<
>

Las lágrimas de Bilardo tras el título

BUENOS AIRES -- Se terminó. El árbitro brasileño Romualdo Arppi Filho señala el centro del campo. Argentina acaba de ganarle 3-2 a Alemania y consigue uno de los mayores éxitos de su historia futbolística. Carlos Salvador Bilardo se acomoda su peinado y entra a la cancha. Mira al cielo y piensa en Osvaldo Zubeldía su maestro como entrenador. Emocionado, con lágrimas en los ojos, se abraza con jugadores y unos pocos periodistas de su país. Es la segunda vez, dirá luego, que llora por un partido de fútbol, la anterior había sido en 1983 cuando su Estudiantes de La Plata fue campeón.

En conferencia de prensa tras la victoria en el estadio Azteca, Bilardo destacó los valores que hicieron que Argentina se consagrara campeón del mundo. "Siempre he dicho que el fútbol es un juego de equipo, y hoy hicimos eso. Durante más de 20 años, Argentina estuvo trabajando para crear un equipo y hoy pudimos ver la fusión de las individualidades para beneficio del equipo. Eso era lo que quería don Osvaldo Zubeldía", añadió en homenaje a su mentor.

Para todo el equipo argentino fue el final de meses de trabajo y esfuerzo. De aguantar críticas y de repetir costumbres. Cuenta la leyenda que durante todo el Mundial tomaban mate a la misma hora, que todos tenían su lugar asignado en los micros que los llevaban al estadio, que la música que escuchaban era siempre y que Ricardo Giusti ponía un caramelo en el medio de la cancha antes de empezar cada partido. Bilardo vigilaba cada uno de esos detalles porque cree que son tan importantes como la táctica o la técnica.

Para Bilardo el silbatazo del árbitro fue cumplir con un deber. El objetivo se había alcanzado y discutir las formas no tenía sentido. Las lágrimas le corrieron por el rostro durante poco tiempo. "Los títulos se festejan hoy y se olvidan mañana", sentenció. Ganar es lo importante, haber ganado no lo es tanto. Casi en simultáneo, se coronó campeón del mundo y comenzó a pensar en el próximo desafío mundialista.

En Italia 1990, Bilardo tiene la certeza, serán campeones otra vez. Por eso no quiso sacarse fotos con la Copa del Mundo, ni tocarla, ni pasarle cerca. "La próxima la vamos a ganar también", se dijo a sí mismo. Ni siquiera quiso conservar la medalla, se la regaló a un desconocido de la delegación que se subió al bus argentino en pleno festejo para reclamar un souvenir: "Tomá y dejate de romper los huevos", dicen que le dijo. Creer que ese momento podía ser único, piensa, le quitará intensidad para conseguirlo de nuevo en cuatro años.

En los vestuarios, mientras el equipo celebraba el título, Bilardo se encerró disgustado por el funcionamiento defensivo en la final. Para el plantel era una alegría que no hubiera necesidad de exiliarse como les habría planteado Bilardo antes de viajar a México: "Muchachos, en la valija pongan dos cosas, un traje y una sábana. El traje es por si ganamos el Mundial, la sábana es por si perdemos en primera ronda y nos tenemos que ir a vivir a Arabia Saudita".

Para el entrenador, que se había pasado los días previos a la definición sorprendiendo a Oscar Ruggeri a cualquier hora para recordarle que debía marcar a la figura alemana Karl-Heinz Rummenigge, lo que había pasado empañaba la celebración. "No me hablen, no me hablen que nos hicieron dos goles de cabeza", le habría gritado a los jugadores que le fueron a reclamar que se sumara al festejo.

Poco después de la consagración Bilardo recuperó la compostura y habló ante la prensa. Lo hizo con tranquilidad y mesura. Se disculpó por presentarse con demora y dijo que había estado conversando telefónicamente con el presidente argentino Raúl Alfonsín. "Buenos Aires es ahora una fiesta", trasmitió.

En el diálogo, elogió a los jugadores y agradeció a los directivos: "El éxito se debió al entusiasmo y a la voluntad. La fuerza estuvo con nosotros y también las buenas condiciones técnicas. Los futbolistas se adaptaron a lo que quería el cuerpo técnico y este a lo pretendía la cabeza de la AFA, es decir Julio Grondona".

También, admitió que el fútbol de América sufre un atraso táctico con respecto al de Europa pero destacó su trabajo para equilibrar esa disparidad. "Venimos trabajando desde hace más de 13 años para que los jugadores a la inspiración y creación, le agreguen sacrificios".

Varios periodistas intentaron que Bilardo aprovechara el éxito conseguido para responder a las críticas que había recibido por su gestión al frente de la Selección en los últimos meses. El entrenador argentino afirmó: "De los periodistas no me molestaban los comentarios adversos. Me irritaban sí los ataques de técnicos y jugadores". En clara referencia a los entrenadores que fueron comentaristas de fútbol durante el Mundial, como César Menotti ex DT de Argentina, añadió: "Nunca hablé de otra selección, nunca critiqué lo que hacen otros, me interesa solamente lo mío".

Por último, hizo una defensa encendida de José Luis Brown, uno de los jugadores más cuestionados por los que criticaban su trabajo en la Selección. "Brown - afirmó el Bilardo- demostró ser un gran profesional. Permaneció en el campo pese a estar lesionado y yo no lo podía cambiar. A Brown solo se le puede cambiar cuando está muy grave o muerto".

Se despidió de los periodistas sin euforia, sin llanto. Bilardo acaba de consagrarse campeón del mundo en México, pero eso parece ser algo de un pasado lejano. En su mente, se puede advertir, sólo importa ganar la próxima Copa, que se jugará recién dentro de cuatro años.