Olímpicos
Diego García y Gabriela Moreira | ESPN Brasil 7y

El legado divisivo de los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro

RIO DE JANEIRO - Por una parte, oímos esto: "El legado que tenemos en Río de Janeiro es extremadamente negativo. Tenemos una ciudad muy desigual, con comunidades remotas, poblaciones pobres que se trasladaron lejos de áreas de alto valor inmobiliario y un discurso público que se revela cada vez más como mentiroso".

Por la otra, tenemos esto: "Un punto importante es el legado que le quedó a la ciudad. La transformación de Río fue extraordinaria, bien sea con el metro, los VLT, la zona turística, como el puerto. Esos legados quedan dentro de la historia, y pocas ciudades del mundo conseguirán una transformación así".

Ambas frases fueron dichas por personas distintas, exactamente un año después de los Juegos Olímpicos de Río 2016. Muestran, de forma muy nítida, cuál es la visión de la población, por un lado; y la percepción de las autoridades, por el otro, con respecto a la magnitud del legado Olímpico de 2016.

La primera frase corresponde a Giselle Taneka, representante del Comité Popular de la Copa y la Olimpiada, y férrea crítica de lo que representaron las Olimpíadas para Río de Janeiro. La segunda es de nada menos que Carlos Arturo Nuzman, presidente del Comité Olímpico brasileño.

Un año después de los Juegos de Rio 2016, se nota la más completa incógnita sobre el llamado "legado olímpico". Más una tercera persona puede, indirectamente, mostrar un poco más del otro lado de la historia.

El joven Jorge Gomes, de 15 años, oriundo de la comunidad de Mangueira y habitante de Bento Ribeiro, hace un año pasó a la historia como el responsable de encender la llamada "Antorcha del Pueblo", en el Boulevard Olímpico de Río de Janeiro. Exactamente 365 días después, la situación del joven, practicante del atletismo, no ha cambiado en absolutamente nada en lo deportivo. Finalmente, sigue entrenando su deporte en un lugar en el cual apenas hay un banco para sentarse.

"Muchos me detuvieron, concedí entrevistas, me tomaron fotos, todo eso. Se esperaba un bajo rendimiento de mi parte por la fama. Competí en un torneo estadal, en los 100 metros y los 250 metros, apenas gané plata en ambas pruebas", cuenta Jorge. "Todo está abandonado, solo empeoró la vida de los atletas, no hay ninguna ayuda, nada. Los entrenadores deben aportar de su propio bolsillo para ayudar a los niños, no hay ninguna ayuda", explica Edileuza, entrenadora y profesora de Jorge en el atletismo.

Hoy en día, si algo le quedó a Río de Janeiro son deudas anuales por 45 millones de reales brasileños (aproximadamente $14 millones), a modo referencial sólo los estadios son responsabilidad del Gobierno federal brasileño y contabiliza solamente la manutención de los espacios hechos con ocasión de Río 2016. Los locales que en su mayoría están abandonados y, apenas un año después del fin de los Juegos Olímpicos, siguen buscando soluciones para su futuro.

"El proyecto de utilización del legado Olímpico se viene llevando a cabo desde hace algún tiempo. Ya ha sido desarrollado y entregado al ayuntamiento antes que el Gobierno Federal gestionara cuatro instalaciones del Parque Olímpico. Nuestro principal desafío es la ocupación del Parque Olímpico con un cronograma consistente. Tenemos eventos ya producidos y otros confirmados para llevarse a cabo. Ahora, necesitamos seguir agregando eventos tanto deportivos como no deportivos, con participación de la población", analiza Paulo Márcio Mello, presidente de AGLO (Autoridad de Gobierno del Legado Olímpico).

Lo que no existía en el escenario del país, aparte de desatender a atletas como Jorge, es el espacio de 1,4 millones de metros cuadrados construido especialmente para los Juegos: el Parque Olímpico, en el sector carioca de Barra de Tijuca. Hoy se transformó en un problema para Brasil. Las autoridades esperaban que la iniciativa privada se interesara por asumir la gerencia del lugar. No ocurrió.

"El legado de las instalaciones deportivas, de cómo deben ser administradas, es tema de sus dueños. A fin de poder utilizarlas de manera positiva. El Comité Olímpico brasileño y las confederaciones deportivas están dispuestas a empezar a colaborar; más no tienen recursos para su mantenimiento, pero sí un elemento fundamental: la experiencia", indica Carlos Arthur Nuzman sobre el tema.

