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El Purgatorio

BRISTOL -- Mientras Néstor de la Torre plantea el utópico sueño de ser campeones del mundo en el 2018, el fútbol mexicano se plantea a sí mismo la posibilidad de no ser parte del elenco de selecciones que participará en el Mundial del 2010. No hace falta recordar el precio en lo económico que significaría la no asistencia mexicana a Sudáfrica, pero sí parece conducente recordarles que en dicho caso el precio moral es aún de peores consecuencias.

Por diversos motivos, algunos deportivos, otros extra deportivos, México se perdió los Mundiales de Alemania 1974, España 1982 e Italia 1990. El daño que ocasionó la no asistencia mexicana al desarrollo del jugador y al crecimiento de toda una generación tuvo consecuencias penosas y catastróficas para el deporte.

Néstor de la Torre hace bien en recordarles a todos que sólo el sacrificio a largo plazo podría motivar el cambio estructural que el fútbol necesita: el trabajo con jóvenes, la reactivación de los equipos con límite de edad, el apoyo a los entrenadores y la mayor capacitación para los dirigentes.

Y no sólo habrá que trabajar en las selecciones nacionales, también habrá que impulsar un plan para la liga, que es, finalmente, el semillero de donde se alimenta la selección mexicana.

Los clubes deben crecer gradualmente, deben echar raíces en su plaza, debe entrar a un mercado de participación global, donde los aficionados puedan participar con acciones, con voz, con voto. Deben entender que lo más preciado que tienen no son el par de promotores que les venderán falsas ilusiones con un "9" mentiroso y un medio punta de ambos perfiles.

No, deben saber que hay que trabajar para producir jugadores, apostar por los jóvenes, darles confianza, estilo y la seguridad de que no serán reemplazados por el primer extranjero que aparezca por la puerta. Las empresas que apoyan, que patrocinan el fútbol, también deben entender que la "gallina de los huevos de oro" tiene límites y que algún día despertarán y no encontrarán más el huevo del que tanto han abusado. Las empresas deben hacer negocio, para eso están, pero más que una industria deben entender que el fútbol es un arte y que los artistas hacen que el balón ruede y que deben tratarlos como tales, no como una producción en línea, una fábrica, donde los obreros siguen el mismo patrón para obtener el producto final. El fútbol no debe tener dueños, debe tener socios, afiliados, tipos que defiendan sus intereses, pero que también defiendan un interés común...

Damas y caballeros, Néstor tiene razón: no todos llegarán a "la tierra prometida". Harán falta algunos años en el desierto para deshacerse de los traidores de este fútbol, de los herejes que sólo defendían sus intereses y de aquellos ladrones que le han robado al fútbol mexicano. Harán falta un purgatorio, una limpieza, una expiación, dolor, sacrificio y fe para soñar con un México campeón del mundo...

Para eso falta mucho...

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