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Historia de los JJ.OO. - Munich 1972

BUENOS AIRES -- ¿Mark Spitz o Septiembre Negro? ¿La hazaña superlativa o la tragedia horrenda y despiadada? Este planteo me lo hice al ponerme a escribir esta nota sobre los Juegos Olímpicos de Munich después de 40 años de ocurrido, cuando estamos a días de Londres 2012.

¿El deporte o la barbarie como tema inicial? Recordé algunos hechos, los verifiqué y uní la visión de aquel presente a la actual, tras cuatro décadas consumidas por el tiempo y me decidí empezar de esta manera.

¿Qué era Septiembre negro?
Una organización terrorista palestina.

¿Qué hizo en Munich 1972?
El comando Ikrit Biraam, con ocho integrantes vestidos de negro, con capuchas de esquí del mismo color, se introdujo en la Villa Olímpica, ingresó al sector de la delegación de Israel, mató a dos de sus atletas, que intentaron escapar, y tomó como rehenes a otros nueve. Pedían la liberación de 200 presos en Israel y que un avión los trasladase a Egipto.

¿Había un temor previo?
Sí. Todo tipo de amenazas. El gobierno de la Alemania del Oeste había montado un enorme operativo de seguridad con policías, soldados y helicópteros.

¿Hubo alguna información sobre la posibilidad de un acto terrorista?
Sí. Sobre movimientos de conocidos activistas. El 30 de agosto, quinto día de competencia, el servicio de inteligencia alemana comunicó que un grupo de cinco fedayines había partido del aeropuerto de Beirut con destino a Alemania.

¿Se tomaron medidas ante esta información?
Sí. Se dispuso la normativa doble alerta del operativo de seguridad.

¿Alguien notó algo extraño?
Sí. Pasadas las cuatro de la mañana del martes 5 de septiembre un patrullero observó a un joven de sombrero blanco y traje de safari cerca de la villa. Poco antes, un empleado de correos vio a cinco hombres en buzo que saltaban la reja. "Vaya, cinco atletas que se fueron de juerga", pensó y, al igual que los patrulleros, no avisó a la seguridad. Esta no escuchó los disparos y se enteró bastante después de la situación por una llamada telefónica.

¿Qué pasó después?
El mundo se olvidó de los Juegos, suspendidos momentáneamente, y siguió a través de la televisión las tensas horas de negociación. Se consiguió llevar en helicópteros a los secuestradores y a los rehenes al aeropuerto militar de Führstenfeldbrück, donde supuestamente les esperaba un avión de Lufthansa para llevarlos a el Cairo. Allí debían entregar a los atletas a cambio de los prisioneros.

¿Qué sucedió en el aeropuerto?
Las cámaras de televisión difundieron las dramáticas escenas. Era una trampa. Al descender de los helicópteros, los tiradores de precisión seleccionados por las autoridades alemanas comenzaron a disparar sobre los terroristas. Estos, cegados por los reflectores, respondieron con disparos en todas las direcciones, incluidos los rehenes.

El resultado de la feroz batalla, que duró ocho minutos, fue 16 muertos (los nueve atletas israelíes, cinco de los ocho terroristas, un policía alemán y el piloto de uno de los helicópteros). Constituyó la peor noche que vivió el movimiento olímpico.

¿Alguien asumió la responsabilidad de esa matanza?

No. Hace 10 años, en un acto recordatorio organizado por los familiares de los atletas asesinados, la señora Spilzer, esposa de una de ellos, expresó: "Nunca nadie quiso asumir la responsabilidad de semejante matanza y el Comité Olímpico Internacional, que tanto proclama el humanismo, se niega a conmemorar lo sucedido en Munich". Lo mismo sucedió ahora cuando se solicitó que en la ceremonia inaugural de Londres se realice un minuto de silencio por el 40º aniversario.

