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La atracción de las rusas

Sharapova no sólo es top ten en tenis AP

BUENOS AIRES -- Dicen que en Rusia ya no existen los celos. Yo soy ruso.
-¡Ja!
-Bueno, está bien. No soy ruso, pero quisiera serlo.
-Si usted fuera ruso yo sería...
-Un sacerdote sirio-etrusco-anarco-freudo-stalinsta...
-Algo así.
-Bueno, empecemos de nuevo: en Rusia ya no existen los celos. Quisiera ser ruso.
-Eso es otra cosa.
-Pero en definitiva es lo mismo.
-¿Por qué quisiera ser ruso?
-Porque adoro a las rusas.
-¿A todas las rusas, sin distinción?
-Mmm... A todas las tenistas rusas, sin distinción. Eso es.
-Estamos yendo de lo general a lo particular. Adora las tenistas rusas, por lo tanto quisiera ser ruso. Pero eso es tan absurdo como pensar que siendo argentino tendría acceso a las tenistas argentinas.
-¿Y a quién le interesan las tenistas argentinas? Son absolutamente normales...
-¿Normales?
-Quiero decir, en términos estrictamente estéticos, no son distintas al resto. Son bellas, o pueden serlo, pero...
-Señor mío, la belleza no lo es todo.
-Error.
-¿Error? ¿Dónde está el error?
-Tal vez escuchó alguna vez hablar de Vladimir Nabokov...
-Creo que sí, es un escritor ruso.
-No. No es: fue.
-El autor de Lolita.

-Una novela mediocre si se compara su producción, la rusa, precisamente, escrita antes de su asentamiento definitivo en los Estados Unidos.
-¿Qué tiene qué decir de Nabokov?
-Nabokov estuvo toda su vida casado con la mujer -perdón: la rusa- más bella del mundo: Véra, Véra Nabokov.
-...
-Vladimir se iluminaba cuando estaba con su esposa: interpretaba para ella, ante ella, con ella. Los dos se comportaban como si compartieran un secreto. Era el hombre más conyugal que jamás se haya conocido. Él pensaba de su esposa que era exigente, fina, sabia, caprichosa y muchas cosas más. En 1949 dejó constancia de la desaprobación que le mereció el súbito afecto de un alumno, que no era precisamente un Adonis, por Véra. "Pero la belleza no es todo", protestó el alumno. "Señor Keegan, señor Keegan", le respondió Nabokov, "eso es una mera presunción con la que aspiramos a abrirnos paso en la vida. En el fondo, lo único que importa es la belleza".
-Yo le hubiera roto la nariz.
-Nabokov también, pero las palabras siempre son más elegantes. Además, los golpes no trascienden; las palabras sí.
-Pero había empezado hablando de su predilección por las tenistas rusas.
-Y usted me distrajo diciéndome, como el señor Keegan, que la belleza no lo es todo.
-Tiene razón: la belleza importa.
-Las tenistas rusas, entonces.
-Las tenistas rusas. Continúe.
-Piense: casi el 20% de las mejores tenistas del mundo son rusas, y algunas de ellas pueden llegar a excitarlo y convertir cualquier miembro viril en una herramienta de titanio.
-Exagera.
-No exagero.
-Verla a Dinara Safina no me genera ni la más mínima emoción.
-Esa es la excepción que confirma la regla.
-En síntesis...
-En síntesis son modelos. En general miden de 1.70 para arriba, pesan entre 60 y 65 kg. Y están todas para casarse, para practicar la poligamia sin el más mínimo remordimiento.

-Estamos de acuerdo, pero ¿cómo juegan?
-La cosa es sencilla. Todo el peso del cuerpo: fuerza, potencia y velocidad están en función de las tres pelotas que están en juego. Si sacan, primero devuelven la pelota con un cañón, luego buscan la pelota cruzada para sacar a la rival de la cancha, y lo que sigue a eso es un palazo definitivo al lugar donde la rival nunca llega. Simple y contundente.
-Se está olvidando de los gritos...
-¿Los gritos? La sinfonía querrá decir. Sharapova es la reina de los alaridos, pero hay otras que juegas sin sobresaltos. De todos modos, todas se miden con la misma vara: hay un biotipo, ciertas pautas de juego y estrategia, y todas repiten la misma fórmula.
-¿Cuál sería?
-Un día le pregunté a la tenista argentina Belén Corvalán cómo juegan las rusas. Me contestó, palabras más, palabras menos, esto: "Te cagan a palazos en las tres primeras pelotas. Si sos capaz de devolverles la cuarta, se les quema el chip y la próxima la tiran a la cualquier parte. Son unas bestias, pero no se bancan mantener el juego. Pura potencia."
-Bien, pero ¿quién es la número uno?
-No hay una número uno. Sólo hay "un" número uno: Novak Djokovic.
-Usted está loco.
-Loco de amor, que no es lo mismo.
-¿Por Sharapova?
-Preferentemente por Sharapova, pero se me presenta la ocasión podría conformarme con Djokovic. A esta altura de mi vida me da exactamente lo mismo.
-No le creo.
-Qué me importa.