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El mito del origen

BUENOS AIRES -- Por unanimidad, la legislatura porteña aprobó la Ley de Restitución Histórica por la cual San Lorenzo podrá recuperar, luego de 33 años, el predio donde estaba su viejo estadio, el Gasómetro.

Con una exaltación barrial digna de otros tiempos, los hinchas de San Lorenzo, muchos de los cuales jamás pisaron aquella cancha que cerró en 1979, se lanzaron a las calles a festejar lo que les parece un sueño realizado.

La flamante conducción del club que encabezan Matías Lammens y Marcelo Tinelli ya ha facturado parte del rédito político que el fútbol hasta ahora les ha negado.

Es cierto, se trata de una reparación, ya que el terreno en cuestión fue expropiado por la dictadura militar, que en la ciudad de Buenos Aires tenía el rostro faraónico del brigadier Osvaldo Cacciatore.

La excusa fue un rediseño urbano que nunca se hizo. Y el lugar quedó en manos de la firma francesa Carrefour. Un clásico procedimiento mafioso cuya expresión más difundida en los últimos tiempo ha sido la apropiación de Papel Prensa mediante el apriete a sus dueños genuinos.

Claro que este gesto que de buenas a primeras aparece como la debida y demorada justicia tiene sus efectos colaterales, por así decirlo.

En principio, la recuperación del predio no es una concesión gratuita sino que implica el pago de 94 millones de pesos, nada menos.

Los directivos ya están pasando la gorra entre los socios para llegar a esa enorme suma, a la que habrá que agregarle el valor de las construcciones.

Todo este esfuerzo para que San Lorenzo tenga lo que ya tiene, aunque a unas cuadras de Boedo: una cancha (grande, por cierto) y un club.

Por otra parte, con todo derecho (y con todo temor), los trabajadores del supermercado abren el paraguas y se oponen al regreso porque, aducen, se quedarían sin su fuente de trabajo.

El vicepresidente primero de la Legislatura, el peronista PRO Cristian Ritondo, les aseguró a los delegados de Carrefour que nadie perderá el empleo, una promesa que despierta profundas dudas.

Por último, muchos vecinos de Boedo, más allá de sus simpatías deportivas, no comparten la idea de que se levante una cancha a metros de su casa.

Es lícito apuntar que, por más que se invoque la historia gloriosa, una zona populosa y relativamente céntrica no es la geografía más adecuada para un estadio.

Toda vez que no sólo sobran las canchas en la ciudad y sus suburbios sino que, como se señaló, ¡San Lorenzo ya tiene la suya!

A los vecinos descontentos se les ha asegurado que el Código de Ordenamiento Urbano prohibe la concreción de tal desmesura. Sin embargo, la reciente Ley de Restitución Histórica contempla en los artículos 5º y 7º "la reconstrucción del estadio de San Lorenzo".

Los 33 años transcurridos no son moco de pavo. Apelar al mito del origen no parece un argumento atendible para una movida onerosa que acarrea más dificultades que beneficios.

Desistir del regreso no significa convalidar el atropello del que San Lorenzo fue víctima en tiempos de dictadura.

Volver al barrio es negar el tiempo transcurrido, un anhelo muy acendrado pero poco recomendable cuando uno se maneja en los límites de lo real. Las cosas no están como se las dejó en 1979.
Honrar el pasado y vindicar los orígenes no es lo mismo que detenerse en una edad.

¿Y si River se propusiera regresar a La Boca? ¿Y si Chacarita tuviera el plan de instalarse de nuevo en Villa Crespo? ¿No sería forzar un apego territorial que ha caducado, una identidad ficticia?

Un señor que añora sus tardes juveniles en los tablones de la avenida La Plata puede conmoverse y estimular el proyecto de la supuesta restitución. Pero los dirigentes están obligados a guiarse por razonamientos más sensatos.

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