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Jeff Passan | ESPN 5y

Cómo Wander Franco se convirtió en el próximo prospecto que no te puedes perder

Nota del editor: esta nota se publicó originalmente en junio de 2019

BOWLING GREEN, Kentucky - Wander Franco, quien a sus 18 años ya es considerado como el mejor prospecto de todo el béisbol, dio largos pasos hasta llegar a una suite del Bowling Green Ballpark. Sonrió, lo cual suele hacer a menudo, y la luz del sol que bañaba la habitación terminaba reflejada en sus 'braces'. Se sentó en un taburete en la esquina izquierda. Le seguían sus amigos y compañeros de habitación Tony Peña, Osmy Gregorio y Joel Peguero. Si bien Franco es al menos tres años menor que todos ellos, todos le llaman "El Patrón".

Era un martes, día de clases obligatorias de inglés para los peloteros latinoamericanos en el equipo de Clase A afiliado a los Tampa Bay Rays. Frente al grupo se encontraba David Kerr, quien trabaja en esa misma calle dentro del departamento de marketing del programa de inglés como segundo idioma de la Western Kentucky University y quien ha impartido clases a los prospectos de los Rays durante un lustro.

"Hoy vamos a aprender sobre oraciones", dijo Kerr. "¿Alguien sabe lo que es una oración? Probablemente no. Saben lo que significa. Sólo que ustedes no saben que lo saben. Las oraciones son importantes por dos razones. Número 1: Así habla la gente. Número 2: Le proporcionan detalles a la gente. ¿Saben qué son los detalles?"

Todos asintieron.

"Quiero empezar contigo, Franco", prosiguió Kerr. "Cuéntame sobre el partido de anoche e intenta utilizar una buena oración".

Franco creció en República Dominicana y abandonó la escuela después de cursar sexto grado, para así entrenar con miras a convertirse en pelotero profesional. Cuatro años después, a sus 16, firmó con los Rays por $3.825 millones. Hoy en día, esa cifra es considerada una ganga.

Franco es un campocorto que batea a ambas manos, es capaz de pegar jonrones, con fildeo elegante y velocidad vertiginosa en el corrido de bases. En un periodo reciente de nueve partidos, vio 105 pitcheos y jamás hizo swing fallido. Dentro de una liga en la cual la edad promedio es de 21 años, un adolescente se convierte claramente en macho alfa: el caso de Franco es similar al de Zion Williamson, solo que con un bate y un guante. Franco hace que hombres adultos terminen hablando de forma exagerada.

"Es humano", indica Mitch Lukevics, director de fincas de los Rays, quien ha cultivado talentos en Ligas Menores durante 45 años. "Aunque a veces cuesta determinarlo".

Franco no podía evitar parecer un niño durante su clase de inglés. Jugueteó con los audífonos que tenía en la mano y después comenzó a frotar un medallón con la imagen de Jesucristo que colgaba de una cadena de oro sobre su cuello. Aspira aprender inglés antes de llegar a Grandes Ligas y considerando el momento en el cual Franco desea llegar a las Mayores, se toma las clases en serio. Franco es un joven inteligente, perceptivo y rápido para asimilar instrucciones; sin embargo, para este campocorto, el inglés aún no es como el béisbol, en el cual sus instintos lo guían al lugar correcto. Franco sigue cazando palabras individuales y logra hilar cuatro o cinco a la vez.

"El partido de anoche... empatamos el partido luego que...", consigue hilvanar en inglés para después hacer un paréntesis en lengua hispana. "¿Cómo te digo? ..." Prosigue en inglés: "Después que el otro equipo... el cátcher... bateó jonrón".

"¡Esa es una buena oración!", dijo Kerr. "El cátcher del otro equipo bateó de jonrón. Me dijiste por qué. Me dijiste cómo ocurrió. ¿Ustedes conocen esas palabras? ¿Qué significa 'why' (por qué)? ¿Qué significa 'how' (cómo)? ¿Qué significa 'who' (quién)?"

"Por ejemplo: 'Who are you, Franco?"'(¿Quién eres, Wander Franco?)

