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Steve Wulf | Escitor senior de ESPN 4y

¿Podría ocurrir hoy en MLB un escándalo de amaño como el de los Black Sox?

“El béisbol es el corazón de Estados Unidos. Como patriota, jamás podría hacer algo para degradarlo…”

“Envilecer. Mejor dicho”.

“…con el fin de envilecer nuestro pasatiempo nacional”.

Arnold Rothstein (Michael Stuhlbarg), ensayando su testimonio con su abogado, antes de que se convocara un gran jurado para determinar si la Serie Mundial de 1919 fue arreglada, “Boardwalk Empire”, Temporada 1, Episodio 8 (“Hold Me in Paradise”)

¿Demasiado pronto?

Cien años parecen ser demasiado tiempo para esperar. Sin embargo, estamos hablando con respecto al escándalo de los Black Sox, la hora más oscura de la historia del béisbol y un relato frecuentemente contado que ha capturado la imaginación de historiadores, novelistas, cineastas y aficionados que sienten la traición en sus entrañas. Los apostadores y peloteros corruptos que conspiraron para amañar el resultado de la Serie Mundial de 1919 le robaron a la gente, no sólo su dinero, sino también les arrebataron su fe en el béisbol.

Esa es la razón por la cual el béisbol se convirtió en un ente puritano en su posición con respecto a las apuestas. Por ello, la Regla 21d, que establece la prohibición de apostar, ha estado visible en los clubhouses desde 1927. Es el motivo por el cual Pete Rose, el rey del hit de todos los tiempos fue vetado de por vida del béisbol. Durante muchos años, Major League Baseball peleó en los tribunales para evitar que estados distintos a Nevada legalizaran las apuestas deportivas. A pesar de ello, Major League Baseball y MGM Resorts anunciaron en noviembre pasado que habían llegado a un acuerdo para promover las apuestas legalizadas justo a tiempo antes de comenzar la temporada 2019 y desde ese momento, el zumbido de la ironía no ha cesado de sonar.

Por coincidencia, esta nueva política entró en vigor justamente en el centenario de la Serie Mundial de 1919 y el 30 aniversario de la expulsión de Pete Rose, decretada por el entonces comisionado Bart Giamatti. El mismo Pete Rose que frecuentemente firma autógrafos en el Mandalay Bay Resort de Las Vegas, propiedad de MGM Resorts. La misma empresa MGM Resorts que es dueña del Borgata, un rascacielos paradisíaco al norte del malecón de Atlantic City. El mismo Borgata donde el ex árbitro de la NBA Tim Donaghy, que cayó en desgracia producto de los escándalos de apuestas, intentaba probar suerte.

Oh, y ¿qué les parece esta ironía? Borgata es la palabra coloquial para referirse a la mafia en italiano. Entre los protegidos de Arnold Rothstein, el hombre detrás de los amaños, se encontraban leyendas de la mafia de la talla de Meyer Lansky y Lucky Luciano.

Todo lo anterior me trae al Borgata, en este hermoso día de finales de verano. Como romántico del béisbol y de opinión agnóstica con respecto a las apuestas, siento curiosidad de ver si Major League Baseball está, de hecho, vendiéndole su alma al diablo o solo se mantiene al día con las tendencias actuales: el resto de los deportes profesionales de renombre han asumido las apuestas deportivas como una forma de incrementar ganancias financieras y la “participación del aficionado”.

Al verdadero Arnold Rothstein, tal como fue retratado en “Rothstein”, la excelente biografía escrita por David Pietrusza, ciertamente le gustaría esta situación. “El Cerebro”, como era conocido, amaba tanto el póker que literalmente murió por él, y actualmente existe un torneo de clase mundial en desarrollo. Era aficionado al billar, que ayudó a financiar el salón de pool del manager de los New York Giants John McGraw, ubicado cerca de la Herald Square de Nueva York. Actualmente, hay una mesa de billar en el spa masculino del Borgata. Hay restaurantes, tiendas, máquinas tragamonedas, además de muchos clientes y juegos de azar.

En el corazón del casino se encuentra ubicada una casa de apuestas deportivas y restaurante denominado Moneyline, donde una manada de televisores pequeñitos rodea a su madre gigante, un monitor LED de 40 pulgadas. Los televisores están sintonizados en las transmisiones de varios eventos deportivos y esparcen su luz de ambiente sobre los apostadores que ingieren diversas bebidas y hamburguesas mientras estudian sus hojas estadísticas antes de utilizar sus teléfonos o dirigirse a una de las seis taquillas receptoras de apuestas. Hoy en día, la acción gira en su mayoría en torno al béisbol: hay 15 partidos en el calendario de la jornada, comenzando con el partido entre los Washington Nationals y St. Louis Cardinals, pautado para la 1:15 p.m., y concluyendo con varios cotejos nocturnos disputados en la Costa Oeste.

