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BUENOS AIRES -- Como si se tratase de la famosa pregunta sheksperiana el polo argentino o el Abierto de Palermo que es casi lo mismo debate si modificar su cantidad de equipos o no.  Sin embargo lo que en principio sólo son números rebela una cuestión de fondo más profunda y más preguntas por responder.
El Abierto Argentino sin ir tan lejos en su historia ha sabido de temporadas de eliminación directa, de grupos, de semifinales cruzadas y de años con 6, 5 y también con 10 formaciones. Claro que el formato que más convenció durante las últimas décadas fue el de 8 conjuntos. Este último fue el que mejor se adaptó a la realidad del polo argentino de un momento de crecimiento y expansión, pero que no se detuvo. Hoy, más que opinar si Indios Chapaleufu II debe abdicar o mantener su andar en el alto handicap, la duda debería pasar por saber qué lugar le abriremos a la enorme cantidad de jóvenes que nos asombran en la Copa los Potrillos y en cuanto torneo similar haya dando vueltas. Si Palermo es llegar al cielo, ¿no corresponde mostrarles un horizonte con más de 32 estrellas? El sistema actual ya descubrió ser injusto para quienes deben disputar la clasificación, por tener que comenzar tan temprano una temporada que les pide a los ganadores un pico de rendimiento justamente en Palermo, cuando su caballada ya pide descansar.  ¿No es más lógico y humano, para con las organizaciones, que los finalistas de la Cámara de Diputados ingresen al Abierto del año siguiente?
Finalmente está la parte comercial. Si llueve, se juega entre semana, va menos público y el sponsor se queja. Si el tiempo acompaña Palermo se va en un mes, el evento parece corto y el sponsor se queja.
En conclusión, aunque no lo digan en voz alta, las empresas siempre tendrán una queja. Palermo con 8 o 10 es más que un capricho, es una duda que se transformó en un proyecto con fundamentos.
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