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Shakur Stevenson, la estrella que nace

Stevenson fue campeón del preolímpico que se disputó en Buenos Aires en marzo pasado. Ramón Cairo

BUENOS AIRES -- Shakur sonríe y sus dientes, blancos y vigorosos, contagian alegría. Shakur sonríe y, al mismo tiempo, el mundo del boxeo también. Todo indica que habrá una estrella en Río, y que esa estrella puede él, Shakur, el orgullo de Newark.

Cuando pasó por Buenos Aires, en los Preolímpicos disputados en marzo de este año en La Rural, fue una de las atracciones. Su boxeo, suelto, lleno de recursos, alegre y variado, es, en síntesis, el de un talento natural, al que todo parece salirle bien.

El representante norteamericano en los 56 kilos llegó a la pelea final ante el argentino Alberto Melián, a quien se impuso por puntos sin mayores dificultades. “Es muy buen boxeador, sin dudas, muy veloz, muy inteligente”, nos dijo Melián. “Como cuando peleamos en la final ya los dos estábamos clasificados para viajar a Río más allá del resultado, fue un choque liviano, pero allá va a ser diferente”.

“El último boxeador olímpico que me despertó una sensación parecida fue Oscar de La Hoya en Barcelona”, nos había adelantado el doctor Hugo Rodríguez Papini, hombre de gran veteranía en el boxeo amateur. “Hace todo bien, hay que seguirlo de cerca”.

Pues bien: llegan los Juegos de Río y Shakur Stevenson deberá demostrarlo. Sobre todo porque el boxeo masculino norteamericano necesita una medalla dorada. La última la logró Andre Ward, en 2004. ¿Lo logrará?

Cuando nació, el 28 de junio de 1997, su madre, Malikah Stevenson, lo bautizó Shakur en honor al rapero Tupac Shakur, que iba a ser asesinado ese mismo año.

Tupac asistió a Las Vegas para la pelea en la que Mike Tyson venció a Bruce Seldon, el 7 de septiembre: nocaut técnico en el primero. Esa noche, luego del show, fue baleado y murió el 13 de septiembre.

Stevenson es el mayor de una familia numerosa –seis hermanos, dos hermanas-, y hoy es el orgullo de Newark. Apenas tenía cinco años cuando su abuelo, Wali, lo llevó a un gimnasio donde entrenaba boxeadores. Hizo su primera pelea a los ocho.

Ha pasado un poco más de una década. Hoy a los 19, es el único norteamericano que ganó dos Mundiales Juveniles, los de 2013 y 2014. Fue medalla de oro en los Olímpicos Juveniles. Nunca perdió en competencias internacionales, a lo largo de 23 combates.

Boxea con la misma naturalidad con la que sonríe. Suelta los golpes con absoluta relajación y camina el ring con una gran velocidad. Cuando estuvo en Buenos Aires jamás perdió la sonrisa, vio todos los combates y siempre estaba moviendo el cuerpo. “Eso no es todo”, nos dijo Augie Sánchez –el único vencedor norteamericano de Floyd Mayweather y miembro del equipo-, “A veces, en lugar de caminar como el resto, va haciendo sombra y practicando golpes”. Cuando le preguntamos si será el próximo Mayweather, como muchos afirman, Sánchez fue muy sincero: “No se apure como hacen muchos periodistas. Déjenlo ser, dejen que sea Shakur, hay que esperarlo”.

Es la gran esperanza norteamericana para estos juegos. Sobre todo teniendo en cuenta que el peso pesado Cam Awesome vino a la Argentina haciendo mucho ruido y quedo afuera, al ser vencido por el argentino Yamil Peralta. Luego, en otro intento en Venezuela, Awesome volvió a ser derrotado.

Por decisión de su madre, Shakur dejó el peligroso barrio donde vivían y marchó al Alexandria Boxing Club en Virginia del Norte, donde reside su principal entrenador, Kay Koroma, hoy parte del equipo técnico de los Estados Unidos.

Koroma lo conoció a Shakur cuando andaba por los diez años y de inmediato sintió que estaba ante una gran figura. Tiempo después comenzó a entrar al chico, quien igual conservó en el equipo a su abuelo Wali. Rubén

Villa le ganó dos veces en 2015, incluyendo una pelea clasificatoria para los Juegos de Rio. Lloró sin parar hasta que tanto su abuelo como Koroma supieron contenerlo.

Para no olvidar el momento, puso la foto de cuando le levantaban la mano a Villa como fondo de pantalla de su celular. En diciembre de ese año se tomó desquite, venciendo dos veces a su rival. “La mayor enseñanza que logré en un ring fue cuando perdí, porque me enojé y quise ganar con un solo golpe. El peor de los errores es perder la cabeza...”, afirmó.

Admirador confeso de Floyd Mayweather, admite: “Odio perder. Es como la muerte de una persona querida. No quisiera volver a vivir el dolor de una derrota. Por eso espero ansioso a Rio, porque amo el triunfo”.

La sonrisa de Shakur sigue brillando y el mundo del boxeo espera su consagración.