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Goran Ivanisevic: el bueno, el malo y el 911

Goran Ivanisevic es un tipo único. ¿Campeón de Grand Slam? Sí. ¿Salón de la Fama? También. ¿Entrenador del número del mundo? Anótenselo. ¿Fanático de un equipo medio pelo de la Premier League siendo croata? También vale.

Ivanisevic genera esa sensación de empatía magnética. Pero puede haber integrantes de la Next Gen de lectores que no lo conozcan, así que aquí una micro bio.

El croata, de 1,93 metros de altura, irrumpió en el circuito en el año 1988. Zurdo, de revés a dos manos, se destacaba por su potencia y por su saque aplastante. Su mejor ránking llegó a ubicarlo como el número 2 del mundo en 1994. Acumuló prácticamente 20 millones de dólares en premios y 22 títulos, con dos momentos en particular de su carrera que se podrían describir como highlights: en 1996 se llevó cinco trofeos, su máximo en una temporada, al ganar Moscú, Rotterdam, Milán, Dubai y Zagreb. Sin embargo, el año 2001, particularmente en Wimbledon donde ganó su primer y único Grand Slam fueron un antes y un después en su carrera.

"Había disputado la final en el All England Club en tres ocasiones, algunas como favorito, pero en ese año me sentí muy bien, creía que podía hacer un campeonato diferente. Cuando estás en un Grand Slam tenés que estar muy motivado: en la final de 1992 era el favorito, pero no jugué bien. Fue hasta mi cuarta final que pude conseguirlo. Me convencí mentalmente y obtuve la confianza, sabía que era mi momento", contó el croata en una entrevista en YouTube. En ese torneo vencería a Patrick Rafter en cinco sets por 6-3, 3-6, 6-3, 2-6 y 9-7. ¿La particularidad? Fue el primer y único jugador en la historia en ganar un Grand Slam como invitado. Allí radica un detalle singular. Ivanisevic se había retirado y había regresado en ese 2001, luego de algunos años de ostracismo.

"Obviamente mi título en Wimbledon es el más especial de todos, pero hay otros tantos que también lo son. Mi primer triunfo también significó mucho para mí. Aún recuerdo esa victoria en la final de Stuttgart ante Pérez Roldán en cinco sets. Ese mismo año jugué las semifinales de Wimbledon y supe que tarde o temprano iba a tener mi oportunidad de poder ganar este torneo. Tampoco me olvidaré el triunfo ante Boris Becker en la primera ronda de Roland Garros o el ganar la Copa Mundial de Equipos en Dusseldorf con Yugoslavia. Esos momentos siempre los recordaré con muchísimo cariño", dijo en el portal Sport Klub.

"Pude separar esas dos vertientes, el Goran bueno y el Goran malo, y ahí se ayudaron por primera vez. Por lo general, estaban uno contra el otro y causaron muchas derrotas estúpidas. Perdí muchos partidos, especialmente contra grandes jugadores como Pete Sampras, Andre Agassi, Jim Courier, partidos apretados, pero siempre esperaron a que cometiera algunos errores estúpidos. Pero en esas dos semanas el buen Goran y el mal Goran eran amigos, enemigos pero amigos, y se ayudaron mucho", agregó.

“Ese año creí conveniente reunir en Wimbledon a los tres Goran: el bueno, el malo y el *911, que es el teléfono de emergencia al que llamo cuando las cosas se complican. El *911 sabe cómo poner en orden a los otros dos. Mi mente es como una gran orquesta. Lo malo es que nunca encuentra al director”, un poeta.

Pero así como hacía sonetos de sus palabras, era algo más disruptivo con sus pertenencias: “Yo fui el primer jugador en perder un partido porque había roto absolutamente todas las raquetas y me había quedado sin. Eso no estuvo bueno. En el momento que rompí la última, estaba feliz. Y luego reaccioné y pensé: ¡Mierd*, no tengo más raquetas! Me sentí estúpido. El árbitro vino a la pista y dijo: ¿qué debo decir sobre esto?', y le contesté: 'No sé, usted es el árbitro'. Era peculiar, pero ese era yo”.