EVENTUALMENTE, RESPONDEREMOS ESA PREGUNTA. No obstante, para poder hacerlo, se requiere preguntar y responder las otras interrogantes planteadas por Kerr. Tales como: ¿por qué Wander Franco? ¿Por qué, de los más de 7,000 peloteros que jugarán en ligas menores esta temporada, su nombre encabeza los rankings de prospectos que sirven como mapas para transitar el futuro de este deporte?

Tenemos los elementos congénitos a su favor: la coordinación entre mano y ojo; el delgado cuerpo que terminó desarrollándose hasta convertirse en una musculada humanidad con 5 pies, 10 pulgadas (1.78 metros) de estatura y 190 libras (86 kilos) de peso; haber ganado la lotería genética con la combinación entre su padre, también llamado Wander, quien fue un pelotero decente; y su madre Nancy, cuyos hermanos, Erick y Willy Aybar, jugaron la suma de 17 temporadas en Grandes Ligas entre ambos, Franco tiene que agradecer mucho a su familia.

También está el ambiente, el yang de la crianza que se conjugó con el ying de los elementos que obsequió la naturaleza a Franco. En Baní, la ciudad costera de República Dominicana donde creció, Franco pasó prácticamente todos los días desde que cumplió 6 años rogando que le permitieran jugar béisbol junto a sus hermanos mayores Wander Javier Franco y Wander Alexander Franco. Ambos tenían calidad suficiente para firmar con organizaciones de Grandes Ligas. Aunque el caso de Wander Samuel Franco era algo completamente diferente.

Eso se debe a apariciones al plato tales como la ocurrida el 6 de mayo, que parecen totalmente anodinas a la hora de leer una recapitulación jugada por jugada del encuentro. "Wander Franco toma base por bolas", reza la hoja y es una descripción precisa de lo ocurrido. En el noveno inning en un encuentro empatado, con corredores en primera y segunda bases, Franco tomó pasaporte para llenar las almohadillas. Los scouts presentes para ver a Franco y al resto de los Bowling Green Hot Rods se llevaron mucho más que eso. Vieron cómo Franco dejó pasar un primer pitcheo en curva en strike. "No se siente ansioso de jugar al héroe; con suficiente confianza en sí mismo como para trabajar conteos desfavorables". Le vieron conectar un cambio de velocidad que comenzaba a desvanecerse desde la mitad de la zona de strike. "Buen reconocimiento de los pitcheos". Se asombraron de la forma cómo pudo trabajar seis envíos en curva que llegaron después: dejar pasar, foul, dejar pasar, foul, foul, foul. "Hizo swing solamente a pitcheos dentro de la zona". Le veneraron por dejar pasar el noveno pitcheo, finalmente en recta, al pasar tres pulgadas por fuera de la esquina exterior. "Un boleto de Grandes Ligas".

"Lo vi", expresó Franco de forma sucinta. "Sabía que iba a terminar siendo bola".

Franco se comporta con esa sensación de autoconfianza limitada a un subgrupo dentro del pequeño subgrupo en el cual se encuentran los mejores jugadores del mundo. La grandeza puede surgir a partir del miedo. La grandeza de Franco se origina gracias a la certidumbre que tiene sobre sus destrezas. Sabe bien la calidad que tiene, lo raro que es ver a un chico de 17 años llegar a liga de Novatos, batear para .351, conectar 11 cuadrangulares en 61 partidos y negociar boletos en un 50 por ciento más de apariciones al plato de las que terminan en ponches, tal como lo hizo en la temporada pasada. También está consciente de que el último pelotero en tomar por asalto a la Midwest League a sus 18 años con semejante combinación de poder y paciencia al plato fue Vladimir Guerrero Jr. y antes de él, estuvo Carlos Correa y antes de ellos, estuvo Mike Trout. "Vi a Vladimir Guerrero", dice Rei Ruiz, manager de Franco en Bowling Green. "Tenía la misma confianza, la misma presencia. Pero considero que Wander es mejor".

