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¿Qué ha convertido a la carne de perro en un tema en PyeongChang?

Éste es un menú en el interior de un restaurente en Pyeongchang. Sam Borden

PYEONGCHANG, Corea del Sur -- A cinco minutos a pie desde el Estadio Olímpico, tras pasar una pastelería estilo europeo y en una estrecha calle, encontramos un restaurante llamado Young-Hoon Boyangtang. Al lado de la puerta principal, hay un menú pegado en la pared. El primer alimento del menú es descrito, primero en coreano y luego con una traducción al inglés, como ‘Sopa nutritiva’.

“Hay atletas que entran acá y lo comen: esquiadores, golfistas. Lo piden mucho”, expresó una mujer que trabaja en el establecimiento. “Les da fuerza. Muchos médicos coreanos lo recomiendan a pacientes que se someten a quimioterapia”.

La empleada del restaurante, quien no quiso dar su nombre, prosiguió diciendo: “Muchas personas hablan de este plato hoy en día, pero este restaurante siempre lo ha servido”.

La gente está hablando del Young-hoon Boyangtang (y otros restaurantes similares) durante las dos semanas en las cuales se celebran los Juegos Olímpicos de Invierno en esta ciudad, es global y totalmente predecible. ¿La razón? El plato que se destaca en el menú. ‘Sopa nutritiva’ es una forma muy decente y disimulada de vender ‘guisado de carne de perro’.

He aquí un breve resumen de lo ocurrido: Mientras el contingente de extranjeros, especialmente miembros de los medios de comunicación, llegaron a Corea del Sur para los Juegos Olímpicos de Invierno, se publicó una serie de artículos, videos y posts en redes sociales denunciando a los restaurantes que venden carne canina, al igual que el trato a los perros criados para su posterior sacrificio.

Muchos de ellos, por no decir la mayoría, fueron sumamente críticos en cuanto a la temática o al tono utilizado. Como resultado, la emotiva respuesta en los países occidentales (¡Los perros son mascotas! ¿Cómo alguien puede ser capaz de comérselos?) produjo una reacción igual de fuerte por parte de los surcoreanos: Primero, se mostró frustración con respecto a la hipocresía de los visitantes occidentales que encontraban intolerable que los surcoreanos comieran carne canina pero seguramente se ofenderían si, digamos, un periodista de la India, país en el cual la mayoría de la población es vegetariana, hiciera una ‘denuncia’ criticando la cultura carnívora de Estados Unidos, gran consumidor de carne de res, mientras cubre los Juegos Olímpicos celebrados en la nación del Norte.

Segundo, se produjo una frustración mayor con respecto a la simplificación de una norma cultural que mezcla la historia, diferencias generacionales, leyes de salud, burocracia y progreso culinario dentro de un complicado tema que, en realidad, está cambiando por sus propias fuerzas, lenta, pero progresivamente.

“Los surcoreanos están pasando por un cambio cultural en cuanto a los alimentos que consumen. Es una dieta mucho más globalizada de lo que solía ser”, expresó Jean Lee, ex corresponsal extranjera en Corea del Norte y quien actualmente es miembro global del Centro Internacional Woodrow Wilson en Washington, D.C.

“Los surcoreanos más jóvenes no están comiendo tanta carne canina como solía ser el caso y estos expendios de carne de perro están cerrando, uno por uno”.

Ese fenómeno es especialmente marcado en Seúl, la capital en la cual reside cerca de la mitad de los 50 millones de habitantes de Corea del Sur. Sin embargo, en otras regiones como la provincia de Gangwon, sede de los Juegos Olímpicos de Invierno, el cambio se produce de manera más lenta.

Ésta es la razón por la cual, antes de la celebración de los Juegos, el gobierno ofreció a los restaurantes que sirven carne canina incentivos financieros para cambiar sus menús, utilizar eufemismos (tales como Sopa Nutritiva) o de otra forma ocultar sus productos a fin de evitar incomodar a los visitantes extranjeros. Algunos restaurantes procedieron acorde lo solicitado (por ejemplo, en el Young-hoon Boyangtang, una cinta negra cubre parte del letrero principal del establecimiento). Sin embargo, la carne de perro sigue disponible, servida en sopa o en chuletas.

