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Suecia fue la sorpresa del Mundial

El joven Henrik Larsson define ante Bulgaria. Relevo de lujo para Dahlin, Brolin y Kennet Anderson Getty Images

LOS ÁNGELES -- Thomas Ravelli baila. El partido todavía se está jugando. Se define el tercer puesto del Mundial, en Los Ángeles. Promedia el segundo tiempo y ese loco arquero veterano que ya se ha convertido en un símbolo de la selección de Suecia mueve las manos y las piernas de un lado hacia el otro. Se divierte con la tribuna, que lo vitorea, acaso olvidándose de la pelota por un rato.

Ravelli juega porque su equipo gana, golea, encanta. Los de amarillo derrotan por 4-0 a los de blanco, la tan temible Bulgaria, en una goleada cimentada por entero en el primer tiempo: goles de Tomas Brolin, Hakan Mild, Henrik Larsson y Kennet Anderson antes de los 40 minutos de partido. Fiesta. Ravelli baila.

Enfrente están Hristo Stoichkov y Krassimir Balakov, jugadores elegidos en el once ideal de este torneo. En Suecia sólo quedó seleccionado Brolin, pero hoy los once que están en la cancha se ríen de ese supuesto equipo de los sueños. Y Ravelli, al que ya no le alcanza bailar, mira a ambos lados y aprovecha un avance de los suyos para dar una vuelta carnero dentro del área. El estadio delira, porque se siente privilegiado de asistir al baile. Del arquero y del equipo. De esa Suecia a la que, esta vez, le toca festejar una medalla.

Es cierto: no es demasiada la atención que concita este partido, dado que mañana se definirá el título del mundo en este mismo estadio de Pasadena. También es cierto que pasó muy poco tiempo, tres días apenas, desde las derrotas de estos conjuntos en semifinales frente a los finalistas Italia y Brasil.

Posiblemente el más interesado en este partido fuera Kennet Andersson, el alto delantero sueco que, con el gol convertido, alcanzó los cinco tantos en el campeonato y se quedó a uno de compartir el mote de goleador junto con Stoichkov y el ruso Oleg Salenko.

Pero, para el conjunto dirigido por Tommy Svensson, este juego es más que un juego. Es un símbolo que termina de cerrar la obra extraordinaria de un plantel con individualidades destacadas, equilibrio entre experiencia y juventud, talento, proyección y mucho poder de fuego.

Porque Suecia contó, además del flaco Kennet, con la potencia de Martin Dahlin para marcar goles -obtuvo cuatro- y la sutileza del genio Brolin para conducir los hilos del fútbol y llegar él mismo a la red -anotó tres-. Y contó con dos relevos de lujo como el joven rastafari Henrik Larsson, del Feyenoord holandés, y el prodigio Jesper Blomqvist, que viene de hilar títulos locales con el IFK Goteborg. Muchísimos atacantes en buen nivel que pelearon por su puesto en base a la excelencia.

Su aporte, más la férrea tarea en defensa de Patrik Andersson, que milita en el Borussia Mönchengladbach de Alemaina, y la tranquilidad que aportó el arriesgado Ravelli abajo de los palos, lograron construir un entramado de rendimiento confiable y, de a ratos, lucido.

Esta actuación de los nórdicos también significó un alivio para la nación. En el primer partido perdían 2-1 frente a Camerún y se habían despertado algunos fantasmas de Italia '90, cuando perdieron 2-1 en sus tres presentaciones y quedaron eliminados en la primera ronda. Sin embargo, un gol de Dahlin dejó las cosas 2-2 y les permitió ilusionarse con algo diferente.

El segundo duelo fue frente a Rusia, y lo dieron vuelta tras una desventaja inicial para quedarse con un 3-1: goles de Brolin, de penal, y dos de Dahlin. Cerraron el grupo frente a Brasil, nada menos, y salieron airosos de aquel primer duelo al empatar 1-1 tras ir ganando con un gol de Kennet Anderson. Se los empató Romário, el mismo que los dejaría afuera en semifinales con el único tanto para el 1-0 del Scratch .

Los octavos de final entregaron un duelo sencillo ante Arabia Saudita: Kennet Andersson, en dos oportunidades, y Dahlin en la restante resolvieron un trámite sin complicaciones.

Los cuartos fueron otra cosa: 2-2 ante Rumania, otra revelación del torneo, casi sobre la hora por un gol de Raducioiu. La sentencia: tiempo extra y penales. Allí se encontró el punto de mayor sufrimiento en esta historia de héroes. Mild falló el primer tiro y dejó a su equipo en desventaja. Convirtieron Raducioiu, Hagi, Lupescu y las cosas estaban 3-2. Lupescu se paró frente a la pelota para liquidar el encuentro, pero Ravelli frustró sus intenciones de gol. El empate duró hasta el sexto disparo, con otra atajada de Ravelli a Belodedici. Larsson sentenció las cosas para trazar un merecido pase a semis para Suecia.

En semis pasó lo que pasó. Y ahora, en el partido por el tercer puesto, Ravelli da vueltas carnero para divertir a la gente. Sólo faltará que Brolin se cuelgue una medalla, la primera para su país desde el subcampeonato de 1958, y se calce la bandera como capa. Faltará la felicitación de rigor para los perdedores. Faltará el festejo del público, que ahora sólo piensa en Brasil-Italia, esa final de mañana entre dos potencias. Faltará entender que este equipo que marcó 15 goles es el que tiene más tantos en el torneo. Y faltará la celebración de un grupo entero que, jugando al fútbol, apostando al ataque, al pase, al vértigo, a la alegría sin presiones, se ganó la simpatía de una ciudad distraída por lo que viene.