¿Qué determinación tomó el COI?
Organizó una misa en el Estadio Olímpico, puso las banderas a media asta y su presidente, Avery Brundage, cuando se esperaba el anuncio de la suspensión definitiva de los Juegos, pronunció la frase que indignó al mundo: "Los Juegos deben continuar". Nada más. Como si a la Familia Olímpica, de la que tanto habla el COI, no le hubiesen asesinado a 11 de sus hijos. Como cuatro años antes, en México, el nefasto dirigente se lavó olímpicamente las manos.

Este relato lo dedico para el conocimiento de los jóvenes que no lo vivieron, para que los mayores lo recuerden, para que los organizadores de Londres 2012 lo tengan bien presente y, en especial, como homenaje a los deportistas asesinados y a sus sueños cruelmente arrebatados.

LA OBRA MAESTRA DE MARK SPITZ
No visto nunca antes. Tampoco fue una sorpresa. Venía precedido con avales genuinos. Dos medallas de oro, una de plata y una de bronce, en México 1968, 23 récords mundiales y 35 estadounidenses superados desde entonces. De físico armonioso, con elegantes bigotes y rostro cautivante. Seguro de sí mismo, obsesivo, arrogante. Así era el nadador estadounidense Mark Spitz. Tenía 22 años y una idea fija: ganar todas las pruebas en las que iba a participar. Para nada le importaba las series y semifinales que debía correr previas a cada final.

El lunes 28 de agosto comenzó su show. Ganó los 200, mariposa, dejó a dos segundos a Gary Hall y mejoró el récord mundial. Pocas horas después, integró la posta 4 por 100, libre, que triunfó ampliamente, con marca mundial.

Al día siguiente se impuso en 200, libre, sumando otro registro mundial. El jueves, dominó por más de un segundo al canadiense Bruce Roberson, en los 100, mariposa. Una hora más tarde, conquistó su quinto triunfo y quinto récord como último hombre de la posta 4 por 200, libre.

En las series y semifinales de los 100m, libre, fue superado por el australiano Mike Wenden. Los periodistas vaticinaron el fin de su racha victoriosa. Pero, a los 50 metros , ya habían advertido su equivocación. Nuevo éxito, nuevo récord mundial. Y culminó su proeza nadando el tramo de mariposa, de la posta 4x100, cuatro estilos, que destruyó todas las marcas existentes.

Siete días, siete medallas, siete récords mundiales. La apoteosis. En la conferencia de prensa expresó: "Logré la perfección. Por lo tanto me retiro para finalizar mis estudios de dentista".

Mark Spitz aprendió a nadar al mismo tiempo que daba sus primeros pasos. Nació en Modesto, pero creció en Honolulu y terminó de formarse en Santa Monica, California. Arnold, su padre, le repetía todos los días: "Acuérdate siempre. Lo importante no es nadar, sino ganar".

Esa frase machacaba en la mente de Mark al finalizar cada entrenamiento y constituía la reprimenda cuando no vencía en una prueba. La tenacidad de Arnold le trasmitió la obsesión por el éxito. Por eso, cuando, después de los Juegos, fue recibido con todos los honores en los Estados Unidos, se convirtió en la imagen publicitaria por excelencia y sus bolsillos se llenaron de dólares. Ganar, ganar en todo.

Pero la natación permaneció latente dentro de él. Pasó el tiempo. A los 39 años, resolvió prepararse para los Juegos Olímpicos de Barcelona 1992. Algunos lo acusaron de querer aumentar su cuenta bancaria.

Lo cierto es que se entrenó durante casi tres años. Compitió en una reunión en los 50 metros libre, y se encontró con Jager y Biondi. Entonces optó por los 100 metros, mariposa. Notaba que mejoraba sus marcas de dos décadas atrás y realmente era así.

Pero en la clasificación del equipo norteamericano para Barcelona finalizó quinto. Sólo en ese momento, se dio cuenta que al paso del tiempo es lo único imposible de vencer. Esa fue su única derrota deportiva y en su concepto sobre la vida.

