<
>

Resultado de un experimento fallido

El pugilista inglés Dutch Sam medía 5 pies 6 pulgadas, pesaba entre 130 y 133 libras, y se le acredita como el inventor del uppercut. Incluso pese a que él entrenaba tras beber tres copas de ginebra al día, y a veces subió ebrio al ring, de acuerdo a como relata una autoridad en la materia como es Pierce Egan, Sam era "uno de los mejores, si no es que el mejor peleador del reino".

Sin embargo, pese a su habilidad para pelear y su amplia popularidad, Sam, quien peleó de 1801 a 1814, nunca se convirtió en campeón. Él fue víctima de su época, un peso ligero viviendo en un mundo de pesos completos.

El pago al oponente con el fin de obtener una ventaja injusta, no sólo es pobre espíritu deportivo, sino también va en contra del propósito para el cual fueron creadas las divisiones de peso. En realidad es el síntoma de la aberración más grande relacionada con el peso - el día antes del pesaje.


Desde el nacimiento del boxeo moderno (en las primeras décadas del siglo 18), hasta mediados del siglo 19, todos los boxeadores estaban juntos independientemente de su tamaño. Si el mismo sistema aplicara actualmente, Floyd Mayweather Jr. tendría que pelear ante Wladimir Klitschko si quisiera convertirse en campeón.

No fue sino hasta 1886 que Jack McAuliffe se convirtió en el primer campeón ligero, noqueando a Billy Frazier en el round 21. Pero era demasiado tarde para Dutch Sam –él murió en 1816.

La llegada de las divisiones de peso tuvo la intención de asegurar, lo más que se pudiera, de que los boxeadores estuvieran enfrentados de forma pareja y que la habilidad, en lugar de la ventaja en tamaño, decidiera el resultado. Fue una idea notable y ayudó a darle forma al desarrollo del deporte, pero la proliferación de divisiones de peso (actualmente 17 y contando) no fue ninguna panacea.

Cierto, separar las clases de peso benefició enormemente a los peleadores debajo del peso completo, y es algo bueno. Pero el concepto también introdujo muchos problemas nuevos, algunos de ellos que amenazan burlarse de la noción de una pelea justa.

El más reciente fraude es que los peleadores encuentran una forma para eludir el peso acordado, como se ejemplificó por todo el escándalo que rodeó a la pelea del pasado sábado entre Julio César Chávez Jr. y Brian Vera.

Para ganarse el cheque más grande de su carrera, Vera, quien ha pasado gran parte de su trayectoria en la división media, fue obligado a aceptar una serie de pesos más altos. Y conforme se acercaba la pelea, y era obvio que Chávez no lograría cumplir con el peso acordado de 168 libras, el límite fue incrementado a 173 libras y una porción de la bolsa que cobraría Chávez fue cedida a Vera.

La controversia generó muchas críticas, reforzó la imagen de Chávez como un niño malcriado y puso otra abolladura en la maltrecha reputación del deporte –lo mismo que ocasionó la decisión en favor del Junior.

Quizá el caso más indignante de pague-por-pesar (o como lo quieran llamar) se dio cuando Mayweather le dio $600,000 a Juan Manuel Márquez en lugar de perder las dos libras requeridas para dar el peso estipulado de 144 libras antes de su pelea en 2009. Ya que la penalidad de $300,000 por cada libra estaba estipulada en el contrato, uno se pregunta si el multimillonario Mayweather realmente tuvo la intención de cumplir con el peso.

Pagarle a tu oponente para obtener una ventaja injusta no solamente es tener un deportivismo pobre sino que también acaba con el propósito por el que fueron creadas las clases de peso. Aunque vemos esta táctica con mayor frecuencia, de hecho es un síntoma de una aberración mucho más grande –el pesaje un día antes de la pelea.

Preocupado ante la posibilidad de que los peleadores deshidratados no tuvieran tiempo suficiente entre el pesaje y la pelea para hidratarse propiamente, el doctor Edwin "Flip" Homansky, uno de los más influyentes en ringside, propuso cambiar a los pesajes un día antes de la pelea. Parecía tener sentido. Hay muchos riesgos médicos asociados con la deshidratación, incluyendo la reducción del fluido cerebroespinal en donde flota el cerebro. Una cantidad insuficiente de fluido compromete el efecto de acojinamiento y la habilidad del cerebro para absorber los impactos.

La Comisión Atlética de Nevada vio mérito en la sugerencia del doctor Homansky e instituyó la nueva política del día previo a mediados de los años 80. No pasó mucho tiempo para que virtualmente todas las jurisdicciones siguieran sus pasos, pero complicaciones inesperadas surgieron muy pronto.

Muchos boxeadores abusaron con el cambio, tomándolo como una invitación a drenar sus cuerpos a un grado tan poco saludable para dar el peso que era inapropiado para su edad y tamaño corporal. Y luego del pesaje, estos peleadores demacrados tomaban enormes cantidades de fluidos y se llenaban con comida a punto donde ellos a menudo estaban una división o más por encima del peso acordado a la hora de la pelea.

"De hecho, se volvió parte del proceso para acordar las peleas", dijo Keith Kizer, director ejecutivo de la Comisión Atlética de Nevada, "con algunos que no querían enfrentar a cierto peleador porque se sabía que él aumentaba mucho peso tras la ceremonia de pesaje, o a veces accedían a alguna pelea, porque sabían que el rival llegaría agotado".

