Olímpicos
Eugenio Martínez Ruhl 8y

Feña González, el ídolo silencioso

BUENOS AIRES -- La pelota pega en el fleje y se queda de este lado. Él levanta la cabeza hacia el cielo de Miami con una media sonrisa. Se queda un instante así, un momento en el que pasan muchísimas imágenes por su mente, y después enfila para la red, a saludar a su rival. 

Así se retiraba Fernando González en 2012. Cuando llegó al vestuario, después del inusual abrazo con el umpire brasileño Carlos Bernardes, del emotivo video homenaje que le preparó la ATP y de un largo rato firmando autógrafos, publicó en Twitter la frase "Game Over". Como si de un videojuego se tratara. 

Pero no hubo ni habrá jueguito electrónico que pueda abarcar lo que verdaderamente fue Gonzalez, el Bombardero de La Reina, para el deporte chileno. No para el tenis chileno, sino para el deporte todo de su país. Porque más allá de sus 11 títulos ATP, más allá de haber sido finalista del Abierto de Australia en 2007, el hombre fue protagonista -junto a su amigo Nicolás Massú- de la primera medalla olímpica de oro en la historia de su país. Como si fuera poco, un rato antes de eso había ganado el bronce en el certamen individual de Atenas 2004. 

Él y Massú fueron recibidos como héroes en Chile. El presidente de aquel entonces, Ricardo Lagos, los acompañó al famoso balcón de La Moneda, desde donde saludaron a las 10 mil personas que los ovacionaban desde abajo. 

La emoción fue fuerte. Parecida a la que sintió cuando, todavía en Grecia, le mostraron los festejos de la gente en las calles de todo Chile aquel 21 de agosto de las dos preseas. Una de las jornadas más gloriosas que el deporte le haya dado al país sudamericano. 

Pero la vida y la carrera de Feña seguían. El nacido el 29 de julio de 1980 en La Reina, comuna ubicada al noreste de Santiago, la capital de Chile, disfrutó de grandes años entre aquel Atenas 2004 y la cita olímpica posterior. Ganó títulos, perdió la final de un Grand Slam -el Abierto de Australia 2007- contra Roger Federer, y alcanzó el Nº5 en el ránking mundial. 

Esas cuatro temporadas fueron sólo un impasse para que González volviera al ámbito que mejor le sentó a lo largo de su carrera, el olímpico. Porque llegó Beijing 2008 y Feña recuperó esas sensaciones únicas. La gran distancia entre Grecia y China no lo impidió. 

Era ahí, con la villa olímpica, con los deportistas top de otras disciplinas a su alrededor y, sobre todo, con la camiseta chilena puesta, donde la motivación le llenaba el cuerpo. Nunca le encontró explicación. Pero el mejor Fernando aparecía ahí.

Como si fuera un obsesivo del orden, completó los tres colores de su medallero olímpico personal. Ya tenía el bronce y el oro, ambos conquistados en Atenas 2004, y en la capital china sumó la plata, tras perder la final ante un Rafa Nadal que por aquelllas épocas estaba intratable. 

Es el único deportista chileno que obtuvo una de cada una de las medallas olímpicas. Tal vez para otros tenistas, los JJOO sean algo más. No para él. "No cambiaría mis medallas por un Grand Slam", afirmó una vez.  

Game Over.

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