Abundan los mitos e historias falsas. Pasar casi dos semanas sin hacer fallar un swing en la era del ponche en el béisbol suena imposible. Los ejecutivos de los Rays aún se maravillan a la hora de comentar lo hecho por Franco en un derby de cuadrangulares el año pasado. Todos los compañeros de Franco en el Bowling Green recuerdan su actuación en el partido del 25 de abril con respeto. Los planes de juego de los pitchers rivales eran obvios: atacar a Franco, quien bateaba a la zurda, abajo y afuera. Vio tres pitcheos bajos en el primer inning y conectó roletazo a tercera base. En su segundo turno al bate, disparó un sencillo hacia el jardín izquierdo. Luego, disparó un cuadrangular por la banda contraria. Bateó otro jonrón en su último turno al bate, nuevamente en dirección opuesta.

"Hace ciertas cosas que jamás has visto en un diamante de béisbol", indicó el tercera base del Bowling Green Connor Hollis. "Una jugada a mano limpia que jamás pensarías hacer con la mano limpia... lo hace ver fácil. Batea dos jonrones hacia la barda contraria, en el mismo partido. Hay ciertas cosas que hace y que jamás habías visto y te deja asombrado. No sabes qué hacer".

El punto de vista que tiene Hollis sobre el mundo del béisbol contrasta totalmente con el de Franco. Hollis tiene 24 años, fue firmado el año pasado por Tampa Bay como agente libre que no fue tomado en el draft, egresado de la Universidad de Houston y quien bateó para .365, superando a Franco para alzarse con el título de bateo de la Appalachian League. Hollis mira con romanticismo toda la lucha diaria del pelotero de ligas menores: los interminables viajes en autobús que él intenta hacer tolerables con partidas de ajedrez, la precariedad de un salario que se ubica muy por debajo de los niveles de pobreza crítica, la idea de que todos los oprobios de la vida en las Menores harán que la experiencia en Grandes Ligas se sienta mucho más dulce. También reconoce su sitial dentro del equipo y que, si bien el ascenso de Franco dentro del sistema de los Rays será una conclusión previsible, Hollis debe dar ejemplo mientras juega con suficiente nivel para avanzar dentro de la organización.

Los viajes, los autógrafos, la cultura, el tedio... todo forma parte del sistema educativo para los peloteros de Ligas Menores. La experiencia de Franco se trata, simplemente, de una versión llena de cafeína. La barajita de béisbol de Hollis se vende en eBay por $2. Una barajita de Franco autografiada se vendió a principios de mayo por más de $60,000. Un par de docenas de cromos de Franco se venden por más de $2,000 cada una. Esto causa risas a Franco. Miles de dólares a cambio de un pedazo brillante de cartón sobre el cual él escribió: "W. Franco". Es algo ridículo, pero es que su carrera raya en lo insólito: es más joven que prácticamente todos los elegidos en la primera ronda del draft celebrado la semana pasada (con la excepción de tres peloteros), batea para .322, con porcentaje de slugging de .517, con 25 boletos comparados con 18 ponches en Clase A baja, a los 18 años. Los números cuentan la misma historia percibida por los ojos de los scouts y todos ellos coinciden bien con la percepción que Franco tiene sobre sí mismo.

"Cuento con las herramientas para ser una súper estrella", indicó. "Quiero estar en el Salón de la Fama".

¿CÓMO, WANDER FRANCO? Esta es una pregunta hecha directamente. ¿Cómo, Wander, el chico que regresaba a casa de la escuela sin seguridad de si tendría otra comida ese día, que creció pobre incluso por su país empobrecido, terminara hablando de sus aspiraciones de Cooperstown cuando era un adolescente? ¿Cómo, Wander, estás tan preparado para esto? Pregúntele a este tipo de cosas lo suficiente, y él se levanta la manga de la camisa.

"Este es mi hijo", dijo Franco, revelando un tatuaje en su brazo izquierdo y luego sacando su teléfono para mostrar una foto. Wander Samuel Franco Jr. tiene 9 meses de edad. Franco lo vio por última vez el 12 de febrero. "Recuerdo la fecha exacta", dijo. El 13 de febrero, Franco voló al entrenamiento de primavera y, desde entonces, no ha sido más que conversaciones de FaceTime con su novia y su hijo.

