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Gracias, Chelís

BRISTOL -- La carrera del entrenador del Puebla, José Luis Sánchez Solá, el popular Chelís, se extinguió como uno de las últimas llamas románticas del fútbol mexicano.

La idea de un entrenador de carne y hueso, alejado de los escaparates, del glamour, de los lujos, de las exageraciones, del dinero, de los promotores, de las formaciones científicas y hasta de los discursos que transformaban a una cancha, a 22 jugadores y a un balón en un ejercicio matemático, terminó por desaparecer.

El Chelís no requería de un pizarrón, de fichas y de formaciones o de ejemplos internacionales para mantener viva la esperanza de un grupo de jugadores. Entraba al vestidor, gritaba, alentaba, reía y lloraba con sus jugadores y luego, tras algunos berrinches en la banca, se lo dejaba todo a la suerte y al destino.

Todavía esta mañana, mientras Mario Carrillo aprovechaba la ocasión para volver a Puebla, cabía la esperanza de que la decisión sobre El Chelís sufriera un cambio de 180 grados. No fue así. "Una de las siete vidas del gato se ha agotado", me decía el ahora ex entrenador del Puebla a través de la línea telefónica.

La lección del Chelís tiene qué ver con una parte que el fútbol internacional conoce poco y que el fútbol mexicano, desde su extrema profesionalización, no había reconocido nunca.

Mientras un entrenador en Monterrey, por citar un ejemplo, gana hasta dos millones de dólares al año por hacer su trabajo, Sánchez Solá lo hacía, incluso, por 35 mil pesos al mes. Pero esa no era la más importante de las diferencias que ponían a Sánchez Solá como un ser extraño, único y especial en el fútbol de México.

"No hay qué técnicamente yo pueda aportarle a este equipo", insistía en su retórica. "Lo único que puedo darles es mi apoyo. Ellos, los jugadores, son más inteligentes que yo".

Habrá que apuntar que, salvo en algunos momentos de su trayectoria, la vida del Chelís en Puebla nunca encontró una faceta de tranquilidad. En un equipo dividido, muchas veces abandonado, lleno de caprichos y con un propietario emocionalmente inestable, Sánchez Solá tuvo la paciencia y la sapiencia para sobrevivir

El legado del Chelís es mucho más profundo que el éxito o la salvación de una franquicia futbolística. Tiene que ver con un hombre común que sale por las mañanas a tratar de hacer su trabajo, a la luchar por el bienestar de su familia y a entregarse en cuerpo y en alma olvidando que la profesión tienes intereses, estilos que cuidar, tendencias y recordándonos que el fútbol es humano, lo juegan hombres de carne y hueso, que lloran, se ríen, aciertan y fallan como usted o como yo.

Gracias, Chelís.

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