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El drama público de los Lakers es una crisis de la dueña Jeanie Buss

EL SEGUNDO, California – La propietaria mayoritaria de Los Angeles Lakers Jeanie Buss escuchaba la conferencia de prensa en la cual Magic Johnson anunció de forma abrupta su renuncia como presidente de operaciones de baloncesto el pasado 9 de abril y ella se sintió como si estuviera metida dentro de una máquina del tiempo.

Las palabras, el trasfondo, hasta la naturaleza sorpresiva del golpe propinado se sintieron como si fuera 1981, cuando Johnson le dijo a su padre, el fallecido Jerry Buss, que él no sentía que podía ser Magic Johnson jugando dentro del sistema del entonces entrenador Paul Westhead. Buss le dijo a Johnson que haría cambios, aunque le pidió algo de tiempo.

Por el contrario, Magic ventiló todas sus molestias en público después del próximo partido, sorprendiendo a los Lakers fuera de guardia y sin estar preparados. Westhead fue despedido de forma precipitada. Buss intentó designar a Jerry West y Pat Riley coentrenadores en una conferencia de prensa sumamente extravagante en la cual West desautorizó al propio dueño del equipo (literalmente en frente de todos los presentes) y dio el puesto a Riley por completo.

Jeanie Buss sólo podía pensar en ese episodio después del colapso de Johnson a final de temporada. La única diferencia: por lo menos, Johnson le expresó sus sentimientos a su padre antes de airarlas en público para obligar así a tomar acción.

En esta oportunidad, Johnson la sorprendió no una sino dos veces. La segunda ocasión ocurrió en la mañana del lunes cuando Magic fue entrevistado en el programa First Take de ESPN y expresó sus molestias para con ella, el gerente general de los Lakers Rob Pelinka y Tim Harris, presidente de operaciones de negocios de la organización.

Buss le preguntó a Johnson en varias ocasiones antes de su renuncia pública si tenía problemas con Pelinka o cualquier otro miembro de los Lakers. Conversaron telefónicamente durante horas. Tuvieron una cena privada en el restaurante Wally’s de Beverly Hills el 2 de mayo. Múltiples fuentes vinculadas a los Lakers indicaron a ESPN que, en cada ocasión, Johnson no le dijo nada a Buss más allá de lo comentado el pasado 9 de abril: que éste no sentía que podía ser Magic Johnson en este puesto y deseaba recuperar su libertad.

Esto es lo que Magic Johnson siempre ha hecho y lo que siempre ha sido. Cuando se es una súper estrella de semejante magnitud, ésta se acostumbra a actuar con impunidad. Y Buss y su familia han sido los propiciadores de esa clase de comportamiento impulsivo y egoísta durante décadas. Valía la pena soportar los dolores de cabeza que Johnson causaba. Por lo menos, cuando éste era jugador activo.

No obstante, como ejecutivo y miembro de la familia (Johnson y Buss se refieren mutuamente como hermanos), ha demostrado ser increíblemente destructivo y dañino. (Obviamente, esas palabras también describen lo hecho por los hermanos mayores de Buss, Jim y Johnny, hace varios años cuando montaron una intentona de golpe contra Jeanie Buss, razón por la cual ésta los separó legalmente de la organización de los Lakers).

La sorpresa de Johnson en la jornada del lunes se produjo en un momento aún peor que el primero. Los Lakers se han convertido en una especie de incendio con humo tóxico desde la salida de Johnson. Cada medida que han tomado (desde la designación de Pelinka como principal tomador de decisiones en temas de baloncesto hasta decantarse por su tercera opción como entrenador jefe) ha sido sumamente impopular. Peor aún: no hay nadie dentro de la organización dispuesto a explicar ante el público ninguno de los pasos que toman.

Este solía ser un aspecto en el cual Jeanie Buss se destacaba. Siempre estuvo dispuesta a responder preguntas, hasta las más difíciles. No obstante, en fechas recientes ha brillado por su ausencia, aparentemente resignada a ser objeto de todas las críticas dirigidas hacia ella.

El razonamiento de los Lakers, cuando es presionado, termina siendo algo similar a lo siguiente: Lo único que hará cambiar mentes y corazones es desplegar un baloncesto ganador nuevamente, así que es mejor soportar las críticas hasta que ello ocurra. Hablar con acciones y no palabras.

El problema con esa estrategia es que las acciones de los Lakers siguen siendo autodestructivas y las únicas declaraciones definitivas al respecto provinieron de Johnson.

El periodista Max Kellerman, de ESPN, preguntó a Johnson en la emisión de First Take si éste tenía deseos de adquirir a los Lakers. Johnson sonrió, alzó su mano de forma súbita y respondió: “Si los Lakers fueran puestos en venta mañana, sí, iría donde Jeanie y le diría: ‘déjame adquirir la organización’. Escúchame, es una mina de oro. Los Lakers son una mina de oro”.

Quizás Magic sea capaz de mentirle a Buss en su cara con respecto a sus motivos. Pero ciertamente, éste parecía ser fiel a su verdad el pasado lunes. Quizás hasta tenga algo de razón con respecto a la disfunción presente dentro de la organización y la astucia de Pelinka.

Sin embargo, si el pecado de Pelinka (el “puñal a la espalda” al cual se refiere Johnson) radica en que éste haya puesto en tela de juicio el compromiso de Johnson con su puesto y su ética de trabajo, pues parece que el gerente intentó llamar la atención con respecto a un problema sumamente serio. No se maneja una franquicia de la NBA respondiendo a instintos e impulsos. Decisiones tales como cesantear a un entrenador son el producto de largos procesos, en los cuales se sopesa el costo de despedir y reemplazar a un entrenador contra las implicaciones de entrenar y educar a uno nuevo.

Cuando se le preguntó sobre dicho proceso durante la presentación de Vogel, Pelinka respondió: “Cuando se trata de tomar una decisión de baloncesto, yo colaboro con el staff, conformado por muchos de los presentes en esta conferencia de prensa de hoy y después hago una recomendación a Jeanie. Ella procede a dar su bendición o no. Es algo sumamente claro y muy simple”.

Magic Johnson jamás ha procedido de esa forma. Cuando recibió por parte de Buss el poder para tomar decisiones de baloncesto y fue cuestionado por ejecutivos de la franquicia para adherirse a esos procesos, Johnson renunció a la responsabilidad y manifestó carecer de control.

En retrospectiva, la decisión de darle la presidencia del equipo a Johnson parece ser más torpe aún. Probablemente, Buss lo debió saber en ese entonces. Pero la familia tiene una forma de crear puntos ciegos que parecen ser una muestra de lealtad. Definitivamente, ella debió entenderlo cuando Johnson renunció.

Ahora, lo que Jeanie Buss necesita entender es cómo permitió que Magic Johnson causara tanto daño dentro de su franquicia.