Los apostadores saben mucho más de los enfrentamientos que yo; no obstante, sospecho que sé algo que ellos desconocen. En esta fecha, el 18 de septiembre, hace 100 años, se concibió formalmente la estratagema para amañar la Serie Mundial. También ocurrió en las instalaciones de un hotel, el Buckminster de Boston. Según lo relatado en el clásico “Eight Men Out” de Eliot Asinof, ese era el lugar donde se hospedaban los Chicago White Sox, dueños del primer puesto, mientras jugaban la temporada regular y fue allí donde el primera base Chick Gandil invitó a un viejo conocido, el apostador Joseph “Sport” Sullivan a su habitación para discutir una propuesta. Chick y siete de sus compañeros podían hacer lo posible para que los poco favorecidos Cincinnati Redlegs ganaran la Serie Mundial que estaban a punto de disputar. Solo querían $80.000, 10 mil para cada uno. Chick y sus amigos habían ganado la Serie Mundial hace dos años; en esta ocasión preferían el cochino metal a un trofeo brillante.

Los detalles del escándalo siguen siendo objeto de debate. ¿Cuál fue el verdadero rol de Rothstein dentro del amaño? (Oficialmente fue exonerado, no obstante, era el financista de Sullivan). ¿Acaso Eddie Cicotte, quien había ganado 29 partidos en esa temporada, no quiso participar de la trama porque no tuvo la oportunidad de obtener su triunfo número 30 y un bono? ¿Cuál fue el verdadero papel del outfielder “Descalzo” Joe Jackson en la derrota en la Serie, si éste bateó para .375 en los ocho partidos, 149 puntos por encima de su compañero Eddie Collins, quien eventualmente fue exaltado al Salón de la Fama?

Existe otra razón que motiva mi búsqueda, una más personal. Las apuestas podrían correr por mi sangre. Recientemente escuché un rumor familiar que hasta hace poco había quedado adormecido: nosotros, por el lado de nuestro padre, tendríamos algún parentesco con Arnold Rothstein. La curiosidad me llevó a una búsqueda en internet que me reveló este fascinante dato, cortesía de los anuncios nupciales del diario New-York Tribune del 14 de octubre de 1919:

“WULF-ROTHSTEIN – El Sr. y la Sra. de Charles Rothstein anuncian el compromiso de su hija, Lilian, con el Sr. William Wulf”.

Mi bisabuelo Charles Rothstein y el padre de Arnold, Abraham Rothstein, laboraban ambos en la industria de la ropa. Aún no he logrado establecer un nexo directo, pero ¿acaso había tantos Rothstein en Nueva York involucrados en el negocio de la confección a principios del siglo pasado que quizás no tenían parentesco? Quizás Arnold acudió a la boda, luego de que éste no amañara la Serie Mundial. Puedo ver cierto parecido entre los rostros de mi abuela y Arnold. Y sé bien que, antes de esa Serie, él se reunió con apostadores en el Hotel Astor de Nueva York… el mismo sitio donde mi padre celebró su bar mitzvah.

Independientemente de todo lo anterior, me instalo para pasar la tarde en el Moneyline. Abro un menú llamado “Libro de Jugadas”. Las páginas a mano derecha cuentan con una lista de varias opciones poco saludables, mientras que a la izquierda se leen citas de famosas figuras del deporte, tales como Babe Ruth y Muhammad Ali, Hank Aaron y Vince Lombardi. Una de las citas que atrapa mi atención es autoría de uno de mis viejos conocidos, el manager de Los Angeles Dodgers, Tommy Lasorda:

“En el béisbol y en los negocios, existen tres clases de personas. Aquellos que hacen que las cosas ocurran. Aquellos que se conforman con ver cómo suceden. Y aquellos que se preguntan qué diablos pasó”.

Cuéntenme entre los que conforman el tercer grupo. Jamás pensé ver un día así.


“¿Amañar la Serie Mundial?”

