Un partido para el olvido

En el Monumental quedó una sensación de frustración por lo que no ofrecieron ni uno ni otro. Los Pumas, por impericias e imposibilidades; los Wallabies, porque nunca se sintieron comprometidos y no necesitaron extremar recursos para ganar

Nada. Por más que se hagan enormes esfuerzos para rescatar aristas positivas del duelo Pumas-Wallabies, por más que uno se permita una mirada benévola del partido (teniendo en cuenta que hacía cuatro meses que ambos no competían), aflora la nada, el vacío de hechos relevantes en la noche del Monumental.

En realidad, lo que sí irrumpe en el repaso del encuentro es la sensación de soberana frustración por lo que no ofrecieron ni uno ni otro. Los Pumas, por impericias e imposibilidades; los Wallabies, por apatía o porque nunca se sintieron seriamente comprometidos y no necesitaron extremar recursos para construir su victoria por 17 a 6.

Los Pumas perdieron claramente la primera de las batallas: la conquista de la pelota. En los scrums les cobraban infracciones; en los lines penaban por conseguir una pelota hasta que, tardíamente, se afianzó el lanzamiento con Longo de recpetor. Y en los reagrupamientos, el melenudo Smith siempre llegó antes que cualquiera, pescó varias pelotas o complicó la salida del saque para los argentinos. ¿Consecuencias? Pelotas lentas, que tampoco el pase de Pichot lograba acelerar y entonces toda la presión sobre Felipe Contepomi que sacaba como podía para que los Wallabies reiniciaran los movimientos desde el line.

Así sucedieron las cosas durante buena parte de la etapa inicial. ¿Y los campeones del mundo? Obtención clara, iniciativa y búsqueda de Larkham con los estiletazos que partían de su botín derecho y que comprometían a una defensa argentina que aguantaba.

En ese primer tiempo ya Felipe Contepomi anunciaba que no era su día como pateador: apenas dos aciertos sobre cuatro intentos. Una falta de puntería que se haría más patética en el segundo período para despertar los reclamos por la ausencia de Gonzalo Quesada, no sólo entre los titulares sino del plantel de 32 hombres que afrontará la última parte del año (los Pumas partirán la semana próxima a Europa para jugar dos partidos en Italia y otros dos compromisos en Irlanda).

Es cierto: momento más que inoportuno para que apareciese la falta de puntería de Felipe, pero desde este rincón de opinión se aprueba firmemente lo propuesto por el cuerpo técnico de los Pumas. Primero porque Felipe, el apertura titular, tuvo una actuación anormal, atípica. Segundo porque a un año del Mundial es necesario sacarse algunas dudas a partir de pruebas de distintas individualidades. Y Juan Fernández Miranda (el apertura suplente de este plantel) es un hombre que merece ser visto y evaluado en la más alta competencia, algo que seguramente se concretará en esta inminente gira por Europa.

Por otro lado, de Quesada ya se conoce cuánto puede dar si tomamos como referencia sus últimas producciones: una patada a los palos confiable (es más certero que Contepomi), pero falta de feeling con su pareja de medios (Pichot), mayor lentitud en la toma de decisiones y reales flaquezas defensivas. Punto y aparte sobre la ausencia y/o presencia de Quesada en los Pumas.

Volviendo al partido, dijimos que Larkham hizo uso y abuso del pie para atacar. Menos mal, cuando decidió lanzarse a correr, Australia marcó su único try, tras una pared entre el propio apertura y Gregan y la habilitación de Larkham al "espacio" para un Mortlock que venía lanzado y se hizo indetenible para Núñez Piossek y para el cierre de Corleto.

Fue una de las pocas maniobras aceitadas de la noche, porque el partido siguió siendo un bodrio entre las limitaciones de los Pumas y la desidia de Australia por ofrecer algo más que disciplina y despliegue defensivo. Todos los ataques de los Pumas nacían turbios y morían sin remedio. Y los Wallabies, como mantenían a distancia en el tanteador a sus rivales no encendían nunca la maquinaria.

Entre scrums y mauls que se derrumbaban, penales cometidos por los visitantes que el botín de Contepomi no castigaba con puntos, jugadas mal resueltas (Corleto se le cruzó a Ledesma cuando si corría derecho se iba al try) y muchos roces (acaso porque estaban aburridos de que las cosas no les salieran) el test se apagó inexorablemente para ingresar en el terreno de los espectáculos deportivos más espantosos. Y que recibió que música popular que le correspondía: los silbidos.

ALEJANDRO COCCIA es periodista deportivo desde 1982. Se desempeñó como redactor del diario La Nación de Buenos Aires, y desde 1993 conduce los programas de rugby de ESPN. Actualmente es comentarista de rugby y voleibol por ESPN+, uno de los conductores del SportsCenter Latino y columnista de ESPNdeportes.com.

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domingo, 03 de noviembre