BUENOS AIRES -- Tres Copas de Europa, dos Mundiales de Clubes, seis campeonatos de Liga, dos Copas del Rey, seis Supercopas de España, dos Supercopas de Europa, una Copa del Mundo, dos Eurocopas, una medalla de plata en los Juegos Olímpicos, y treinta y seis lesiones después, Carles Puyol i Saforcada (Pobla de Segur, Lleida, Espana, 13 de abril de 1978) ha anunciado que deja el FC Barcelona.
La huella como ser humano que deja tras de sí no la borraría el tsunami más imponente. Así como la ola más alta jamás alcanzaría el nivel de profesionalismo, actitud y aptitud con que el capitán del Barcelona ha acompañado cada uno de sus actos en una carrera deportiva impactante. La historia de Puyol identifica porque cuenta los desafíos que se transformaron en sacrificios, y los sacrificios que se convirtieron en triunfos, de un plebeyo. No hubo varita mágica, ni hechizos en su cuna. Trata de un hijo de trabajadores de la tierra en la Catalunya profunda, rodeado de ovejas, serranías, esfuerzo, colinas, sudor y pastizales. Orgullo pagès (campesino en catalán).
Parece extraño, pero su marcha sólo obedece a su propio fanatismo por el FC Barcelona. Sabe que puede seguir jugando. Que su carrera puede continuar. Pero es consciente de que jamás recuperará su mejor nivel, por culpa de las mil y una batallas que ha librado y le han mermado como al buen general espartano, que aún tuerto, recoge el testigo de Leónidas para enfrentar al ejército persa.
Puyol siempre tuvo la idea de retirarse en el Barcelona, pero con un matiz. Muchas veces le explicó a su buen amigo Joan Josep Pallàs, excompanero de quien escribe y actual subdirector del diario Mundo Deportivo de Barcelona, quien le conoce como nadie, que si un día no se veía al cien por ciento, dejaría el club para no perjudicarlo y acaso buscaría cumplir el último sueño que le queda. Por eso me permito desde estas líneas pensar que veremos a Carles Puyol a partir de junio vistiendo la camiseta del Milan, club al que siempre ha admirado y en el que habita su ídolo, el gran Paolo Maldini.
A Puyol le queda fútbol y bravura. Y nunca se permitiría pasar papelones sobre un terreno de juego sólo para seguir ganando dinero, a costa de un contrato ruinoso para su club. Tipo íntegro, siempre ha sido el primero en el grupo de jugadores a la hora de dar vueltas corriendo alrededor de la cancha en los entrenamientos, como será siempre el primero en dar un paso al costado si nota que algo relacionado con él no anda como él quiere. Es el líder que cualquier grupo necesita, si quiere de verdad lograr cosas importantes.
La actuación de Puyol en el Barcelona ha sido siempre extraordinaria. Aún en 2002/03 durante la peor época del club en la historia. Capaz de poner el pecho ante un lanzagranadas. Espíritu inclaudicable. La palabra caudillo no la voy a utilizar, porque no invita a pensar siempre en una buena persona. Se prefieren otros sinónimos. Luego, adjetivos como legendario o mítico serán adecuados. Y respeto, siempre. Respeto. Y admiración.