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No olvides el legado de Fidel Castro en Cuba, dentro y fuera del diamante

La relación del desaparecido Castro con el beisbol ha generado incluso historias de especulación. Getty Images

Es un momento inusual en la historia del beisbol para ver la noticia de que Fidel Castro está muerto. La divergencia de Cuba y su incorporación al comunismo, que inició hace casi 60 años, le ha dado forma a la visión de generaciones de estadounidenses, cubanos y cubano-estadounidenses para concebir la relación entre los dos países, una relación que ha tocado los diamantes de beisbol a través de décadas.

La imagen del dictador cubano en uniforme de beisbol podría verse como una caricatura actualmente, como era en la televisión de los años 70 u 80. Pero eso sólo si puedes pretender que no sabes lo que era el régimen de Castro en Cuba, el juego hacía creer, así como cambiaba de su uniforme militar de presidente no electo en Cuba, por una vestimenta que permitía ver al dictador como un fanático.

La relación de Castro con el juego también se teje con una industria de especulación, incluida la leyenda de que se probó con los Yankees o Senators, cosa que nunca ocurrió, con el ex ligamayorista Don Hoak y que se debate en una columna del Sport Magazine de 1964, que señala que bateó contra Castro, después de que un joven Fidel impactó el diamante de la Liga de Cuba en 1950 o 1951, lo que tampoco sucedió.

Los registros muestran que, aparentemente, Castro lanzó en un juego colegial, se probó y falló en el intento de hacer el equipo universitario. Desde una realidad mucho más modesta, se tejieron fantasías más elaboradas, incluso inspirando la novela de Tim Wendel, ‘Castro’s Curveball’ (la Curva de Castro), un eco generacional y periodístico que generó la idea de ‘qué hubiera pasado si’ y que sugirió una realidad alternativa en la que Castro triunfó en el montículo y se mantuvo alejado de la política.

Pero el impacto que tuvo Castro en el juego fue, por mucho, más real. Generaciones de cubanos que juegan beisbol no han sido libres de elegir dónde jugarlo, no han sido libres de seguir los pasos de Minnie Miñoso, jugador de Grandes Ligas y primera estrella latina de los años 50. No pudimos ver todo lo que pudo hacer a nivel mundial el tercera base Omar Linares, junto a muchos otros, pudo hacer grandes hazañas en el diamante pero bateó para .368, con 404 jonrones en la Serie Nacional de Cuba. Tuvimos que conformarnos con una pequeña probada, cuando en los Juegos Olímpicos, Cuba ganó medalla de oro, en 1992 y 1996, y plata en el año 2000.

Podemos decir que el juego es pobre para eso, pero sería trillado. Las vidas de los hombres que juegan o jugaron y de sus familias, de la gente que trabaja en el beisbol en la isla, no sólo fueron pobres en lo material para haber vivido en la Cuba de Castro, estuvieron en el peor periodo. Más de un millón de cubanos viven en Estados Unidos, como exiliados, reflejando a generaciones de refugiados que huyeron del movimiento revolucionario de Castro en 1959 y que aún van al país, arriesgando sus vidas en manos de contrabandistas de personas y con la esperanza de transportarse en balsas que ellos mismos construyen. No se sabe cuántos miles han muerto tratando de escapar del régimen de Castro, cruzando las aguas abiertas del mar entre Cuba y Florida.

El hijo de Miñoso, Charly, dijo que esperaba que la reacción de su padre pudiera mantenerse consistente en Cuba después de Castro, diciendo: “Con la muerte de Fidel Castro, siento que mi padre continúa su deseo de una nueva era en las relaciones entre Cuba y Estados Unidos, una relación que pueda encaminarse mejor hacia la calidad de vida de los cubanos”.

“Era ampliamente conocido que papá era el jugador favorito de Fidel y de Fulgencio Batista y que su imagen tuvo implicación frecuente en el peso de Cuba. Mientas se cierra la notoria era de Fidel y un nuevo capítulo en la historia de Cuba se desvela, tengo la certeza de que papá le daría la bienvenida a futuras oportunidades para los estadounidenses, y el resto del mundo, de experimentar una hermosa y vibrante cultura en su tierra de origen”.

Cuando pienso en Cuba, no sólo vienen a mi mente jugadores de beisbol. Pienso en lo que la gente ha hecho, a pesar de Castro, en actos generosos como respuesta a su tiranía, pero también en la respuesta de Estados Unidos con el embargo a Cuba. Pienso en los amigos que han empacado maletas llenas de medicinas sólo disponibles en el Oeste y que han viajado hasta aquí para ayudar a una nación de extraños. Pienso en Miñoso, escrupulosamente apolítico, recordando su juventud en los campos de caña, en un congelado día de Febrero en Chicago. Pienso en Kit Krieger, miembro de la Sociedad Americana de Investigación del Beisbol, quien organizaba viajes a Cuba para ver el juego y alentar a sus compañeros de viaje a pensar en formas para ayudar a la gente que jugaba.

Para muchos de nosotros, Cuba es una nación que no se ha descubierto, pero también una fuente de mucha grandeza en el beisbol que no podemos ayudar, pero que pensamos cómo. Cuba no es una nación que nos dé esa grandeza. Los jugadores de beisbol cubanos vienen a Estados Unidos por sí mismos, algunas veces arriesgando sus vidas al lado de amigos y familiares en un desesperado esfuerzo por llegar al país, alcanzar oportunidades y libertades, que algunos de nosotros damos por sentadas.

Esos enfrentamientos con el riesgo para llegar a Estados Unidos han sido las oraciones de los traficantes que buscan extorsionar millones, como podrá ser revelado en un juicio que está por venir y en el que los astros de Grandes Ligas, Yoenis Céspedes y José Abreú, han sido llamados para testificar sobre sus experiencias. Ellos escaparon de una nación cuya represión política no se detuvo en 2008, cuando Fidel Castro se hizo a un lado por su hermano.

Peligro, muerte, extorsión -- ¿y beisbol? Cuando pensamos en el legado de Fidel Castro, no debemos tener prisa por recordar la última parte, no sin ser honestos sobre el resto de la historia, no sin recordar a las miles de vidas perdidas y a las millones de vidas que cambiaron lejos de cualquier diamante, un fantasma que persigue el sueño viviente de posibilidades más felices entre Cuba y Estados Unidos, ahora y en el futuro.