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Un podio de lujo

BUENOS AIRES -- Wimbledon repitió final e invirtió los papeles. Y tuvo una "semi sorpresa" con el bronce. Para el delirio de los británicos, Andy Murray se tomó desquite de un mes atrás, en el Grand Slam inglés, para vencer a Roger Federer, el "dueño" de La Catedral y colgarse la medalla de oro olímpica. Sueño hecho realidad para el escocés. No para el suizo, que buscaba completar el "Golden Slam", es decir, los cuatro "Majors" más el oro en los Juegos Olímpicos. Y fue un consuelo de lujo para Juan Martín del Potro, quien obtuvo el bronce y le aportó la primera medalla olímpica a Argentina.

Si bien el primero y el tercero terminaron felices, también el segundo estuvo sonriente en esa imagen del podio en plena cancha central del tradicional All England Club, en ese mítico césped. Murray se levantó anímicamente, justo el rubro que más se le critica, tras una dura final en el reciente Wimbledon. Y Federer, lejos de la imagen triste que muchos presumían iba a mostrar, les pidió a sus fanáticos que sufrieran por él, porque igual estaba contento. ¿Del Potro? Feliz, incrédulo, viviendo un día inolvidable.

Ya se había dicho, desde este espacio, que Londres iba a tener esta vez un torneo diferente, por el hecho de jugar al mejor de tres sets, siendo partidos cortos, excepto la final. Paradójicamente, hubo dos encuentros maratónicos, con desenlaces en el tercer set largo, sin tie-break, con el histórico duelo entre Federer y Del Potro, que se lo llevó el helvético por 19-17 en ese decisivo parcial, tras 4 horas y 26 minutos, con récord de duración en la cita olímpica. Y, por el contrario, la final se diluyó muy rápido.

A diferencia de los Grand Slam, el campeón debió ganar seis partidos seguidos, es decir, uno menos que en cualquiera de los cuatro "Majors" de cada temporada. Eso fue lo que hizo Murray, cediendo apenas un set, el primero del choque contra el chipriota Marcos Baghdatis en la tercera rueda, es decir, los octavos de final. El tercer cabeza de serie, ante la baja por lesión del español Rafael Nadal, se deshizo en dos ajustados parciales contra el serbio Novak Djokovic, el Nº 2 del mundo.

Con un exigente cuadro, un poco más riesgoso del que debió soportar el rey Federer, fue el británico el que se abrió paso a la final con más tranquilidad. El suizo había dejado sólo un capítulo en el camino a la histórica semi -en el debut contra el colombiano Alejandro Falla-. Pese a que se recuperó de un arranque dubitativo, Federer pudo destruir la ilusión de Del Potro, el 9º del ránking ATP y 8º favorito, para abrirse paso a la gran y esperada definición.

Autoridad y su gran mano, convicción y un juego suelto, fluido y agresivo le abrieron el camino a Federer a esa semi, sabiendo resolver por experiencia y determinación ese cruce memorable frente al argentino. Ese partido, sin dudas, será el más recordado de este singular campeonato, en el que se pensó que habría alguna gran sorpresa ya que no se jugaba al mejor de cinco sets y eso podía ayudar a los letales sacadores en la superficie más veloz, aún cuando es más lenta que en otros tiempos.

Indudablemente, por presente, por sus inagotables pergaminos y porque venía de igualar el récord de siete títulos en Wimbledon, de estirar su marca histórica a 17 coronas en los Grand Slam y de alcanzar la cifra suprema de cantidad de semanas como Nº 1 del mundo, era Federer el gran candidato al oro olímpico. Y lo fue hasta la citada semi. Es que, ya en la final, ese cansancio acumulado podía pasarle factura. Eso, en parte, fue así, sumado a que tuvo enfrente a una genial versión del Murray versátil y también completo, dueño de una extraordinaria defensa y un magistral contragolpe.

Era evidente que Murray y Djokovic eran los principales "enemigos" de Federer. De hecho, se dijo esa en la previa a estos estupendos Juegos Olímpicos. La diferencia que hizo esta vez el escocés se potenció en esa ventaja física evidente por lo que fue su recorrido hasta la definición y, además, porque jugó más suelto y sin que la presión por ganar en casa le pesara tanto como otras tardes. Una diferencia clave, definitoria.

Desde el vamos, Murray salió a agredir a un Federer "tocado", sacó muy bien, fue muy firme desde la base y estuvo preciso y oportuno a la hora de forzar y luego definir. Fue demasiado para este suizo que, aunque haya elogiado el gran nivel del británico, sufrió el desgaste notorio del encuentro agotador contra Del Potro. Igual, no se trata de una excusa, ni nada parecido, ya que el local se mereció el triunfo y no por casualidad fue capaz de pulverizar tan rápido, como nadie, la meta pendiente del helvético.

En su caso, sintió el impacto. Además, Murray salió a mostrar su categoría como jamás se lo había visto, tildado de no dar el máximo en las grandes finales, ya que de hecho perdió las cuatro definiciones de Grand Slam que jugó en su carrera. En cambio, Del Potro no pareció padecer ese fuerte sacudón de la derrota en semi y, ante un Djokovic siempre difícil pero distante del que arrolló a todos en 2011, estuvo con "punch" y determinación en los momentos importantes.

Allí donde cedió con lo justo ante Federer, en ciertos pasajes decisivos del segundo set y en ese maratoniano tercer parcial, esta vez se hizo aún más grande que lo marca su figura. Por eso, el argentino resolvió su batalla psicológica contra el serbio en dos capítulos cerrados, siendo muy sólido y regular desde la base y marcando algunas ventajas a la hora de ser más agresivo. Su derecha fue crucial y vaya si la recordará el europeo, que no pudo repetir el bronce de Beijing 2008.

Por eso, los tres integrantes del podio, de alguna manera, celebraron, cada uno a su medida. Ninguno de ellos, más allá de los disímiles de sus trayectorias, había estado en un podio olímpico en singles. De hecho, fueron las primeras medallas en Juegos Olímpicos para Murray y para Del Potro, quien además jugó su primer certamen de esta clase. Por eso la alegría desbordante del argentino, un poco más expresivo que el escocés, quien ante la emoción de lo vivido ante su público no se vio tan eufórico.

Para Federer, oro en dobles hace cuatro años, en China, igualmente se trató de un torneo para recordar, porque se quedó con la medalla de plata. Puede sonar siempre a poco por tratarse del talentoso suizo, considerado por la mayoría como el más grande tenista de todos los tiempos, pero su grandeza su hace más notoria al ver esa felicidad por estar en la final y acceder a la segunda presea. Y ese es un ejemplo que deja para todos, en especial para los niños y para tantos exitistas que creen que sólo sirve y vale ganar.

Si bien puede pensarse que iba a terminar cabizbajo y triste, dolido porque pudo ser su última gran oportunidad para conseguir el oro individual, Federer ratificó su aureola de superestrella. Para Murray, es hora de gozar como nunca antes en su vida. Por algo repite que este es su triunfo máximo. Distinto, pero similar en un sentido, fue el caso de Del Potro, la "semi sorpresa", ya que el césped es la superficie que menos alegría le había deparado y donde nunca jugó una final. Por eso, su bronce tiene sabor a mucho más.

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