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Del Potro goza con su año soñado, único e increíble

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Del Potro se metió entre la gente para festejar en 2016 (0:14)

La Torre de Tandil fue a cantar con los argentinos presentes en Zagreb luego de ganar la Copa Davis. (0:14)

BUENOS AIRES -- Digno de una película soñada, única, sencillamente increíble. Es que Juan Martín del Potro se hizo más gigante que nunca en un 2016 que jamás olvidará, provocando una revolución en el tenis argentino. Es que tocó el cielo con las manos. Ni más ni menos que eso. Volvió de varias operaciones de muñeca y se coronó campeón de la Copa Davis, ganó la medalla de plata en los Juegos Olímpicos, derrotó a los mejores del mundo y además logró otro título de ATP. Lo más importante de todo: recuperó la felicidad en una cancha de tenis, jugando sano y demostrando, una vez más, que es de la raza de los elegidos.

Eso, un grande con todas las letras, representa este tandilense que sigue haciendo historia. Por eso, su vuelta en febrero, tras 11 meses y con apenas dos torneos jugados en dos años, fue insospechada. Ni sus fans más incondicionales podían presagiar semejante revival. Es que fue entrando en ritmo de competencia y volvió a ratificar que es un fuera de serie y que, estando bien físicamente, es un auténtico Top 5 mundial.

Al volver al ruedo, en Delray Beach, estaba Nº1.042 en el ranking y ahora cierra el año siendo 38º. De a poco fue recuperando sensaciones, soltando su revés y dejando el slice, hasta que llegó el primer aviso. Apoyado siempre en su gran saque y sobre todo en una derecha temible, seguramente la más potente del planeta, venció a Stan Wawrinka en Wimbledon. Allí el suizo, luego dueño del US Open, era 5º. Fue la señal de alerta para todos...

Acto seguido, regresó a la Copa Davis luego de cuatro años. En el medio, recibió muchas críticas, pero volvió a representar al país en el máximo torneo por equipos de este deporte tan individualista y lo hizo con un triunfo junto con Guido Pella. Esa victoria fue muy valiosa en la visita a Italia, por cuartos de final. Fue un volver a gozar con la gente, hasta terminar con este título histórico, lo que lo metió en el corazón de todos los simpatizantes argentinos, ya sin distinciones.

Y después arrancó realmente su recta soñada. Es que eliminó nada menos que a Novak Djokovic en el debut de Río de Janeiro, siendo su primera victoria sobre el Nº1 ATP en casi tres años. La proeza más heroica fue que no se quedó con arruinarle el sueño del oro olímpico al serbio, ya que siguió firme y en semifinales venció al español Rafael Nadal (figuraba 5º). No pudo en la final ante el escocés Andy Murray (2º), pero dio batalla y se convirtió, con su presea de plata, en el único tenista argentino en lograr dos medallas olímpicas en la historia.

Por eso, lo hecho en Río fue estupendo. Del Potro lloró, bañado en emoción, tras cada paso, y vivió una comunión inédita con la gente. Eso fue conmovedor y la inyección anímica determinante para ir por más, para no conformarse con lo hecho en suelo brasileño. Allí, tras dos años y medio, desde que festejó en Sídney, se dio el gusto de disputar una final. Y lo hizo en canchas duras, sus favoritas, similares a la de su querido US Open, donde tocó la gloria en 2009.

Justamente en Nueva York, en su certamen predilecto, fue que La Torre de Tandil volvió a la acción post-Río. Ya más maduro, fortalecido por los golpes de los parates obligados por lesión y ese riesgo latente de haber visto el retiro muy cerca, se abrió camino en ese Grand Slam, hasta que Wawrinka, el posterior campeón, lo detuvo en cuartos.

Y enseguida llegó otro de sus bombazos de 2016, a días de cumplir 28 años: le ganó a Murray, en su Escocia, en cinco sets y tras estar en desventaja de 1-2. Por entonces, el local era 2º, el mismo que ahora finalizó la temporada como Nº1. El equipo rival era el campeón defensor de la ensaladera de plata y así abrió la puerta a un triunfo duro, exigido, que su conjunto cerró por 3-2, luego de ir 2-0. Dio una nueva gran lección, de que luchando se puede. Ahí pasó a ser la carta de triunfo de una Argentina sedienta de la Copa Davis, ese trofeo que se le negaba por casi 100 años.

El siguiente aviso lo dio en Estocolmo, bajo techo y en superficie dura, como en las citas coperas en Gran Bretaña y en la finalísima posterior en Croacia. En aquel ATP, Del Potro recuperó el dulce sabor de sentirse campeón tras casi tres años, desde enero de 2014, logrando su 19º título profesional. Alternó citas por otros torneos, hasta tomarse un descanso de casi un mes antes de la escala final en Zagreb. Que no iba a ser, indudablemente, una parada más.

Así fue como aterrizó en suelo croata para su tercera final de la Copa Davis, igualando el récord argentino que ostentaba David Nalbandian. El juego de estrategias del gran capitán Daniel Orsanic, probando variantes en semi y la final entre los compañeros del tandilense en el cuarteto, Leonardo Mayer, Federico Delbonis y Guido Pella, le dio sus frutos a la máxima potencia del tenis latinoamericano. Ya por entonces Del Potro era "el" hombre de la ilusión albiceleste, sin el cual el sueño iba a resultar una mera utopía.

Por eso, con el equipo como estandarte, sin un top 30 en cancha, en un hecho casi inédito en una final de la Davis, Argentina salió a buscar cortar la racha de cuatro finales perdidas. Del Potro, potencial Top 5 para toda la gente, con sus colegas incluidos, disputó por primera vez tres puntos en una serie y además ganó partidos en una definición copera. Es que aportó un éxito ante Ivo Karlovic (20º), hasta que se llegó 1-2 al día definitorio. Ahí sacó a relucir, una vez más, su casta de grande y, luego de quedar 0-2 en sets, se lo dio vuelta y venció al local Marin Cilic (6º) en el quinto.

Ese fue el golpe de gracia, el que agrandó a Delbonis para que finalmente sellara el 3-2 y la gloria tan buscada por Argentina se hiciera realidad en la mítica Davis. Para Del Potro, decisivo gracias a sus bombazos contra Murray en semi y Cilic en la final, significó transformarse en el único tenista argentino y latinoamericano que salió campeón de un torneo de Grand Slam y de la Copa Davis. Sencillamente, monumental, sensacional, para un crack como él, como muy pocos.

"Gracias a los que no me dejaron retirar. Todo esto es increíble. Estoy muy feliz". Con lágrimas en los ojos, derramadas por sus mejillas, el tandilense mostró su lado más humano y terrenal. Ya era dueño de la ensaladera de plata, a nueve meses de su vuelta a la actividad. Sin dudas, algo impensado por todos. "¿Y ahora qué?", se preguntan muchos. Llega la hora de disfrutar, de recargar energías y físico para ir por más, para intentar volver a la elite y la proeza de ganar otro Grand Slam en 2017. Por su estatura de jugador, nada es imposible. Y vaya si él sabe de eso...