<
>

Sencillamente Roger

Roger ganó el título en su casa, Basilea EFE

CIUDAD DE MÉXICO -- Sencillamente Roger... así de simple, esa frase engloba la historia del mejor jugador de tenis de todos los tiempos.

Y es que ahora cuando el suizo se encuentra, muy a nuestro pesar, más cerca del retiro que nunca, el verle disputar una final, se convierte en todo un privilegio.

Más allá de la noticia de que el número uno del mundo cayó ante el japonés Kei Nishikori, lo cierto es que la lesión que le aqueja en la espalda, es lo que mayor ventaja le dio al rival, y aunque su nombre aparecerá entre los poquísimos que lograron vencerlo en este año de ensueño para Novak Djokovic (4, para ser exactos, en 72 partidos, ¡todo un record!) creo que el triunfo más importante se lo llevó precisamente Federer en Roland Garros, cuando lo venció sin excusas, ni pretextos, en la derrota que más debe dolerle al serbio esta temporada, no sólo porque impidió que lograse realizar un histórico Grand Slam, sino porque contra todos los pronósticos, Roger demostró ser el único con la jerarquía para frenar a la máquina llamada Nole.

Y es que, seamos o no fans de Roger Federer, no hay quien guste del deporte blanco y pueda ignorar los aportes que este jugador hizo en su brillante carrera a este deporte tan competitivo, tan individual y de tanta presión y precisión.

En más de 100 años de histotia, han desfilado brillantes número uno, campeones increíbles, desde las leyendas de Henri Cochet, René Lacoste, el legendario Don Budge, ganador del Grand Slam pasando por supuesto por Rod Laver, el último en lograrlo en el tenis varonil, claro antes de que se abriera la competición a 4 distintas superficies, y en esa constante evolución que nos deleitó con esa mágica generación de los '70 John McEnroe, Jimmy Connors, Björn Borg, para pasar por Ivan Lendl, Pat Cash, Boris Becker, hasta llegar a Andre Agassi y Pete Sampras.

Así culminó el siglo XX con la creencia de que después de ver la perfección técnica de Sampras, ya poco nos quedaba por descubrir, a pesar de que las carencias del norteamericano sobre arcilla, le impidieron ganar en Roland Garros, a diferencia de su archirrival, que pasó de un producto de mercadotecnia, a un auténtico campeón y el primero en consolidar el éxito en los 4 "Grandes", aunque no en el mismo año, como marca el verdadero y original Grand Slam.

De hecho llegó una especie de vacio de figuras y emoción en el deporte blanco, que apenas pintaba algo con jugadores como Andy Roddick, Mark Phillippoussis o su compatriota Patrick Rafter y hasta el chileno Marcelo Ríos con todo y sus desplantes y desfiguros, el propio Carlos Moyá que enamoró por completo a la afición mexicana en sus actuaciones en el Abierto que se celebra en Acapulco o el brasileiro Gustavo Kuerten, que era carismático y conectaba con la gente, pero ninguno de ellos tenía el tamaño de leyenda de sus antecesores, dicho sea con todo respeto, y mucha honestidad.

Llegó entonces un jovencito más bien flacucho, sin ese trabajo de gym para marcar músculos, de estatura promedio para lo que se ve en el tenis del siglo XXI, una melena larga que la verdad no le hacía ver nada bien, además de que tampoco es un galán de portada y hasta sin ese garbo de otros campeones del tenis mundial.

Federer, representante de un país que por tradición tenística tenía un campeón olímpico en Barcelona '92 y una número uno del mundo, Martina Higgins, retirada prematuramente ante las presiones familiares y extradeportivas, pero que en realidad era de ascendencia, estilo y técnica 100% checa.

Pero él sin aires de grandeza fue ganando partido por partido, torneo por torneo, agigantándose en los Grand Slam hasta demostrarnos que lo que habíamos visto antes, no era nada comparado con esta aplanadora de imagen totalmente inversa a la de jugadores de gran físico y potencia, pero con aptitudes naturales tan increíbles que jugaba de una forma en la que parecía tan fácil jugarlo, que empezó a llamar la atención y a comprobar que no todo estaba visto, ni escrito en el tenis.

Rompió récords impresionantes, incluso aquel que tantos años costó a Sampras conseguir, con el mayor número de Grand Slams en una carrera en la ATP, lo cual parecía increíble en tan poco tiempo, y dominó en forma tan contundente y amplia que hasta el circuito se convirtio en un espectáculo en solitario, y hasta un tanto aburrido para la afición.

Pero gracias a Dios llegó una nueva generación que empezó a darle pelea, y más que eso a hacer del tenis un deporte altamente competitivo y sobre todo espectacular y nació una rivalidad sensacional contra Rafita Nadal, al que superó en muchas ocasiones y el que se convirtió en su mayor dolor de cabeza, a grado tal que esa final de Australia 2010 todavía nos hace vibrar, como nos conmovieron las lágrimas de dolor e impotencia del máximo número uno del mundo, tras perder una final épica, larguísima e intensa, pero en la que siempre reconocio la calidad del rival.

Eso y cada uno de los duelos entre estos dos jugadores le volvieron a dar lustre y emoción al deporte blanco, y desde 2005 se vivio una de las mejores épocas del deporte blanco, ya que a la par de esta emocionante rivalidad, nacio una generación de super dotados que están dando mucho espectáculo como son Andy Murray y el actual número uno del mundo, Novak Djokovic, por mencionar a algunos de los que han hecho que millones vuelvan a colmar estadios y elevaron al máximo los niveles del rating en la TV mundial.

Pero esta primera década del siglo XXI, no sería lo mismo sin Roger Federer, sin su magia, sin su maestría, sin su tenis. El domingo ganó la final en Basilea, en casa, y la pregunta es si este será el último título del jugador más grande en la historia, si estamos próximos al retiro, si Roger tiene aún para volver a levantar la Copa de un Grand Slam... y la verdad es que aún cuando todo apunta a que así pueda ser, él nos ha demostrado ya, y en varias ocasiones, cuando muchos lo han retirado que tiene aún grandes cosas por dar, este año un partido valió su temporada, esa victoria sobre Nole.

Es tanta su aportación al deporte mundial y de su país, que incluso se dio a concoer que el alcalde de Bienne, la ciudad en la que se hizo tenista, Erick Fehr, ha logrado ya el acuerdo para que la calle en donde se encuentra el Centro Nacional de Tenis lleve precisamente el nombre de Roger.

Y hoy nos viene a la mente esta reflexión sobre el ex número uno del mundo, porque aunque no ha declarado nada, en cualquier momento podría atreverse a decirnos adiós y será una de las despedidas más dolorosas para un deporte como el tenis, que si bien ha visto desfilar a muchos grandes, ninguno como Roger.

Basilea puede marcar el inicio del fin de la máxima trayectoria de un campeón, o incluso convertirse en el aliciente que lo lleve a pensar en hacer del 2012 la termporada de fuego, la del mayor reto, porque ser número uno del mundo en plenitud y con sus aptitudes parecía fácil, ahora con esta generación de superdotados y él con tres décadas de vida y ya convertido hasta en padre de familia, entiende que el tiempo no perdona a nadie, ni siquiera a quien más aportaciones dio al tenis.

Roger... siempre Roger, el que será Rey por la eternidad, más allá de lo que ocurra de Basilea en adelante.