"Es una gran responsabilidad", dijo Franco. "Tengo que batear. El niño necesita mucha leche".

Desde que el béisbol comenzó a saquear la República Dominicana en busca de talento, alguna derivación de este aforismo ha definido la existencia de los jóvenes prospectos. No se puede salir de la isla o juego para mantener a mi familia o el niño necesita mucha leche. El béisbol es una oportunidad, aun si las organizaciones que anhelan el talento de América Latina son en sí mismas oportunistas. La temporada pasada, casi el 55% de los jugadores de béisbol de ligas menores nacieron fuera de los Estados Unidos, y la mayoría de ellos eran de República Dominicana. Sin embargo, los equipos gastarán un total de $300 millones en bonos de firma para selecciones de draft nacionales este año, en comparación con los $160 millones que han presupuestado a nivel internacional.

En América Latina, el camino que tomó Franco no es único. Miles de niños abandonan la escuela y se entrenan durante ocho horas al día, seis días a la semana, para jugar al béisbol y ganarse la vida. Ellos hacen swings con bates de madera. Se enfrentan a una competencia superior. A los 16 años, se unen a organizaciones profesionales que pueden controlar su desarrollo. Los chicos, casi siempre pobres, disfrutan la oportunidad, sabiendo muy bien que cada año el juego mastican y escupen a cientos de personas que no pudieron cortar, dejándolos desempleados y sin escolarizar. La relación del béisbol con América Latina es su mejor negocio faustiano.

Franco tenía 10 años la primera vez que alguien sugirió que se convirtiera en un pelotero a tiempo completo. En un campo en Baní, donde la hierba crece en parches y pequeños trozos de basura salpican el paisaje, un entrenador local estaba mostrando a unos pocos chicos, uno de ellos un lanzador de 15 años de edad que Rudy Santín había venido a mirar. Santín ocupa un lugar destacado en la cadena alimenticia de los buscones, los híbridos entrenadores-agentes que sirven como intermediarios vitales en la economía del béisbol latinoamericano. Pagará a las academias más pequeñas un buen dinero para hacerse cargo del entrenamiento de un jugador, sabiendo que sus relaciones con los equipos de las grandes ligas pueden llevar a tratos de siete cifras, de los cuales tiene una tajada extremadamente saludable.

Santín había pasado más de 25 años como escucha en América Latina para los New York Yankees, San Francisco Giants y Tampa Bay Rays. En 2011, abrió la MVP Santin Baseball Academy en Santo Domingo. Casi todos los años produjo una firma de un millón de dólares. El chico de 15 años de ese día no estaba a la altura de los estándares de Santín. ¿El niño de 10 años que seguía pidiendo batear contra él, por otro lado?

"No le tenía miedo a nada", dijo Santín. "Se podría decir por su presencia y su lenguaje corporal. Tenía 'ese' factor".

Cuando el niño atrapó algunas rolas, Santín tuvo que preguntar otra vez: ¿Tiene 10? Sí. ¿Cual es su nombre? Wander Samuel Franco. "Era como ver a un gran jugador en miniatura", dijo Santín. En aquel entonces, en 2011, los jugadores más jóvenes de su academia tenían 12 o 13 años. Quería a Franco a los 10 años y localizó a su padre para preguntar.

"Me encantaría llevarlo ahora", dijo Santin.

La respuesta: "Su madre me va a matar".

Santín dejó un guante y un par de zapatillas para Franco con la condición de que el padre lo llamara cuando su hijo estuviese listo para entrenar a tiempo completo. De vez en cuando, Santín estaba pendiente. Franco estaba creciendo, aun jugando con los niños mayores, como José Ramírez, entonces un prospecto ligeramente considerado, pero hoy en día es un dos veces All-Star para los Cleveland Indians. Cuando un río cerca de sus casas, Río Villa Majega, se secaba, usaban el área como un campo improvisado, con una bola hecha de cinta envuelta alrededor de los calcetines y una rama alisada para batearla. Al igual que Franco, el índice de ponches de Ramírez es sorprendentemente bajo, un testimonio tal vez del poder de la calcetería, la cinta adhesiva y la capacidad de cortar.