“Es todo carne. En el caso de la carne de perro, si la hierves en una sopa, es muy suave y los aceites naturales de la carne se mezclarán en la sopa”, afirma Kim Shn-mi, de 58 años, mientras camina cerca de la zona de venta principal de boletos para los Juegos Olímpicos. “Muchos hombres la ingieren porque es buena para la salud. No cuenta con tanta grasa como las otras carnes… Se trata de una preferencia personal, pienso yo”.

Baek Ji-yeon, jovencita de 23 años y quien se encontraba con un amigo cerca del Parque Olímpico, expresó: “No tendría sentido si se comieran perros que son utilizados como mascotas. Pero si se ingieren perros criados específicamente como alimentos, está bien”. Agregó: “Creo que está bien que los adultos mayores ingieran carne de perro”.

Hay dos puntos importantes a tomar en cuenta para entender la plenitud del asunto. La idea de que existen perros criados como alimento (en vez de ser utilizados como compañeros) ha estado presente en la cultura coreana durante siglos y, tal como lo dijo Baek, es algo que los coreanos mayores, de manera particular, siguen creyendo. Durante años, la carne de perro fue considerada como una fuente importante de proteínas (y lo sigue siendo en gran parte de Corea del Norte). Incluso ahora, existe la tradición de ingerir sopa con carne canina durante los días más calurosos del verano para así mejorar la fortaleza.

Esta costumbre tiene raíces profundas. Ahn Young-geun, profesor universitario y ex director de la Sociedad Coreana de Alimentación y Nutrición, escribió un libro llamado ‘Los coreanos y la carne canina’, además de manejar una página web con temática similar. En un artículo, cita una enciclopedia médica coreana del año 1613 la cual dice que la ingesta de carne de perro “mejora el sistema digestivo, particularmente los intestinos grueso y delgado, fortalece nuestro estómago, provee materia que mantiene nuestras rodillas y caderas cálidas y aumenta la virilidad del hombre”.

Sin embargo, muchos surcoreanos han cambiado sus hábitos, prefiriendo ingerir sopa de pollo en los días de verano. Hay estudios que muestran que la brecha generacional ha ayudado a cambiar los conceptos sobre el lugar que tienen los perros dentro de la sociedad coreana. Un estudio de Gallup Korea indicó que el 39 por ciento de personas mayores de 50 años afirmaron ingerir carne canina al menos una vez al año, mientras que apenas el 17 por ciento de los encuestados, con edades entre 20 y 30 años, expresaron haberlo hecho.

Lee, ex corresponsal y ahora integrante del Centro Wilson, expresó que el tema fundamental es la falta de regulaciones para la crianza de carne canina para el consumo humano en Corea del Norte, con respecto a sus condiciones sanitarias y forma de sacrificio, lo cual ha generado condiciones y tratamientos “horribles” hacia los perros. Se estima que aproximadamente 2 millones de perros son sacrificados anualmente en Corea del Sur para propósitos alimenticios; cantidad mucho menor, de acuerdo con ciertos estimados, que la de conejos sacrificados en Estados Unidos para alimento. Lee indicó que el tema más urgente es el tratamiento de animales criados en granjas (que no es exclusivo de Corea del Sur). “Bien deben encontrar alguna manera de regular la crianza de carne canina o deberán eliminar dicha práctica”, expresó.

Lee agregó que es la dueña de un perro, Mochi, que fuera rescatado de un criadero de perros para sacrificio en Corea del Sur. Lee aspira a que Mochi sirva como ejemplo viviente para refutar la idea, mantenida durante muchos años por los surcoreanos, de que existe una diferencia fundamental entre los “perros callejeros”, criados para su posterior sacrificio y consumo, y los llamados ‘perros de diseñador’, aptos para compañía.

Esa actitud, al igual que la idea de que la carne canina es atractiva y nutritiva como alimento, está cambiando progresivamente. Un sondeo online hecho entre aproximadamente 4,000 coreanos en 2017 reveló que el 58 por ciento de los encuestados no ingieren carne canina porque consideran a los perros como mascotas.

“Solíamos comer todo lo que criábamos. Estábamos obligados a hacerlo”, dijo Jeong Yoon-young, quien viajó desde Seúl para asistir a los Juegos Olímpicos de Invierno. “Creo que, con el correr del tiempo, la cultura cambiará. Ya ni siquiera es algo que se ve dentro de la cultura generalizada hoy en día”.