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Puig, antes de Mónica y del oro

El triunfo y la medalla de oro de Mónica Puig me pegó fuerte al alma, no solo porque soy puertorriqueño, sino por mi afición a conocer atletas jóvenes y dedicados antes de que se conviertan en figuras. No hay nada más satisfactorio en esta carrera que escuchar a un joven talentoso hablar de sus sueños, de lo que aspira a lograr y, años más tarde, verlo alcanzar su meta.

Puedo darme el lujo de decir que conozco a Mónica desde que tenía 14 años, unos meses después de que decidiera, a tan corta edad, que iba a ser una tenista profesional y que eso era lo que quería hacer con su vida. Era extraño, pues en mi país, que una jovencita dijera que iba a cambiar la escuela regular, la vida de adolescente y una beca deportiva segura en una universidad de Estados Unidos por hacer una carrera profesional como atleta no era una opción tradicional hace siete años.

El histórico triunfo de Puig el sábado ante Angelique Kerber, que le dio a Puerto Rico la primera medalla de oro en su historia olímpica, comenzó en San Juan con ese sueño y continuó en el estado de Florida, la segunda casa de muchos puertorriqueños, con el proceso de ir a buscarlo.

Si sus padres, José Puig y Astrid Marchán, le hubiesen dicho que se trataba de un sueño imposible, que el tenis es solo un vehículo para lograr, tal vez la beca académica, se hubiese entendido. El tenis de la gira profesional es un oficio ingrato. A menos que te llames Serena Williams o Novak Djokovic, pierdes todas las semanas en primera, tercera ronda, en cuartos o semifinales. A veces ganas. Unas veces eres el campeón del Roland Garros y te sientes el rey del mundo con todas las cámaras a tu merced; otra semana te eliminas en primera ronda ante la número 164 del mundo y te vas por la puerta de atrás. De una ronda a otra, puedes ser el mejor y el peor.

Hay que tener carácter, fuerza de voluntad, disciplina, dedicación, corazón y mucho apoyo para lograrlo. Caes y te levantas solo. Pierdes dos semanas corridas y el apoyo de la muchedumbre se convierte en críticas y dudas de los 'expertos'. Solo hay una opción: seguir. Si entrenabas seis horas al día, ahora hay que entrenar siete, ganes o pierdas.

"Si en algún momento ella me dijera que quiere dejarlo, no tengo problema con que lo deje al otro día", dijo en una ocasión Astrid, durante uno de las primeros trabajos periodísticos que se le hizo a su hija en 2008.

Mónica nunca lo dijo y por el contrario, aceptó el reto. José y Astrid apostaron a su talento y tomaron su sueño como una empresa familiar, al que se unió su numerosa familia en la Isla como su principal legión de fanáticos. En lo deportivo, el tiempo comenzó a darles la razón. Al subcampeonato en el prestigioso Eddie Herr International en 2007, le siguieron triunfos cada vez en ascenso: el Costa Rica Bowl de 2008, en la Copa Gerdau, de Brasil, las finales en el Australian Open Junior y el French Open Junior en 2011... Todo esto, más la clasificación número 2 en la gira junior de la ITF en 2010 dieron indicios de ese potencial que se convirtió en realidad esta semana maravillosa en la Ciudad Maravillosa, al vencer a la campeona vigente del Roland Garros, a una doble campeona de Wimbledon y a la mas reciente monarca del Abierto Australiano en su camino al peldaño más alto del podio.

Fue en 2010 que tuvo su primer encuentro con el olimpismo. Al ganar la medalla de oro en los Juegos Centroamericanos y del Caribe en Mayaguez 2010, se enamoró de la delegación de su país. El público llenó el complejo deportivo donde competía para ver a la jovencita local de 17 años que buscaba su primera medalla de oro. Luego vino la plata en Guadalajara, la repetición de su oro en Veracruz 2014 y el sufrido bronce en los Panamericanos de Toronto 2015, que no hicieron más que solidificarla como símbolo de la delegación puertorriqueña. Un país que vio cómo varios de sus mejores atletas (Gigi Fernández, José 'Chegüí' Torres, y más recientemente las hermanas polistas Jessica y Maggie Steffens) elegían competir por Estados Unidos, tiene en Mónica Puig a una atleta que no esperó por 'una mejor opción'. Para ella, sólo había una y solo hay una.

