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Sobre la muerte de Noemí Simonetto

BUENOS AIRES -- La buena de Noemí se ha ido para siempre, a pocos días de haber cumplido 85 años.

La buena de Noemí Simonetto, medalla de plata de salto en largo de los Juegos Olímpicos de Londres 1948 y una de las tres únicas mujeres argentinas ganadoras individuales de preseas olímpicas de ese metal (las otras fueron Jeanette Campbell y Gabriela Sabatini), representaba una época del deporte totalmente distinta a la actual.

Y digo la buena de Noemí, porque su imagen trasmitía dulzura, a pesar de su constante reproche obsesivo al periodismo por la poca divulgación del atletismo, una pasión marcada a fuego en su existencia.

Daba gusto escucharla referirse al tiempo que le tocó transitar y así poder advertir su humildad, su simpleza, su amor a la familia y a la vida comunicada en el tono de la voz y la tierna mirada.

De esas conversaciones recopilamos su historia. Nació en Avellaneda, el 1 de febrero de 1926, aunque fue inscripta dos días después. Su padre, un ex futbolista y corredor veloz, vio en ella al atleta por él soñado, apoyado en el apodo "saltimbanqui" puesto a su hija por la abuela italiana como consecuencia de observarla saltar y correr todo el día.

"Mi padre tenía la costumbre de ir a todos lados con una soga y demostrar mis habilidades. Nos habíamos mudado al barrio porteño de Barracas. Yo tenía 13 años y fuimos a Bernal. En una plaza, el entrenador de atletismo de River, Víctor Caamaño, me vio saltar y me propuso ir al día siguiente al club y hacer una prueba", formaba la parte inicial del relato de Simonetto.

Su rostro se iluminaba y continuaba así: "Llegué a River en diciembre de 1939, en medio de la organización que celebraría el Día del Deporte. Tras correr una vuelta a la pista que estaba alrededor de la cancha, y realizar un salto en alto utilizando como varilla una garrocha, fue citada a regresar por la tarde, y desfilé con el equipo de atletas del club.

"En aquella época. Núñez era una zona de potreros. Mi padre me acompañaba a los entrenamientos tres veces por semana. Desde Barracas la distancia era larga en micro hubo necesidad de ajustar los gastos, hasta que en 1941 me autorizó a ir sola."

Así se inició su vida atlética. Sobresalió en 80m, con vallas, 100m, salto en alto, y salto en largo. En 1945, fue primera del ranking mundial de los 80m, con vallas, su especialidad, con 11s5. Ese mismo año batió el récord sudamericano de salto en largo, con 5,76 metros. En 1946, estableció el récord argentino de salto en alto, con 1,60 metros, que se mantuvo vigente hasta 1970.

A partir del año 1941, participó en los Campeonatos Sudamericanos de Buenos Aires, Santiago y Montevideo. Y tras un arrasador triunfo en los de Río de Janeiro en 1947, Noemí tuvo su máxima oportunidad en los Juegos Olímpicos de 1948.

"Llegar a Londres fue una aventura", recordaba Noemí, "Viajamos en barco 20 días. Hicimos escala en Río de Janeiro, allí bajamos y pudimos entrenar en el Club Fluminense. De allí a Cabo Verde y luego a Barcelona. Llegamos entonces a Cannes, donde no había puerto de mar y tuvimos que llegar a tierra en bote. Cruzamos en tren toda Francia, de allí en ferry hasta Inglaterra, y por último un ómnibus a Londres.

"Al arribar, encontramos que no tenían previsto alojamiento para las mujeres y nos enviaron a un castillo que había sido refugio de guerra. Vivimos una semana muy asustadas, con tarjetas de racionamiento. Inglaterra en ese momento estaba muy mal y mostraba las heridas de la Segunda Guerra Mundial. Finalmente recalamos en una escuela de Wimbledon."

La idea de Simonetto era conseguir una medalla en los 80m, con vallas. Llegó a las semifinales y, al ser tercera en su serie, quedó eliminada y le abrió la posibilidad de participar en salto en largo, que se desarrollaba en forma simultánea con la final de la prueba de vallas cortas.

Saltó 5,60m y se mantuvo en el primer puesto hasta el último salto de Olga Gyarmati, una de las candidatas. La húngara alcanzó 5,69m y se llevó el oro. Al principio se sintió decepcionada, pero pronto comprendió la importancia del segundo lugar. Al fin de cuentas, era la primera mujer en conseguir una medalla olímpica en la historia del atletismo de su país.

Así cerró su corto ciclo de actuaciones. Al volver, con apenas 22 años, casada con el profesor de Educación Física Ramón Portela, resolvió retirarse.

Treinta años después, tras una enfermedad se le autorizó a hacer atletismo, su pasión, y se mantuvo activa hasta los 80 años, mostrado su orgullo de ser madre, abuela y bisabuela.

Trascribo dos conceptos suyos que me dio a conocer cuando recibió distinciones de la Fundación Konex, del Comité Olímpico Argentino (Mujer y Deporte), del Comité Olímpico Internacional (Trofeo Juegos Olímpicos del Centenario y la Orden Olímpica), del Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (Premio Jorge Newbery) y del Círculo de Periodistas Deportivos (Olimpia de Plata a la trayectoria).

Primer concepto: para tener en cuenta.
"Todo lo logré con sacrificios y ahorros, sin medios que provengan del deporte. En mi época nos pagábamos todo nosotros, desde las zapatillas hasta las camisetas, y dejábamos cualquier cosa de lado por entrenarnos. Hacíamos deporte como un pasatiempo, y competíamos por la medalla."

Segundo concepto: para admirarla.
"Se puede vivir con más o con menos. Mis tres hijos: Jorge, Osvaldo y Fernando; mis tres nietos: Claudia, Jorge y Martín; y mis cuatro bisnietos: Ana, Ale, Lucía y Teo, representan lo más importante de mi vida. Fuera de ello, me bastan unas pocas cosas para estar bien."

Así vivió Noemí Simonetto, conocida también como "La Tanita de Avellaneda", la atleta argentina que ha logrado la mayor cantidad de medallas en los Campeonatos Sudamericanos: 11 de oro, tres de plata y tres de bronce. La Noemí olímpica capaz de hacer historia como mujer en el atletismo de su país. Noemí se fue para siempre el 20 de febrero de 2011, dejando la estela de una existencia inolvidable.

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