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Martín Bater 6y

Lonzo Ball y Ben Simmons afrontan al peligro de las expectativas prematuras

Lonzo Ball y Ben Simmons son dos jugadores peculiares, ya que ambos son novatos esta temporada pero no fueron seleccionados en el mismo draft. A diferencia de Greg Oden y Kevin Durant, Derrick Rose y Michael Beasley o Sam Bowie y Michael Jordan, nunca hubo un debate nacional sobre quien debía ser elegido antes que el otro. La discusión con ambos se centra en que tan rápido ellos pueden convertirse en los mesías que resuciten a dos franquicias que anhelan regresar a sus días de gloria como los Los Angeles Lakers y los Philadelphia 76ers.

El problema es que es muy posible que les estemos pidiendo demasiado, y si no tenemos cuidado los habremos quemado antes de poder ser testigos de su verdadero potencial. Simmons puede llegar a ser el Ícaro de la NBA por esperar que YA sea el próximo Magic Johnson y provocarlo a volar demasiado cerca del sol, mientras que a Lonzo lo pueden incinerar por querer meterlo en el microondas y esperar que salga un Jason Kidd 2.0 en dos minutos.

Simmons fue la primera selección del draft del 2016 y no pudo disputar la campaña 2016-17 por lesión, pero vaya si no ha demostrado que es un prodigio durante sus primeros 13 partidos en la mejor liga de básquetbol del planeta.

El base de apenas 21 años se ha posicionado como candidatazo a Novato del Año y ha hecho que Filadelfia diga “¿Markelle quién?” al lograr que su afición no extrañe a otro base novato como Markelle Fultz, quien fue la selección top del draft de este año y se ve aquejado por un hombro maltrecho.

La gente lo adora porque él no se achica, porque es consistente y ya cuenta con dos triple-dobles mientras estuvo cerca de otros cuatro. Porque lidera a todos los novatos en puntos (17.4), rebotes (9.0) y asistencias (7.8) por encuentro mientras va al Staples Center y le roba el show a los LA Clippers como alguien que vale el precio de admisión. Porque él iguala a leyendas casi sin querer.

Porque él expone a su experiencia fraudulenta en la universidad y lo consideran el abanderado de la verdad en la marcha contra el amateurismo.

Ball, por otro lado, se lleva los elogios de LeBron James y el desdén del resto del país. La gente va a verlo al Staples Center por el morbo de verlo recibir un baño de humildad. Su padre es un charlatán soberbio con aires de celebridad, un reality show y zapatillas berretas. Su hermano menor LiAngelo es un niño que pasa vergüenza acusado de robo en China y que nunca aprenderá ninguna lección importante porque hasta el presidente se ocupa de salvarlo cuando se mete en problemas.

Lonzo, por extensión, es el que paga los platos rotos al ser el que está en el centro de la escena.

Al igual que Simmons, el armador de 20 años de los Lakers ha sido titular en todos y cada uno de los juegos de su equipo hasta ahora. Sin embargo, la carga que él conlleva hace que sus 14 partidos ya parezcan 42.

Ball se habrá convertido en el más joven de la historia en obtener un triple-doble, pero la gente se relame cuando él no cuenta con una sola canasta contra los Portland Trail Blazers o mira al equipo que se supone que él debe liderar ganarle un partido apretado a los Phoenix Suns desde la banca en el último cuarto tras anotar apenas siete puntos y encestar tres de 10 tiros de campo.

Lonzo, además, no es el abanderado de nadie. Él es muy callado y “se hace cargo de lo suyo” mientras procesa las críticas dirigidas a su familia por dentro.

Más allá de sus diferencias, Simmons y Ball también cuentan con sus similitudes.

Ambos llegaron a la liga con la etiqueta de ser “demasiado generosos” y enfocarse en asistir más que en anotar al contar con un tiro con salto cuestionable. Ball refleja 9.7 puntos y un porcentaje de efectividad en tiros de campo del 31.4 por ciento, casi idéntico al 32.5 de un ex armador de élite como Kidd cuando él era novato.

Ese porcentaje se rebaja al 25.6 para Ball fuera de la zona pintada. Simmons cuenta con un dilema similar pero directamente evade ese inconveniente convirtiendo siete de sus 14 tiros en volcadas. O sea, 7-7 en clavadas impresionantes, 2-7 en todo lo demás.

La gente también parece olvidarse de que LeBron también tenía esos problemas mucho más allá del principio de su carrera. Los San Antonio Spurs lo barrieron en las Finales del 2007 tentándolo a tirar desde media distancia, y luego los Dallas Mavericks expusieron sus flaquezas en el poste bajo con J.J. Barea en el 2011.

Tuvieron que pasar nueve años desde su debut para que el “Rey” reclame su trono como campeón y jugador completo. ¿Qué nos da el derecho de pedirles a Ball y a Simmons que lo logren en un mes?

La paciencia de los Sixers y Lakers, los aficionados de la NBA y los “expertos” es clave para el desarrollo de ambos a largo plazo. Lo que inquieta es el presentimiento de que ese requisito ya se fue por la ventana y la vorágine recién acaba de comenzar.

¿Serán Ball y Simmons lo suficientemente fuertes mental y físicamente para resistirla? Solamente el tiempo lo dirá.

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