Todos en Baní vieron lo que Santín notó temprano. Incluso en una cuna de excelencia -Baní ha producido más de 200 jugadores profesionales desde 2010- Wander Samuel se destacó. Sería mejor que sus hermanos, mejor que sus tíos, tal vez mejor que Miguel Tejada, otro nativo de Baní, que ganó un premio al Jugador Más Valioso de la Liga Americana. El padre de Franco llamó a Santín. A los 12 años, estaba listo, los últimos dos años de la escuela primaria se pasarán.

Santín dijo que pagó $30,000 por los futuros derechos de negociación de Franco, 50 por ciento más de lo que había gastado anteriormente en un jugador. Además, existía la expectativa de que hasta que Franco llegara a los 16 años, Santín lo alimentaría, lo alojaría y lo vestiría. Más de 30 niños a la vez están bajo la supervisión de Santín. Se quedan en una casa que alquila en Santo Domingo y duermen en literas. Él contrata a un cocinero para que les proporcione comida, a alguien para que se limpie los uniformes y a un conductor de autobús para que los transporte hacia y desde el campo donde practican. Es una operación de bajo mantenimiento.

El truco está en proveer jugadores listos para el profesionalismo. Apenas semanas después de que Franco cumpliera 13 años, Santín ofreció una conferencia de prensa en Santo Domingo para presentarlo como el mejor jugador internacional de la clase 2017-18. Franco vestía una camiseta negra y tenía aspecto de estar maravillado. Las botellas de vino a sus espaldas quizás tenían más edad que él. Los comentaristas radiales la emprendieron contra Santín por el espectáculo. Era un chico de 13. ¿Cómo podía Santín saber que Franco sería tan bueno?

No podía, al menos con certeza, pero Santín se unía a una nueva generación de entrenadores que ya no venden jugadores basándose estrictamente en su aspecto y el poder que despliegan en exhibiciones controladas. Los equipos buscan maximizar la eficiencia de sus gastos internacionales de la manera más racional posible, de tal modo que los buscones se han enfocado en cultivar jugadores listos para ejecutar. Aquellos que conectan la bola a una velocidad de salida de tres dígitos y los que lanzan bolas rápidas a 90 mph; los números que los escuchas pueden vender tanto a sus pares como a los grupos analíticos de las organizaciones.

Aquellos con herramientas excepcionales y los recursos para parearlas, tales como Franco, son llevados a prisa. Los equipos mueven a los jugadores hispanos a través del sistema de ligas menores -especialmente las categorías más bajas- con la celeridad que antes estaba reservada para jugadores estadounidenses. En el 2016, 15 de los 20 jugadores más jóvenes de la Liga del Medio Oeste eran de Estados Unidos. En el 2019, 18 de 20 son procedentes de República Dominicana o Venezuela. Al iniciar esta temporada, Guerrero y Fernando Tatis Jr. eran considerados por consenso los dos principales prospectos del béisbol. Franco, Eloy Jiménez y Víctor Robles también aparecían regularmente entre los principales diez. Un año antes, los siete mejores prospectos -Ronald Acuña Jr., Guerrero, Tatis, Jiménez, Robles, Gleyber Torres y Francisco Mejia- eran dominicanos o venezolanos.

De tal modo, cuando aparece un jugador con el talento de Franco, inicia la locura. Luego de la conferencia de prensa de Santín, Danny Santana, el supervisor de los Rays en República Dominicana, acudió a ver a Franco. Escuchas de los Yankees, Red Sox y Blue Jays visitaron y llenaron impresionantes reportes. Al momento de Franco cumplir los 14 años, los equipos ya sabían que sería necesaria una cifra exhorbitante para firmarle, incluso si su cuerpo se llenaba muy temprano y no alcanzaba la proyección que ellos anhelaban. Santín dijo que un equipo estaba dispuesto a pagar $6 millones, una cifra confirmada por oficiales de otros dos equipos. Hubiese establecido una marca para un jugador dominicano de 16 años.