DOCE MEDALLAS EN EL BANCO
Desde la presentación del básquetbol en los Juegos en Munich 1936, los seleccionados universitarios de los Estados Unidos dominaban el básquetbol. Faltaban tres segundos para finalizar la dura final en el Palacio Sporthalle y la Unión Soviética ganaba por 49 a 48.

Sakadelidze le cometió foul a Collins. Este convirtió los dos tiros libres, el árbitro brasileño Righetto habilitó la salida y el pase largo de los soviéticos no pudo ser alcanzado por Alexander Belov. Los estadounidenses festejaban eufóricamente el triunfo por 50 a 49, mientras el entrenador soviético Vladimir Kondrashkin reclamaba en la mesa de control.

Decía que antes del segundo tiro libre de Collins había solicitado tiempo muerto. Los controles lo negaban; Righetto, también. El escándalo estaba en marcha. Intervino el inefable secretario de la FIBA, William Jones, y le pasó su factura a sus permanentes detractores: "Faltan tres segundos por jugar".

Las discusiones continuaron por cerca de una hora. Al fin, se impuso la opinión del mandamás. Y mientras los jugadores estadounidenses continuaban pendientes de la bronca, surgió el pase largo y bombeado de Edeshko para Alexander Belov, quien sin custodia convirtió el doble para darle la victoria a la Unión Soviética por 51 a 50.

En ese mismo momento, Estados Unidos presentó la protesta. La ceremonia de premiación se suspendió. Al día siguiente, la protesta fue desestimada. Así concluían las series de siete títulos consecutivos y de 62 partidos invictos del básquetbol olímpico de los Estados Unidos.

En el estadio casi vacío, los soviéticos y los cubanos subieron al podio y recibieron las medallas de oro y bronce, respectivamente. Los estadounidenses estuvieron ausentes ("No estuvimos por ser malos perdedores, sino porque no perdimos el partido", expresó el técnico Hank Iba) y las medallas de plata permanecen y permanecerán in eternum depositadas en un banco de Munich.

MARCARON UN RUMBO
Munich estableció rumbos importantes para el futuro. Desde la aparición de la primera mascota, el perro salchicha Waldi, hasta un sistema de señalización para cada deporte mediante simples trazos lineales, que posibilita ubicar a cada uno de ellos con total facilidad ya sea en los escenarios o en los libros.

También constituyeron la ubicación definitiva del valor de la electrónica en la medición de tiempos y en el fallo de las definiciones, dejando de lado a los jueces de acuerdo como cada uno la había visto. A la vez, indicó cómo agrupar lo complejos y estableció la norma de su diseño y del vuelo arquitectónico a aplicar.

Hubiera sido injusto no mencionar esto y quedarnos con la imagen de que Munich fue sólo Mark Spitz y los encapuchados de Septiembre Negro.

DATOS COMPLEMENTARIOS
STEVENSON, EL BOXEO CUBANO Y LA FRUSTRACIÓN DE DEMIDDI
Si bien Mark Spitz fue la estrella fulgurante, hubo otras que iluminaron el cielo de Munich. Empecemos con el boxeador cubano Teófilo Stevenson, fallecido el pasado lunes, que apareció destruyendo a sus rivales con sus demoledores golpes. Era el líder del boxeo y del deporte de su país que asomaba como una gran potencia, a tal punto que en estos Juegos, Cuba figuró decimoquinta en el medallero.

El país caribeño obtuvo tres de oro en boxeo (la de Stevenson, en pesado, la de Orlando Martínez, en gallo, y la de Emilio Correa, en welters), una de plata (el boxeador Gilberto Carrillo, en semipesados) y cuatro de bronce (el boxeador Douglas Rodríguez, en mosca; el básquetbol; la atleta Silvia Chivas, en 100m, y la posta de atletismo femenina 4x100m).