Según lo ha dejado entrever, tal parece para Mónica, la gira de la Women Tennis Association es circunstancial. Mientras para la mayoría de los jugadores, la ATP y la WTA es su modo de vida, para ella es su preparación para representar a Puerto Rico en eventos internacionales. Clasificada 34 en el mundo, le hubiese convenido que el torneo olímpico hubiese otorgado puntos para la gira, como en Londres 2012. Pero ella no vino por los puntos. Ella vino por el oro que ganó, con José, Astrid, sus tíos, y abuelos de su lado y todos los puertorriqueños detrás de ella, en las gradas, y por televisión o por cualquier medio que pudieran verlo.

Y, ¡cómo lo ha disfrutado! Ocasionalmente, funge como el alma de la delegación en la Villa Olímpica. Baila con ellos, se toma selfies con el que se lo pide, está en todas las celebraciones y consuela al derrotado cuando regresa con sus lágrimas. Este tuit de Javier Culson, medallista de bronce en Londres 2012, no puede ser más elocuente.

Y este, cuenta mejor por qué es la más querida de la delegación puertorriqueña.

Más temprano que tarde, trascendió a sus compañeros de delegación, a los fanáticos familiares y a los seguidores del tenis. Su simpatía, su carisma, su personalidad afable, su accesibilidad y su compromiso con las causas la convirtieron en una de las atletas más queridas de los puertorriqueños, algo extraordinario viniendo de un deporte de menor popularidad en la Isla. Su cuenta de Instagram, por ejemplo, va por 106 mil seguidores. En los diarios y revistas de la Isla, tardó poco en 'perder el apellido', basta con llamarla 'Mónica'.

Cada vez que pasa una ronda en un torneo, por grande o pequeño que sea, las redes sociales se inundan con los resultados de 'nuestra Mónica'. Durante los Juegos, na compañía en la Isla hizo una promoción en la que le dio a cada deportista un reloj inteligente con una aplicación en la que recibían mensajes enviados de los puertorriqueños para darles ánimo. De los 512,000 mensajes enviados hasta la fecha, 368,000 fueron enviados el sábado, el día de la final.

Puerto Rico atraviesa por uno de los peores momentos de su historia. Una deuda de 73 mil millones provocada por malas administraciones tiene hundido al territorio norteamericano y la imposición de una Junta de Control Fiscal por el Congreso de los Estados Unidos no pone mejor las cosas. La ruta de Puig a la medalla de oro, derrotando a tres campeonas de Grand Slam, le ha dado un respiro de alegría a los residentes de la Isla, a los cientos de miles que se han marchado recientemente en busca de mejores oportunidades en otros lugares y a los millones que ya residen fuera con la esperanza de un regreso. Ese punto final frente a Kerber le infló el corazón a todo un pueblo que, como José y Astrid, apuesta incondicionalmente a ella.

Una medalla de plata ya le aseguraba a Mónica su estatus de leyenda en la Isla, cuando todavía falta más de la mitad de su carrera. "Ya puede hacer lo que le dé la gana", lee un comentario en Facebook.

Pero ella no se conformaba con eso. No sería Mónica, la competidora implacable.

"Puerto Rico pasa por momentos difíciles y yo creo que necesitaban estos; yo también lo necesitaba y creo que he logrado unir una nación", dijo Puig, segundos después de ganar el partido y minutos antes de subir al podio, a la televisión estadounidense.

¡Qué no podrá hacer con una de oro, la primera de la Isla en terreno olímpico!

Seguramente, defenderla en Tokio 2020.