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Un logro más

BUENOS AIRES -- Volvió a clasificar a una Copa del Mundo, se metió por primera vez entre los ocho mejores, recuperó la confianza, logró forjar una identidad y generó identificación en los hinchas. Este grupo de jugadores y cuerpo técnico consiguieron en poco más de tres años resultados que ninguna otra generación había obtenido. La Selección de José Pekerman es la mejor de la historia porque cambió el destino del fútbol colombiano con éxitos y valores. Lo que ocurrió en la noche del miércoles es un paso más. Porque la victoria sobre Brasil representa mucho más que tres puntos.

Hasta este encuentro en Santiago, Colombia sólo había vencido a Brasil una vez en la historia. También por Copa América y también en Chile: en 1991 fue 2-0 en Viña del Mar con goles de De Ávila e Iguarán. Tras aquel triunfo, se sucedieron varias frustraciones, incluyendo la reciente eliminación en cuartos de final del Mundial. La Verdeamarela se convirtió en la bestia negra de la Tricolor, que ni con sus mejores elementos había podido superarla. Por eso, esta victoria es, además de una revancha, un nuevo examen superado.

Colombia llegó mal al duelo en el estadio Monumental. La derrota frente a Venezuela y la pobre actuación en Rancagua sembraron dudas que no existían desde hacía tiempo. El equipo no había funcionado en ningún aspecto del juego y necesitaba mejorar mucho para vencer a uno de los grandes favoritos. En sólo cuatro días, la situación cambió un cien por ciento. Aquella Selección sin ideas ni rebeldía se transformó en un equipo con hambre, determinación y momentos de buen juego. Creció en las difícil. Otro examen aprobado con nota sobresaliente.

El entrenador sólo hizo una modificación: Teófilo Gutiérrez por Carlos Bacca. El gran cambio fue de actitud. El Seleccionado sabía que necesitaba ganar para seguir en carrera en la Copa América y salió a comerse a Brasil. Por eso lo mejor se vio en la primera etapa. Aquel conjunto timorato que había sido superado por Venezuela mejoró en todas sus líneas y ganó con justicia. El poder está en la mente.

“La clave del triunfo fue la unión del equipo en todo momento, fuimos un bloque y trabajamos para el triunfo. Sabíamos que Brasil era un equipo muy peligroso, tratamos de contrarrestar sus armas y hacerles daño con lo nuestro". Las palabras de Carlos Sánchez explican muy bien la principal razón del éxito. Colombia entendió que debía fortalecer sus virtudes colectivas para aprovechar los defectos de Brasil. Así, logró formar un buen núcleo defensivo y un ataque peligroso. Con eso, se puede pelear por todo.

El propio Sánchez fue uno de los pilares del triunfo. Desde su presencia, Colombia le planteó un partido de sacrificio al adversario. Muy cerca de Neymar, lo obligó a equivocarse demasiado y le restó protagonismo. Si no fue la mejor actuación del crack brasileño, fue porque el hombre de Aston Villa se movió siempre muy cerca de él. El mediocampista chocoano tuvo una actuación consagratoria porque luchó cuando tenía que luchar, tocó cuando el juego lo necesitó y corrió por él y por todos. Fue el símbolo de esta revancha.

Todo el equipo mejoró desde lo grupal y también desde lo individual. El caso de los laterales es muy descriptivo. Frente a Venezuela fueron el punto más bajo. Mostraron inactividad y no atacaron ni defendieron. En cambio, ante Brasil Juan Camilo Zuñiga y Pablo Armero volvieron a ser esa dupla de marcadores de punta seguros que además pueden lastimar. Se asociaron bien con los mediocampistas y no descuidaron el área propia. Edwin Valencia también mejoró mucho y fue socio de Sánchez para marcar y salida limpia en el centro del campo.

Los centrales también jugaron un gran partido. Cristian Zapata y Jeison Murillo desactivaron el poder de fuego brasileño y cobijaron con solvencia a David Ospina. Como si fuera poco, el flamante zaguero de Inter marcó el gol más trascendente de su carrera y la dio el triunfo a la Tricolor. Lo hizo porque Colombia fue al ataque con todo lo que tenía desde el inicio y llegó al gol con justicia.

Juan Cuadrado y James Rodríguez volvieron a su nivel acostumbrado. El jugador de Chelsea fue una pesadilla para todos los defensores adversarios. Filipe Luis todavía lo está buscando. Con gambetas, velocidad y atrevimiento, el mediocampista de Necoclí logró olvidar su triste partido en el Mundial. Por su parte, Rodríguez fue importante en la creación y contó con algunas opciones de gol como de costumbre, pero también colaboró en defensa. Es la gran figura de este plantel y entiende a la perfección cuáles son sus obligaciones. El sacrificio que mostró el equipo parte desde el corazón del Diez.

Los delanteros inquietaron y, aunque no marcaron, tuvieron una noche aceptable. Teófilo Gutiérrez fue elegido como la figura del encuentro porque pivoteó con criterio, generó varias oportunidades y se movió con inteligencia por todo el frente de ataque. En tanto, Falcao mejoró con respecto a lo hecho ante Venezuela pero todavía debe una actuación que sirva para que todos vuelvan a verlo como la gran esperanza cafetera.

Ganarle a Brasil es algo que sólo ocurrió dos veces en la historia de la Selección Colombia. Sólo por eso merece festejarse a lo grande. Sin embargo, este logro va más allá de los tres puntos o de una estadistica. Tiene que ver con la capacidad de superar obstáculos, de comprender que se puede y de enterrar el pasado doloroso. Lo del Mundial no se puede cambiar, pero sí se puede intentar mejorar en el futuro. Por ese camino va la Tricolor.