Sin embargo, en diciembre de 2016 el nuevo acuerdo colectivo estableció un tope a los gastos internacionales. Los jugadores aficionados latinoamericanos ya brindaban el mayor promedio de costo/beneficio en el béisbol. Ahora serían aun menos costosos. Sin restricciones en 2017, los Yankees lucían casi seguros a invertir los $6 millones por firmar a Franco, acorde a múltiples fuentes. Las nuevas reglas cambiaron el panorama y Tampa Bay entró al juego con el mayor bono.

Las repercusiones no solamente afectaron a Franco. El efecto negativo del gasto controlado se regó por toda América Latina. Los equipos, sabiendo de antemano cuánto podían gastar en un año específico, se las ingeniaron para establecer acuerdos de caballeros con los más talentosos jugadores, incluso aquellos de apenas 13 años de edad. Algunos buscones pensaron que, si los equipos querían a jugadores de 13 años, los chicos deberían aparentar ser mayores para asegurarse bonos de siete cifras. Entrenadores inescrupulosos, afirman múltiples fuentes en América Latina, no dudaron en proveer drogas de mejorar el rendimiento a chicos en la preadolescencia.

Naturalmente, la liga ofrece declaraciones apropiadas. Conduce pruebas antidrogas a más temprana edad y coloca en lista negra a los buscones cuyos jugadores arrojan positivo. Trabaja en un sorteo internacional, que considera eliminará los acuerdos de estrechones de manos y la incentivación del aborrecible proceder de los peores entrenadores que se han visto empoderados por un sistema que les permite actuar de esa manera. La liga quiere limpiar a Latinoamérica y quiere un cambio real y sustantivo. Pero, ¿realmente es asi? Pese a todos los fallos, y quizás parcialmente debido a ellos, las reglas internacionales crearon exactamente lo que los equipos desean: una vía costo-efectiva y confiable para los talentos mientras el deporte confronta problemas en enamorar a muchos de los mejores atletas estadounidenses. Es una oportunidad de ver a más chicos como Wander Franco.

"Tengo un primo:, dijo Franco, "El tiene nueve años. Va a ser muy bueno".

"¿QUIÉN ERES TÚ, Franco?"

El chico al que no le importó ir a la academia de Rudy Santín porque eso significaba una boca menos que su mama tenía que alimentar, que celebró cuando se dio cuenta que iba a firmar por millones de dólares porque su madre, dijo, "no tendría más problemas ahora". Eso es lo que él quiere ser. Y él es más que eso, por supuesto. El cocinero en el apartamento en Bowling Green que le hace a sus compañeros un buen plato de arroz con habichuelas con pollo. El payaso que salta a la cama de Tony Peña para despertarlo. El chico que, en la casa que le compró a sus padres, una con piscina, tira al agua a un Osmy Gregorio completamente vestido tarde en la noche solo para reirse de él. Franco tiene 18 años en camino a 30 hasta que vuelva a tener 18 en camino a tener 10.

Hay una historia que a Gregorio le gusta contar sobre Franco. Ellos se conocieron en el 2015 en unos entrenamientos. Gregorio fue un chico de 17 años que maduró tarde, Franco un chico de 14 años que maduró temprano. Gregorio firmó al año siguiente con Seattle y fue cambiado a Tampa Bay par de meses más tarde luego que Franco se uniera a dicha organización. Se reconectaron en la liga instruccional y se volvieron amigos cercanos.

Gregorio estaba en la casa de Franco en Baní en la pasada temporada baja cuando recibió una llamada de su casa. Algo estaba ocurriendo. Su mama, Mónica Rosario, estaba enferma. Se apresuró para llegar a su casa, a tres horas de distancia. Gregorio es hijo único. Su mama mostraba síntomas de haber sufrido un infarto. Tenía que hacerse cargo de ella pero no tenía dinero.
"Wander pagó por el medico y por todo", dijo Gregorio. "Él no piensa como un chico de 18 años. Es humilde. Le importan los demás".

