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No fue empate, fue un robo

La pelea fue claramente de la Tigresa, pero Marcos se quedó con sus títulos WBO y WBA Télam

MENDOZA -- Bastó ver a la gente -una gigante multitud que orilló, según algunos cálculos, la suma de 45 mil personas- para darse cuenta del trámite de la pelea. Bastó ver el rostro de ambas al final para darse cuenta de quién había ganado. Bastó escuchar el fallo de los jurados para sentir un amargo gusto en la boca. Marcela Acuña, (35 victorias, 6 perdidas, 1 empate y 17 nocauts) que sobre el ring fue amplia dominadora, se debió conformar con un empate frente a Yésica Marcos (21 victorias y 2 empates, con 7 KO). De esa manera, la boxeadora local retuvo sus coronas WBO y WBA en la categoría súper gallo. Jorge Trípodi (Chile) 95-95, Hugo De León (Uruguay) 96-94 en favor de Marcos, y Aníbal Andrade (Uruguay) 97-93 para Acuña. Nuestra tarjeta, 98 para Marcela Acuña, 93 para Marcos. La pelea se efectuó en el Teatro Griego Juan Pablo II de San Martín, Mendoza,

Se sabía que, ante semejante presión del público, Marcela Acuña iba a tener que ganar ampliamente para llevarse el triunfo. Y, también, se sabía que Yésica Marcos, considerada una de las mejores boxeadoras de la Argentina, tendría a su favor juventud -diez años más joven- y su potencia. De hecho, cualquier encuesta previa al combate decía que la mendocina no iba a necesitar de los jurados. Como pasó con Julio César Chávez Jr. frente a Maravilla Martínez, juventud y fortaleza no siempre sirven para ganar una pelea.

Amparada en un excelente jab, de buen recorrido y justeza, Acuña marcó el compás desde el primer asalto, tomando la iniciativa sin provocar tampoco la pelea franca. Tal vez tensa por el compromiso, o impotente por el planteamiento de su rival, Yésica Marcos, El Bombón Asesino, recién salió de su actitud en el cuarto asalto con una premisa elemental: tirar muchos golpes, buscar el desborde y lograr lo que hasta ese momento, no había podido: dejarla pensar a la Acuña. Evidentemente, todo lo que había logrado frente a Ana Julaton en su mejor pelea, cuando le ganó por puntos en marzo del año pasado, no se mostraba ahora ante una rival que, en lugar de aceptar el cambio de golpes abierto, prefería pensar y caminar el combate.

Fue también, esa cuarta vuelta, uno de los pocos momentos en que se encendió el estadio al aire libre. Más de 40 mil personas asistieron a la pelea que debía ser consagratoria para Yésica Marcos. Sin embargo, y tras ese cuarto asalto en donde Marcos pareció encontrar el camino por medio del desborde, todo volvió a los carriles similares durante los asaltos quinto y sexto, en donde otra vez fue Acuña quien, con una izquierda en jab, combinada a veces en cross cortito a la cabeza y una derecha larga, mantuvo las distancias. Se esperaba que Marcos, especialista en el gancho al cuerpo, lanzara esa mano para quitarle piernas a su experimentada rival, pero ese golpe llegó muy pocas veces a destino.

En el séptimo Marcos se llevó otro punto, ya que ganó el asalto. Acuña, en una acción confusa, cayó hacia atrás, sentada en la lona, y puso los puños para protegerse. Al tocar la lona con los guantes, debió haber sufrido una cuenta que el referí, Hernán Guajardo, no convalidó. "En realidad, me resbalé, porque la lona estaba muy mojada, fue apenas un segundo", nos dijo Acuña. Viendo la progresión de las tarjetas, una cuenta de Guajardo a Acuña le hubiera otorgado un 10-8 a Marcos y el resultado hubiera sido otro.

A partir del octavo asalto, Marcos quedó totalmente subordinada a Acuña, quien demostró que se puede pelear con gran efectividad sin atacar. Retrocediendo, torturó a Marcos con la izquierda, dando luego el paso atrás justo para dejar fuera de distancia a su rival. Ya para entonces, era evidente la desesperación de la mendocina para colocar algún golpe afortunado. Justamente, esa desesperación contrastó aún más con la gran tranquilidad de Acuña, quien con el jab marcó los tiempos y las distancias. Persiguiéndola en línea recta, sin cortar el ring y sin otro recurso que los golpes abiertos y cruzados, Marcos arribó al último asalto buscando lo que, para nosotros, ya era un milagro.

Fue en el último en donde Acuña no solamente desbordó a su temperamental adversaria, sino que con un cross de izquierda de muy corto recorrido, hizo prácticamente trastabillar a Marcos. El golpe le provocó la pérdida del protector bucal, cuando ya sonaba la campana.

Siempre hemos respetado y respetaremos las opiniones ajenas. Sobre todo porque en boxeo se trata de la apreciación de cada uno. Pero cuando hay un dominio tan claro y legítimo de uno sobre otro -en este caso de una sobre otra- es difícil aceptar semejante fallo. "Fue un robo y no sé qué tengo que hacer entonces para ganar, acá no solamente lo vio todo el mundo, sino que la misma gente me despidió con una ovación, la gente no es tonta y saber perfectamente que fui la mejor", dijo Acuña. Marcos expresó que "Para mí fue un empate y fue un honor pelear con mi ídola".

Acuña bajó del ring con la amargura de una nueva derrota. Si ante Carolina Duer tenía -según nuestro criterio- ventajas que no le fueron reconocidas, hubo también muchas opiniones que se inclinaron por una victoria de su rival o por un empate.

Aquí, en este caso, podría decirse que solamente De León pudo haber visto una ventaja de 2 puntos para Marcos, de la misma manera en que Trípodi dio un empate. De hecho, también es curioso que con semejantes criterios, haya terminado la pelea en un draw, que le permitió a Marcos retener sus coronas. A veces cuesta trabajo pensar que sea, solamente, un caso de ineptitud y nada más, pero algo queda en claro y es que los peores enemigos del boxeo están dentro del boxeo, porque ha sido una mancha -una más- que afecta la credibilidad de un deporte en donde, seguramente, el elemento más noble está en quienes se suben al ring con los guantes puestos. Es también la mejor forma de ahuyentar a los espectadores. ¿Qué caso tiene ver una pelea, apasionarse con ella y disfrutarla cuando luego un fallo la tiñe de sospechas y de injusticia?

Fue un robo con todas las letras, aunque hayan dado un empate. Se le privó a Acuña de una victoria que, en el otoño de su carrera, y contra casi todos los pronósticos, aseguró limpia y claramente en el ring, salvo para dos jurados. Una vergüenza para el boxeo.