La idea me asombró. Recordé, por supuesto, que la Serie Mundial fue amañada en 1919, pero de haberlo pensado, lo habría concebido como algo que apenas ocurrió, el final de una cadena inevitable. Nunca llegué a pensar que un hombre podría empezar a jugar con la fe de cincuenta millones de personas… y con la determinación de un ladrón que hace explotar una caja fuerte”. – Nick Carraway, el narrador en “El Gran Gatsby” de F. Scott Fitzgerald.

En la trama de “El Gran Gatsby”, Meyer Wolfsheim, quien fue creado por Fitzgerald inspirado en Rothstein. Sin embargo, para los aficionados al béisbol, la línea más evocadora de la novela podría ser la última: “De esta manera seguimos avanzando con laboriosidad, barcos contra la corriente, en regresión sin pausa hacia el pasado”.

Así avanzamos, recordando un momento producido hace un siglo, cuando el mundo del béisbol estaba tan abrumado por el auge de las apuestas que sus principales ejecutivos desmintieron rumores de partidos amañados por figuras de la talla de Ty Cobb, Tris Speaker y Hal Chase. No se debía apostar en el béisbol, algo similar a no ingerir alcohol durante la era de la Prohibición. Las apuestas por probabilidades, llamadas en aquél entonces “freak wagers”, eran particularmente frecuentes. David Purdum, periodista de ESPN, descubrió recientemente esta nota, publicada en el diario Chicago Tribune en su edición del 23 de septiembre de 1919:

“Las apuestas en el gran clásico del béisbol se acrecentaron hoy en Indianápolis y se hicieron varias ‘freak wagers’… (La) mesa ubicada en el Dennison recibió mucho dinero proveniente de Chicago, apostando entre 90 y 100 que los White Sox se impondrían en el primer partido en Cincinnati. Incluso se llegó a ofrecer dinero apostando que los patiblancos robarían más bases que los Reds durante el transcurso de la Serie”.

Mientras más cambian las cosas… Después de anunciado el convenio entre Major League Baseball y MGM, Jim Murren, presidente de MGM Resorts, expresó su opinión con respecto al por qué el ritmo de juego en el béisbol alentaría las micro-apuestas. “El béisbol está perfectamente apropiado para ello”, indicó. “Incrementará la participación en redes sociales. La gente hablará con respecto al siguiente pitcheo, el próximo out, el próximo inning… independientemente del resultado o la pizarra en ese momento determinado”.

En lo que respecta a la denominada “fruta prohibida” de las apuestas, el comisionado de las Grandes Ligas, Rob Manfred, expuso su punto de vista sobre la sociedad con MGM: “Es algo que va mucho más allá de un pacto de negocios. Se trata de imponer una serie de políticas dentro de la industria que nos dan firmeza dentro de lo que siempre ha sido nuestro tema más importante, que es la integridad”.

Si Arnold Rothstein fue el apostador más renombrado de su época, esa distinción le probablemente le pertenece hoy en día a James Holzhauer, cuya participación en el programa de concursos de la televisión norteamericana “Jeopardy!” a principios de año (en la cual sumó 32 victorias y un bote de $2.464.216) cautivó a todo Estados Unidos. Holzhauer, que se convirtió en apostador profesional porque no pudo conseguir empleo en el Béisbol de Grandes Ligas, tuvo la amabilidad de responder algunas preguntas mediante correo electrónico. Cuando se le preguntó cuál era su reacción al anuncio de la sociedad entre Major League Baseball y MGM Resorts, él respondió por escrito: “Tuve dos reacciones: 1) Desde hace mucho tiempo, era hora de que las ligas reconocieran la legimitidad de las apuestas deportivas. 2) Aparentemente, Major League Baseball podía ponerle precio a su denominada ‘integridad’, después de todo”.

Sería ingenuo pensar que la industria del béisbol no debería, bajo cualquier circunstancia, cosechar una parte de los beneficios generados por una industria de miles de millones de dólares. Ciertamente, no tuvo reparos en anunciar a los cuatro vientos su nueva relación por cuatro años y $80 millones con MGM. En la Japan Series entre los Oakland Athletics y Seattle Mariners, disputada entre el 20 y 21 de marzo, los jugadores de los A’s vistieron uniformes con parches publicitarios de MGM Resorts Japan cosidos sobre la manga derecha de la camiseta.