Los amigos de Franco lo llaman El Patrón, en parte en broma, porque paga las comidas y compró un sistema de sonido para aplacar a Ruiz, el manager de los Hot Rods, a quien le encanta la música e insiste en tocarla en el camerino. Pero también es por reverencia, porque sabían que él ayudaría a la madre de Gregorio a tener el cuidado medico que necesitaba para recuperarse.

Todo esto significa mucho: ser El Patrón, ser padre, ser el mejor prospecto en el béisbol. Los Rays quieren llevar con cuidado a Franco. Ellos no dudan que él pueda manejar todo esto; uno no protagoniza una conferencia de prensa a los 13 años y no quedarse con algo de eso. Ellos además aprecian la fragilidad de alguien como él. Ellos no quieren ser los que arruinen a Wander Franco.

Así que intentan atenuar su entusiasmo, solo para volver a caer en la trampa de la expectativa que Franco ha construido involuntariamente desde que Santín puso sus ojos sobre él desde que tenía 10 años. En septiembre pasado, los Rays trajeron a algunos de sus mejores prospectos de la liga instruccional de otoño al Tropicana Field para participar en un festival de cuadrangulares. En la ronda final, Franco estaba atrás por 10. Abanicada tras abanicada, logró descontar la ventaja y luego arrasó con la competencia. Franco tenía 17 años y conectó 15 jonrones para vencer a los legítimos prospectos Ronaldo Hernández y Moisés Gómez, ambos tres años mayores que él, y todo esto podría sonar descabellado si no fuera la norma con él.

Esta es la razón por la que los cazatalentos que pasan por Bowling Green luchan para ser incluso un poco críticos con Franco. A pesar de su velocidad por encima de la media, aún no es un buen corredor de bases. Lo peor que se puede decir es que es probable que termine en la segunda base debido a su tamaño, rango y fuerza en el brazo - e incluso entonces, dos cazatalentos hicieron la misma comparación: Robinson Canó, pero como bateador ambidiestro.

Franco tiene mucho tiempo para ser electo a ocho Juegos de Estrellas y ganarse $300 millones como Canó. Por ahora, ejerce su oficio en el Bowling Green Ballpark, el tipo de lugar en el que Zoie, el Perro del Clima del Canal 6 busca el primer lanzamiento, donde los partidos diurnos durante el año escolar comienzan a las 10:35 a.m. por lo que cientos de chicos pueden ingresar al estadio y bailan al ritmo de "Old Town Road" en los altoparlantes, donde el Ooyee Gooyee Burger se vende a $8. Dentro de la sala de techos altos de la entrada principal del edificio hay una pantalla con fotografías de todos los jugadores de los Bowling Green Hot Rods que han llegado a las grandes ligas en los 10 años de historia del equipo. Algún día, muy pronto, Franco tendrá su fotografía en ese mural.

Lo siguiente será un ascenso al equipo Clase A alta en Charlotte, que no debe estar muy lejos de llegar, no cuando Franco entra a su tercer mes de tratar a la Liga del MedioOeste como una práctica de bateo glorificada. Los Rays tienen la intención de llevarlo nivel por nivel, tal y como lo hicieran los Azulejos con Guerrero, aunque el calendario personal de Franco hacia las Grandes Ligas luce como un poco más acelerado.

"El año que viene", dijo él, y a diferencia de casi todo lo demás durante una entrevista en la oficina de Ruiz, esto salió de su boca en inglés. Franco entendió claramente la pregunta: ¿Cuándo esperas estar en las Grandes Ligas? Ni siquiera necesitó una oración completa para dar a conocer su punto. En el transcurso de la conversación que duró casi una hora, Franco cambió al inglés solo una vez más. Kerr, su maestro, le dijo que lo practicara siempre que pudiera, y en este caso, la pregunta sobre por qué ama el béisbol pareció resonar.

"Es mi familia", dijo. "Mi país".

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