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Argentina, un equipo indefinido

BUENOS AIRES -- Resulta redundante referirse al precario equilibrio sobre el que se sostiene la dirigencia del fútbol argentino. Y se vuelve tentador comparar el debut de la selección olímpica con ese escenario.

El equipo del Vasco Olarticoechea, a quien le sobra voluntad y entereza pero le falta respaldo concreto, fue la expresión perfecta de la dispersión. Imposible discernir un plan de juego, una idea, un propósito. Seguramente lo hay.

Pero quizá la comunicación entre conductor táctico y plantel no fue todo lo fluida que se necesita. O escaseó el tiempo de trabajo indispensable para lograr cohesión, identidad. Acaso por reflejo ¬–Portugal fue en todo momento superior–, Argentina se perfiló para jugar al contragolpe.

Pero ese programa requiere una solidez defensiva que no se vio. Hasta Rulli, que venía jugando un partidazo, flaqueó en una pelota sencilla (el segundo gol) y completó la sensación de desorganización y endeblez para cuidar el área propia. Por lo demás, el contragolpe reclama pasadores avezados, un cerebro que, en la mitad de la cancha decida las réplicas.

Con un doble cinco y Correa flotando en una zona indefinida (todo lució indefinido), la selección se limitó al envío vertical repetido por cualquier lanzador.

Parecía un equipo urgido, reticente a producir juego colectivo. Salvo en el final del primer tiempo. Tampoco quedó del todo claro por qué el DT acudió a un defensor para atacar por la derecha (José Luis Gómez), si cuenta con dos especialistas en esa zona (Pavón y Espinoza). Gómez tuvo un primer tiempo razonable, pero el ingreso del delantero de Boca permitió mayor penetración, justamente en un flanco en el que los portugueses no se mostraron del todo fuertes.

Los nombres de jerarquía le dieron, de forma individual (o en alguna asociación fugaz y esporádica), varias chances de gol. La más nítida: una corrida de Calleri que finalizó con una definición exquisita que dio en el palo. El resultado podría haber sido más corto. Incluso un empate.

Sin embargo, la imagen de superioridad de Portugal se mantuvo constante. Como si los Juegos no hubieran empezado y siguiera la puesta a punto, Olarticoechea hace pruebas.

Y los futbolistas tratan de adaptarse a un dispositivo táctico que no sólo implica cambios en las funciones habituales de algunos de ellos, sino que además no tiene un rumbo preciso.

La debilidad general se agravó porque el rival es de los más exigentes de la competencia. Ahora se viene Argelia, que está un peldaño abajo, y que quizá dé lugar a una recuperación mínima. Por lo menos, que el equipo ofrezca indicios de lo que busca. De ese modo será más fácil que los resultados favorables aparezcan.