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La espalda al mérito

EL MUNDO ESPERA

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OSCAR DE LA HOYA vs. FLOYD MAYWEATHER JR.
Sábado 5 de mayo, MGM Grand

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BRISTOL -- Para un país de alta tradición boxística como México, donde sus aficionados de manera permanente están acostumbrados a tener formidables representantes arriba del cuadrilátero, enfrentamientos de alcurnia como el de este sábado entre Oscar de la Hoya y Floyd Mayweather, provocan un interés especial. De hecho sabemos que la compra del servicio pague por ver será un éxito.

Dentro de territorio estadounidense los niveles de audiencia calculados por los organizadores de la velada en Las Vegas, cuentan sin duda con la asistencia ya sea por televisión o haciendo el viaje a la ciudad del juego, con el público mexicano del área de Nuevo México, California, Arizona, Utah y Texas, el que sin duda tendrá en Oscar a su favorito para alzarse con la victoria.

Sin embargo existe un tema que levanta controversia. En caso de salir victorioso, ¿De la Hoya podría ser colocado finalmente en las paginas de la gloriosa historia del boxeo mexicano?

Es un tema que, de immediato, se parte en dos.

Por un lado está la corriente méxico-norteamericana, que abarca prácticamente todos los puntos cardinales en la tierra del Tío Sam y que cuenta con millones de aficionados. Y por el otro están los que viven del otro lado de la frontera, es decir del Río Bravo hasta el Río Suchiate, donde tanto el público como la prensa, no aceptan a Oscar como un representante de esa extraordinaria dinastía de guerreros aztecas.

Tanto una como otra corriente tienen sus argumentos de peso.

Oscar representa un estandarte particular para los mexicanos que han sentado sus reales en Estados Unidos. Todo lo que lleve algún símbolo mexicano es venerado, es valioso, algo así como la selección nacional de futbol.

Y el boxeador de manera inteligente ha cultivado esa imagen, y lo hace porque lo siente, porque lleva en sus venas sangre mexicana. Basta recordar que desde su aparición en los Juegos Olímpicos, su pantaloncillo siempre mostró las banderas de ambos países. Cuando ganó la medalla, saltó al cuadrilátero con ambas banderas en las manos.

Sus méritos son aplaudidos y reconocidos tanto dentro como fuera del ring y no dudamos que toda esa enorme cantidad de personas ponga a Oscar entre los consentidos de la historia del boxeo mexicano, a la altura de Raúl Ratón Macias, Salvador Sánchez, Rubén Olivares y Julio César Chávez, entre otros muchos mas.

Pero...

De la frontera para abajo siempre existió la barrera de la lejanía del peleador y aficionados. Por otra parte, nunca peleó en alguna arena mexicana. De la Hoya ha combatido durante toda su brillante carrera en escenarios estadounidenses, derrotando de manera consistente a boxeadores consentidos del público mexicano como J. C. Chávez, Miguel Ángel González y Jorge Maromero Páez, todas situaciones que no revisten la menor culpa para él pero que, en la realidad, causaron efectos directos en su contra, ya que ayudaron a crear una cortina o impedimento natural para el desarrollo de un posible romance con la afición de México.

En el caso de la prensa especializada mexicana que argumenta con sólidos recursos que el peleador es nacido en Estados Unidos y por tanto debe considerarse natural de ese país, ha analizado y situado en las estadísticas muchas de las buenas cosas que en su carrera ha tenido.

Recordamos entre los intentos de Oscar para atraerse el cariño de los aficionados cuando en conferencia de prensa en un hotel de la ciudad de México, se presentó con un mariachi y cantó, algo que no tuvo mucha repercusión e impacto.

Oscar incluso acepta que las decisiones de pelear en fechas patrias para los mexicanos como es el mes de septiembre y este mismo día del 5 de mayo es para acercarse más al corazón del aficionado mexicano y sentir su apoyo. Y lo consigue en cierta manera, pero no es suficiente.

Por tanto, queda establecido que aún con todos los méritos y esfuerzos aportados a buena lid por Oscar, será muy difícil que, incluso aún ganando este compromiso, encuentre la llave mágica para abrir esa dura puerta que es la aceptación total del pueblo y prensa mexicanos.

Hace un tiempo, para captar ese reconocimiento en México, Oscar manifestó su deseo de pelear en el Estadio Azteca que es la catedral del deporte mexicano y donde alguna vez, J. C. Chávez estableció un eslabón histórico al atraer más de 130 mil espectadores.

Ese era un buen propósito para Oscar que al parecer no tuvo un buen respaldo o probablemente no se tocaron las puertas adecuadas. La pelea contra Mayweather era la gran oportunidad, el mejor momento, pero la historia se escribirá de otra manera.

El tratamiento que la prensa mexicana ha dado a Oscar de la Hoya en términos generales es de absoluto respeto, el publico no deja de expresar su admiración por este gran peleador, pero la conclusión es que Oscar de la Hoya no es visto como un peleador mexicano y al parecer nada de lo que haga será considerado para juntar los caminos entre la historia del boxeo mexicano y su historia como boxeador. Ni siqueira el hecho de que es una gran persona.