar lo mejor de sí para vencer a otro rival importante. El trágico destino en la vida de Monzón –la condena por homicidio de su esposa en 1988 y luego su propia muerte en un accidente automovilístico en enero de 1995, cuando había salido de la cárcel un fin de semana, a los 52 años- le agregan una dosis de dramatismo a su memoria.
-- Graham Houston, Editor en Estados Unidos, Boxing Monthly


¿Mi pelea favortia? Tiene que ser Nigel Benn contra Gerald McClellan, la experiencia más intensa de mi vida. Nunca vi una conferencia de prensa como esa en la noche de Londres. No me averguenza decir que perdí todo sentido de objetividad y grité como un loco durante toda la pelea. Fue absolutamente inmensa y dudo que vaya a ser testigo de algo igual.
-- Glyn Leach, Editor, Boxing Monthly


Diego Corrales-José Luis Castillo I. Tras nueve asaltos y medio de una de las peleas más salvajes que recuerde me sentía como un genio, habiendo predicho que Castillo ganaba por nocaut en el décimo asalto. Pero luego Diego Corrales realizó uno de los más grandes regresos que he visto. Convirtió una gran pelea en una legendaria.
-- Marc Lichtenfeld, Boxing Digest


El 7 de mayo de 2005, me senté en el cuadrilátero para lo que creo fue la mejor pelea que he visto. Esa noche en Las Vegas, Diego Corrales se enfrentó con Jose Luis Castillo --y que gran pelea fue.

La pelea fue de ida y vuelta, con ambos teniendo sus momentos al comienzo, pero Castillo haciéndose cargo de la pelea y alejándose en las tarjetas en el medio del combate.

En el décimo asalto, Castillo conectó varios ganchos zurdos, que tiraron dos veces a Corrales. Muchos de los fanáticos creían que Castillo ya tenía liquidada la pelea.

Conocía personalmente a Corrales y sentí que si alguien podía dar vuelta una pelea así, era él. Y eso es lo que hizo.

Luego de la segundo caída, Corrales atacó a Castillo con una serie de puñetazos, empujándolo contra las cuerdas y aterrizando los golpes suficientes para tirar a su oponente y obligar al árbitro a frenar la pelea.

Tanto Castillo como Corrales mostraron corazón, determinación y el deseo de ganar esa noche y me impresionaron mucho. Corrales simplemente lo quiso un poquito más.

Creo que esta fue la última gran pelea en la carrera de Corrales, que como su vida, terminó abruptamente dos años después.
-- Wayne McCullough, quien pelea con Kiko Martinez el 8 de diciembre


Algunas peleas nunca arrancan. Otras empiezan lento y después mejoran. Algunas comienzan con furia pero luego el nivel baja. Pero desde el campanazo inicial hasta el décimo asalto, Diego Corrales y José Luis Castillo dieron todo lo que tenían, y más. Lo que comenzó como una increíble demostración de boxeo, tan talentosa como brutal, terminó completamente en otro plano, con dos hombres buscando en lo más profundo de sí reservas de energía, fuerza y bravura más allá del alcance de cualquier ser humano.

Fue igualmente devastadora y desgastante y aquellos que tuvieron la suerte de presenciarla quedaron completamente sorprendidos. Debe haber pocas ironías más tristes que los últimos momentos en la vida de Diego Corrales –quien nunca volvió a ganar una pelea y que murió justamente dos años después de su logro ás grande, a la sombra del Mandalay Bay, donde se había llevado a cabo el combate.

-- Kieran Mulvaney, Reuters


¿Vieron como se dice que "la gente colgaba de las tribunas"? Creo que la frase aplica perfectamente para el duelo entre Félix Trinidad y William Joppy. Más de 18 mil personas llenaron el Madison Square Garden para ver la destrucción de Joppy.