Aquel Wimbledon, Ivanisevic le dedicó su triunfo a Drazen Petrovic, exestrella de la NBA quien había muerto y protagoniza el documental de ESPN 30 por 30: “Fuimos hermanos”. Hete ahí el primer crossover deportivo, esta vez con el básquetbol, y luego con el fútbol. El croata se declararía fanático acérrimo del West Bromwich Albion absolutamente influenciado por el media manager del Champions Tour, David Law, daría entrevistas con su camiseta puesta y plantaría su postura: “Es fácil ser hincha de un equipo grande. Con los ‘Baggies’ (N. de R.: así se conoce al equipo afectuosamente) todo es un subibaja constante. Podemos estar dando pena o ser animadores de la liga”.

Luego de aquel torneo, a finales del año, Ivanisevic se sometió a una operación en el hombro que lo alejó de las canchas por tres años y regresaría, una vez más, en 2004. Tras caer frente a Hewitt sobre el mismo césped que lo había visto triunfar años atrás, decidió poner un hiato nuevamente en su carrera. En el 2005, de forma casi conmemorativa, el equipo croata de Copa Davis lo incluyó dentro de su equipo, que a la postre se quedaría con el título.

Goran colaboró activamente con las jóvenes promesas croatas vía su Federación. Incluso le dio una mano a Borna Coric, en 2010, cuando tan sólo tenía 13 años: “No tenía entrenador y me sentía un poco perdido. No jugué bien. Sumado a eso me rompí el brazo. Tuve que pasar por la cirugía dos veces. Goran estuvo allí para mí en el peor momento de mi carrera. Luego me entrenó durante aproximadamente un año. Todavía intercambiamos ideas”.

Seis años después de su consagración en Wimbledon, Ivanisevic regresaría a jugar certámenes de dobles en donde no encontraría títulos pero sí una química especial con un compatriota, Marin Cilic. Su encuentro final sería junto a él el 31 de enero de 2011, justamente en Zagreb, donde caerían en sets corridos ante los eslovacos Filip Polasek e Igor Zelenay.

Desde fines del año 2013 comenzaron a trabajar juntos y Cilic tuvo un crecimiento exponencial, convirtiéndose en campeón del US Open 2014, además de quedarse con los torneos de Zagreb, Delray Beach y Moscú. Tres años más tarde, aún con Cilic en un buen lugar del ranking, llegaría la ruptura: “Queridos amigos, quiero compartir unas noticias con todos ustedes. Lamentablemente, no trabajaré más con mi entrenador Goran Ivanisevic. Goran me ayudó a alcanzar mis metas. Lamentablemente, la ruta que estábamos compartiendo en este viaje se separa y solo le deseo lo mejor para el futuro”.

"Ser buen jugador no te garantiza ser un buen entrenador. Mis primeros pasos fueron con Cilic, y el ser del mismo país me ayudó mucho. Con Djokovic al ser de un país vecino me ayudó a entenderlo", explicó Ivanisevic en la génesis de su vínculo con el multicampeón serbio.

El ahora exentrenador del actual número uno del mundo explicaba las formas que usaba para mantenerlo motivado: "Los dos tenemos mucha personalidad, él es un gran trabajador, que lo hace ser fácil de coachear, pero a la vez difícil porque es un perfeccionista y le gusta que así sea su equipo. Si pierde en los entrenamientos se enoja, es el número uno del mundo y no tienen a nadie adelante, la motivación es de él mismo. Marian Vajda hizo un gran trabajo con él durante mucho tiempo".

“Siempre estamos buscando la forma de mejorar, todos quieren ganarle. Hay que trabajar en pequeños detalles para ver la forma en que pueda seguir mejorando. Dentro de la cancha las decisiones las toma él, pero nosotros preparamos los partidos y ajustamos conforme a los rivales", explicó el croata quien vio su introducción al Salón de la Fama pospuesta por el COVID-19.

Volará buscando nuevos desafíos. Dejará de ser entrenador del número 1 del mundo tras haber conquistado 12 Grand Slams desde su unión en 2018. Goran Ivanisevic, un tipo único.

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