Y los problemas no se detienen ahí: entre parques abandonados y piscinas repletas de heces de insectos y capibaras, como mostró ESPN Brasil en un reportaje reciente, se mantiene un gasto de 180 mil reales brasileños mensuales ($57,000) - y que se redujo, pues antes era de 300 mil reales ($95,000), y esto sólo a fin de mantener encendido el aire acondicionado del Velódromo, porque se requiere mantener en buen estado un piso importado de Siberia, el cual necesita una temperatura óptima entre 18 y 26 grados Celsius.

El local quedó cerrado por nueve meses tras la conclusión de los Juegos, sin escenificar competencias; y con un presupuesto de aproximadamente 3 millones de reales ($950,000) sólo en energía eléctrica durante el año 2017. La semana pasada, para hacer las cosas peores, las instalaciones sufrieron un incendio, luego que un globo cayera en el lugar que quedó destruido por las llamas. Las pérdidas por el local fueron cubiertas enteramente por el Gobierno Federal de Brasil y costó 143 millones de reales ($45 millones). Semanas antes, debido al alto costo de su mantenimiento (11 millones de reales anuales, unos $3.4 millones), el gobierno de Río de Janeiro entregó su administración al Ministerio del Deporte.

La discusión empeora al hablar del legado que le quedó a la ciudad de Río de Janeiro. Cada día, los noticieros locales están repletos de titulares relativos a obras inacabadas de transporte público y denuncias de corrupción contra las autoridades. En total, los gastos totalizaron más de 40 billones de reales ($12 billones), con un 43 por ciento de este monto destinado a inversiones públicas, contabilizando obras de infraestructura y movilidad urbana.

"El gobierno del Estado y la prefectura decían que las Olimpíadas serían costeadas con recursos privados y vemos que eso no ocurrió. Uno de los ejemplos más caros es el Porto Maravilha, proyecto para el área portuaria en el cual se afirmaba que se haría con inversión privada y ahora vemos denuncias en la cámara municipal y asambleas, con empresas privadas dejando de prestar servicios que deberían estar prestando debido a que no se están haciendo los pagos con dinero público", dijo Giselle Tanaka.

"Fueron demasiadas inversiones en los lugares equivocados. En Cinelandia vemos pasar el monorriel diariamente vacío, a cualquier hora, y el BRT en la avenida Brasil está paralizado, con obras abandonadas. Un área que fue muy celebrada y popular durante los Juegos, como la Praça Mauá, se está deteriorando y presenta señales de abandono. Recientemente, surgió la información que no existían recursos para pagar la recolección de basura. Es complicado y muestra las mentiras constantes del poder público y las inversiones en infraestructura que ahora están siendo insostenibles", prosiguió la representante del Comité Popular para la Copa y Olimpíada.

El Ministerio Público Federal también sigue atentamente el tema del legado olímpico. El procurador Leandro Mitidier explica que la conclusión es que jamás existió, de hecho, un plan concreto.

"El gran anuncio del legado como una sociedad público-privada, que asumiría los espacios olímpicos y les darían sustento, pero la iniciativa privada no apareció. Entonces, el Municipio le pide apoyo al Gobierno Federal, que acepta el encargo para el cual no estaba preparado, sin proyectos ni planificación. Crea una entidad, AGLO, que comienza sin estructura ni personal y esa entidad, finalmente, después de tres audiencias públicas, sí presenta un proyecto para el legado, el 14 de junio de 2007", afirma Mitidier.

"No había planes para el legado. Existían ideas, más no hubo planificación. No había un Plan B. El plan del legado era una licitación de asociación público-privada, que, si no se producía, no había un plan B", concluye el procurador.

El ciudadano común, a su vez, es quien más sufre. A fin de cuentas, de cada 100 puestos de trabajo que dejaron de existir en Brasil en los últimos meses, 81 son en la capital carioca. "Trabajo en un hotel y veo las dificultades por las cuales está pasando, otros hoteles también. Desafortunadamente, el número de hoteles construidos fue muy grande y no tomaron en cuenta el número de huéspedes que habría después", lamenta el vendedor ambulante Adão Oliveira, que tenía dos empleos en la época de los Juegos Olímpicos, uno de ellos en la red hotelera.

A pesar de tantos puntos de vista divergentes, lo único en lo que todos concuerdan es que la luz al final del túnel está aún muy lejos para el legado que le quedó a Río de Janeiro. Al menos por los momentos, no se ve aquella llama olímpica que iluminó a la Cidade Maravilhosa durante poco menos de veinte días en agosto de 2016.

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