En muchas instancias, el peso adicional le da a un peleador una ventaja substancial sobre su oponente, como cuando Arturo Gatti subió 19 libras tras el pesaje para su pelea del año 2000 contra Joey Gamache. Gatti aplastó a Gamache en el segundo round, enviándolo al hospital y terminando con su carrera. Por otra parte, cuando Oscar de la Hoya se mermó para dar el peso previo a su pelea contra Manny Pacquiao, su esfuerzo de rehidratación falló. Él solamente recuperó dos libras y fue vapuleado en una humillante derrota.

"Volver al pesaje en la mañana de la pelea sería más uniforme", dijo Homansky, quien ha cambiado de parecer acerca de los beneficios del pesaje el día previo al combate. "Disminuiría el abuso. Un peso welter debería subir al ring solamente con poco más de 147 libras. Es un crimen cuando un muchacho pesando casi 160 pelea contra alguien que pesa 147".

Homansky no es el único que piensa que el pesaje del día previo a la pelea es un experimento fallido y debería ser abandonado.

"Nuestro deporte y nuestros boxeadores sufren de procesos para perder el peso que son mal intencionados", escribió Greg Sirb, director ejecutivo de la Comisión Atlética de Pennsylvania, en una carta a los integrantes de la Asociación de Comisiones de Boxeo. "Por darles el privilegio de pesarse mucho antes del evento, solamente impulsamos a los boxeadores a morirse de hambre para que luego recuperen, a veces enormes cantidades de peso, y para cuando se lleva a cabo la competencia la verdadera clase de peso del boxeador se convierte en una farsa".

Sirb está predicando con el ejemplo, y salvo la ocasional pelea de campeonato, celebra los pesajes la mañana de la pelea. Pero, ¿por qué otras comisiones no hacen lo mismo? Después de todo, la NCAA ya prohibió los pesajes el día previo para todos los luchadores universitarios.

"Cada una de las comisiones sabe que hay un problema, pero es más fácil hacerse de la vista gorda y rezar para que nada malo pase para que el deporte quede mal exhibido", dijo la doctora Margaret Goodman, una neuróloga y ex presidenta de la Junta Médica de la Comisión Atlética de Nevada. "Si no hay muertes, nada cambia".

Y luego están las preocupaciones del negocio. El pesaje del día previo se ha convertido en una parte importante de la promoción. Para las grandes peleas en Las Vegas, los aficionados se forman durante horas por un asiento gratuito para ver a sus peleadores favoritos subiéndose a la báscula. Estos eventos han transformado uno de los rituales más antiguos del boxeo en una ceremonia de apoyo, creando el tipo de escena bulliciosa que genera mucha atención de la prensa y ayuda a la promoción de la pelea.

Incluso antes de que se estableciera el pesaje del día previo, lograr el eso era una parte arriesgada de la cultura del boxeo, y frecuentemente resultaba en una mentalidad de cualquiera-que-sea-el-precio. Métodos poco sanos para reducir el paso a menudo iniciaban en el pugilismo amateur, donde los jóvenes peleadores rutinariamente comían y se purgaban, un hábito que rápidamente se puede convertir en un enorme desorden alimenticio y que puede acompañarlos a sus carreras profesionales.

El uso impropio de diuréticos y laxantes también puede ser extremadamente en detrimento del metabolismo y la química corporal, al igual que estancias prolongadas en la cabina de vapor. Es un juego peligroso y los peleadores que practican esas técnicas extremas para perder peso literalmente están coqueteando con la muerte.

El 26 de septiembre, Leandro "Feijao" Souza, peleador brasileño de AMM, falleció de una apoplejía mientras bajaba de peso para una pelea. Los patólogos todavía no determinan la relación entre la pérdida de peso de Souza y su apoplejía, pero la pérdida agresiva de peso es conocida como un factor para disminuir la presión arterial, ocasionando que fallen los riñones y eso lleve a la pérdida del conocimiento.

Cualquier entrenador les dirá que la mejor opción es que un peleador se ponga en la mejor condición física posible y que pelee en el peso que él o ella tenga en ese punto. Algunos, como Bernard Hopkins, han practicado ese método con gran éxito durante mucho tiempo, pero para la mayoría de los peleadores no es tan sencillo. La oportunidad y el dinero han convencido a los atletas involucrados en los deportes de combate que pelear en un peso inapropiado es la opción correcta, y esto ha resultado en un dilema con muchas ramificaciones que merma lo que se creía que era el gran igualador de este deporte.

No sería una cura total, pero volver a los pesajes el mismo día de la pelea sería ciertamente un paso significativo en la dirección correcta. Desafortunadamente, la mayoría de las comisiones carecen de la determinación para rectificar un error que fue promovido con bombo y platillo como una medida innovadora de seguridad.

Si Souza hubiera sido un boxeador peleando en Estados Unidos, su muerte hubiera sido el tipo de punto de partida que Goodman sugería para que se volviera a los pesajes el mismo día. Pero un peleador de AMM en Brasil nunca baja lo suficiente, y nada cambiará en el futuro inmediato.

Dutch Sam, quien entendió lo difícil que era contravenir al sistema, probablemente hubiera suspirado y ordenado otra copa de ginebra.