SHANE GOULD, KORBUT Y EL ATLETISMO
Sigamos con la nadadora australiana Shane Gould, de 15 años, que poseía todos los récords mundiales de estilo libre. Ganó el oro en 200 y 400, libre, y en 200, cuatro estilos, superando en las tres pruebas los récords mundiales. Finalizó segunda en los 800, libre, y tercera en 100, libre, para totalizar cinco medallas. A los 17 años, se retiró después de lograr en 11 oportunidades todos las marcas mundiales entre 100 y 800 metros.

La aparición de la soviética Olga Korbut provocó un cambio fundamental en la gimnasia femenina. Tenía 17 años, pero aparentaba tener 14, medía 1.50 metros y pesaba un poco más de 30 kilos. Su cuerpo infantil, a medio desarrollar, le permitía hacer figuras que las más adultas no podían desarrollar. Se llevó el oro en suelo, barras de equilibrio y por equipo, y la de plata en barras asimétricas.

El atleta soviético Valery Borsov, apodado "El hombre cohete", hizo doblete en 100 y 200 metros. Su compatriota Víctkor Saneiev ganó por segunda vez en salto triple y el keniano Kipchoge Keino, asombró en los 3.000 metros con obstáculos y fue segundo en los 1.500, mientras que la sorpresa la dio el maratonista estadounidense Frank Shorter, al superar por más de dos minutos al belga Karen Lismont y al etiope Memo Wolde, ganador en México cuatro años atrás.

Pero la gran figura del atletismo fue Lasse Viren, que resurgió de las cenizas a los fondistas finlandeses, haciendo recordar a Paovo Nurmi, al imponerse en los 5.000 y 10.000 metros, aunque volveremos a hablar de él en Montreal 1976.

LA TRISTEZA DE DEMIDDI
Era un apasionado remero, al que no le pesaban los enormes sacrificios, ni las frías mañanas, ni la carencia de apoyo. El singlista argentino Alberto Demiddi, el mejor de los ejemplos del deportista amateur, tenía por meta conseguir la medalla de oro olímpica.

Fue cuarto en Tokio 1964. Bronce en México 1968. Llegó a Munich como campeón mundial y europeo, con triunfos en las famosas regatas de Henley y preparado para no fallar. Venció en su serie. Ganó su semifinal.

Recuerdo... Eran las 7 de la mañana en Buenos Aires. Estaba frente al televisor. En la pista de Oberscleseheim largaron, escuché la voz del periodista José María Muñoz que decía: "El soviético Yuri Malishev toma la delantera".

Veía como Demiddi no le perdía pisada. El siempre comentaba: "Es mejor ver la espalda de tus rivales que sentir detrás tuyo el ruido de sus remadas". Y notaba que hacía todos los esfuerzos por dejar de oír el chas... chas... de las palas de Malishev chocando con el agua.

Pasaron los 500 metros. El soviético seguía adelante y él era su sombra. Lo mismo sucedió en los 1.000 y en los 1.500. Así llegaron. Jamás me podré olvidar su bote detenido en el medio de la pista y a él con su cabeza escondida entre las piernas. Habían muerto las esperanzas de un gran luchador y del mejor remero argentino de todos los tiempos.

EL BALONMANO ES ADMITIDO
El balonmano o handball moderno es relativamente reciente, pues sus primeras reglamentaciones se remontan a los últimos años del siglo XIX y la estandarización definitiva de las mismas no llegó hasta 1926, año en que se uniformizaron las reglas para el juego entre equipos de 11 jugadores al aire libre y en cancha de fútbol.

Dicha modalidad llegó a participar en los Juegos Olímpicos de Berlín 1936, pero no fue incorporado al programa oficial hasta los Juegos de 1972, cuando se había transformado en un deporte de cancha cubierta con 7 jugadores en el campo. Yugoslavia fue el primer campeón olímpico, seguido por Checoslovaquia y Rumania.

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