Esta no fue la mejor pelea que vi; no tuvo el ida y vuelta de Erik Morales-Marco Antonio Barrera ni la conclusión épica de Diego Corrales-José Luis Castillo. En realidad, fue lo más cercano que puedo imaginar a una lucha entre gladiadores romanos: Trinidad con su destructivo gancho izquierdo ante Joppy con… bueno… nada más allá de su mal corte de pelo.

Desde la 25º fila, podía escuchar como los golpes de Trinidad chocaban contra el cráneo de Joppy. Fue un caos de proporciones increíbles –y durante 15 minutos, estuve parado ahí admirándolo. La imagen de Joppy luchando para levantarse de la lona el 12 de mayo de 2001, vivirá para siempre en mi memoria.
-- Darius Ortiz, editor de boxeo, ESPN.com


No hubo nocauts, ni recueraciones milagrosas. La pelea que más me inspira simplemente tuvo una recuperación humana. Zahir Raheem venía de años de depresión luego de perder en los Juegos Olímpicos de 2000. Se suponía que fuera un rival fácil, de preparación para Erik Morales, quien se encaminaba a su lucrativa revancha con Manny Pacquiao.

"Ha sido una carrera frustrante para alquien que alguna vez era considerado un buen prospecto", dijo Jim Lampley de HBO mientras Raheem ingresaba al cuadrilátero, con ojos tristes y una bata de rey. Pero Raheem tuvo esa noche perfecta que todos tenemos alguna vez en la vida. Le dio una lección al gran Morales, bailó, lo sorprendió con duros jabs y tremendas derechas. Cuando anunciaron la decisión, Raheem elevó sus brazos bien alto y dejó caer unas lágrimas que intento secar rápidamente. Podían sentirse los años de tristeza aflorando de su interior.

"Seguí el plan, estudié lo que tenía que hacer", le dijo a Larry Merchant, luchando para mantener la compostura. "Seguí entrenando y siempre creí en mi cuando nadie lo hacía. Trabajé duro. No fue un regalo. Me lo gané. Me lo gané".
-- Don Steinberg, The Philadelphia Inquirer


Diego Corrales-Jose Luis Castillo I. Tenía un buen presentimiento con esta pelea. Todos los que seguimos el boxeo peleamos por la chance de cubrir este combate. Había como ocho personas en mi departamento: los de siempre y algún colado. Hacia el final, no había nadie parado. Perdí mi voz. Nadie olvidará esa noche.
-- Tim Struby, ESPN the Magazine


La pelea más grande que vi en persona tiene que ser el primer duelo entre Muhammad Ali y Joe Frazier el 8 de marzo de 1971. La pelea de esa noche fue un evento nunca visto en el boxeo. Horas antes de que abrieran las puertas en el Madison Square Garden, miles de personas, con y sin entradas, rodeaban el estadio y las limosinas debían dejar a sus pasajeros tan lejos como en la Calle 110. Cuando las puertas finalmente abrieron, la gente se agolpó para ingresar, muchos vestidos con pieles blancas (y habló de hombres). Las mujeres vestían ropas ajustadas y hot pants. Al costado del cuadrilátero, podían verse personalidades como Frank Sinatra, Burt Lancaster y Diana Ross. Y en la tercera fila, en los asientos azules, estaba el ex vicepresidente Hubert H. Humphrey, quien no pudo conseguir una mejor ubicación.

Y la pelea misma. Un combate sin miramientos, recordado por la caída de Alí en el último asalto. Por todo esto, esa fue la pelea más grande que vi.
-- Bert Sugar, historiador de boxeo


La escena: un salón lleno de humo en una casa de fraternidad.

El duelo: el invencible Mike Tyson buscando retener su corona ante el casi indefenso Buster Douglas, quien estaba abajo en las apuestas 45-1.

El resultado: Douglas peleó el combate de su vida en Tokio la noche de febrero de 1990 y demostró que hasta el mejor toro puede ser toreado.

La moraleja: Comprobé que esta era mi vocación, nació la leyenda de Douglas y el aura de Tyson fue destruída.
-- Michael Woods, ESPN The Magazine

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