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Sin equipo, sin proyecto

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BUENOS AIRES -- El seleccionado olímpico no jugó del todo mal. Algunas acciones ofensivas de sus hombres más lúcidos como Correa y Lo Celso podrían haberle deparado una suerte mejor. Pero con eso no alcanza.

De todos modos, peor que la eliminación es la sensación de retroceso que dejó el equipo argentino. Y no lo digo en términos más o menos metafóricos, aludiendo a la involución. El retroceso es literal.

El equipo que le tocó dirigir al bueno de Olarticoechea atrasa 40 años. No por la velocidad, cuestión menor en este caso. Sino por la consistencia del equipo, sus ambiciones recortadas y sus temores fáciles. Parecía una selección de 1974. Argentina convirtió en fantasma a un rival normal, muy normal, como Honduras. Lo enfrentó con reparos, con sobrestimación. Y tuvo, en consecuencia, poca confianza. Y poca entereza para absorber la adversidad y no derrapar hacia la desesperación.

No se duda del nivel de futbolistas reunidos. Talento había. Así y todo, nunca se pudo superar la imagen de equipo débil. Siempre a un paso de incurrir en el error, ofensivo o defensivo. Y siempre disperso. Una buena demostración de esto son las constantes quejas recíprocas ante las jugadas que terminaban mal. Nunca la culpa es de uno solo, muchachos. Y, de ser así, se aguanta con resignación y sin aspavientos.

Si la selección olímpica, con sus buenos jugadores, su desarticulación y su endeblez remite a planteles de antigua data, el marco político no le va en zaga. Los dirigentes más importantes de AFA, en medio de sus disputas por el botín (allí se concentra el interés y en ningún lado más) y ante la renuncia de Tata Martino precisamente por la indiferencia de sus empleadores, ningunearon los Juegos como si se tratara de un torneo barrial.

En el caos, se improvisó un equipo con los cracks disponibles y el entrenador que quedaba en el inventario de AFA. Los nombres, se dijo, autorizaban cierto crédito. Como en otros años de frustraciones reiteradas, la ilusión se limitaba al surgimiento del talento individual sin ninguna ayuda. No funcionó. No dio siquiera para una campaña decorosa. Como era de esperar. La selección sub-23 no sólo era la representante del fútbol argentino en la principal cita deportiva del mundo. También era una instancia de prueba y fogueo para los aspirantes a la selección mayor.

Claro que el equipo que conducirá Edgardo Bauza tampoco escapa a la decadencia. De hecho, el entrenador viajó a España para suplicarle a Messi (con elegancia, eso sí) que no abandone el barco. Además de fastidiarse por la tercera final perdida en dos años, el jugador de Barcelona también se quejó (y es raro que Messi se queje) de la desorganización de AFA.

No existe plan para las selecciones nacionales ni interés por desarrollarlo. Algo que los normalizadores colocados por el gobierno nacional parecen más próximos a profundizar que a corregir. Es hora entonces de bajar la exigencia triunfalista tan arraigada. Haremos, de aquí en más, lo que podamos. Aunque vuelva Messi.