Ante la preocupación de mantener la integridad del deporte, ahora los managers de Grandes Ligas deben entregar sus tarjetas de alineación a la oficina del comisionado 15 minutos antes de su publicación, con el fin de reducir la posibilidad de que los apostadores astutos pudieran beneficiarse de la obtención de información interna. Una empresa suiza llamada Sportradar ahora es la distribuidora oficial de la data del Béisbol de Grandes Ligas. El 25 de julio pasado, la web de deportes Fantasy DraftKings anunció un acuerdo multianual con Major League Baseball que la convertía en “Operadora de Juegos Autorizada”. Con una mirada hacia el futuro, Matt Rybaltowski de SportsHandle.com escribió lo siguiente: “Imaginen un escenario en el cual el pitcher de Los Angeles Dodgers, Clayton Kershaw, se enfrenta al outfielder de los New York Yankees, Aaron Judge, en el Juego 7 de la Serie Mundial. Las casas podrían permitir a los aficionados apostar si el próximo pitcheo de Kershaw cae en bola o strike”.

Esta aceptación de las apuestas es un poco perturbadora para quienes hemos crecido pensando que el fantasma de Kenesaw Mountain Landis (el comisionado que hizo limpia en el béisbol en los años 20) aún seguía a cargo. Los matices dentro de las leyes que rigen las apuestas podrían generar ciertos atajos creativos. Por ejemplo, si se conduce por el nivel superior del Puente George Washington, se puede ver cómo varios peatones y ciclistas se detienen cerca de la mitad del camino, hacia el lado de Nueva Jersey, apostando con sus aplicaciones de celulares, porque las apuestas deportivas a través de dispositivos móviles en el estado de Nueva Jersey son legales; caso distinto al de Nueva York, aunque este último estado permite apuestas deportivas en sus casinos ubicados en la región Norte de la entidad.

No obstante, incluso la región Norte del estado de Nueva York (específicamente Cooperstown) tiene problemas con esta nueva política. En agosto pasado, el respetado columnista Bob Ryan, del diario Boston Globe, escribió una incisiva nota en la cual criticó fuertemente a las Grandes Ligas por mantener a Rose fuera del Salón de la Fama.

“Mantener un veto contra él debido a su participación en apuestas, cuando ahora ustedes se encuentran oficialmente asociados con intereses económicos en las apuestas representa una hipocresía de la mayor calaña”, redactó Ryan. “Pete Rose no regresó al béisbol. El béisbol regresó a él. Denle ya su placa al Rey del Hit”.

Ryan no piensa que la denominada “cláusula de carácter” es causa suficiente para mantener el veto sobre Rose. “Pete Rose no es un ángel, pero tampoco lo son muchos peloteros exaltados al Salón de la Fama”, indica el columnista. “Mantenemos a un jugador con 4,256 hits, 17 apariciones en el Juego de Estrellas y tres campeonatos de Serie Mundial fuera de Cooperstown porque él hizo algo que ahora el béisbol considera que está bien”.

Otra parte interesada en la visión cambiante del béisbol sobre las apuestas es Allison Jackson, una instructora física de 24 años oriunda de Greenville, Carolina del Sur. Ocurre que Jackson es la sobrina-bisnieta del “Descalzo Joe”, quien fue vetado del béisbol debido a su presunta participación en el escándalo de los “Medias Negras”. “Él tuvo el promedio de bateo más alto y el único cuadrangular conectado en la Serie Mundial de 1919”, afirma. “Ostenta el tercer promedio de bateo más alto de la historia y su inocencia fue demostrada en un tribunal. ¿Ahora me van a decir que las apuestas no son tan malas?”.

No obstante, la legalización de las apuestas genera una preocupación mayor que la injusticia; específicamente, la posibilidad de una traición.

Por una parte, Holzhauer no se siente preocupado. “Puedo entender por qué cualquier discusión sobre el tema de las apuestas causa que la gente termine pensando en los ‘Medias Negras’”, afirma. “Pero ese escándalo no tiene nada que ver con el estado actual de la industria de las apuestas deportivas. Si un equipo intenta amañar la Serie Mundial de 2019, el desequilibrio extremo de la acción de apuestas en el mercado regulado de la actualidad, causaría que éstos quedaran expuestos de inmediato”.

Kevin Braig, un abogado de Columbus, Ohio, está singularmente adecuado para hablar sobre el tema ya que es un experto en apostar, un fanático a muerte de los deportes (se crío en Cincinnati viendo a Rose) y es un historiador del béisbol con un interés en particular por los Black Sox del 1919.

Braig concuerda con Holzhauer que el juego de apostar como es regulado actualmente no permitiría una repetición de lo que ocurrió en 1919: “Al aceptar el juego de las apuestas, MLB está fortaleciendo la integridad del juego. No había un comisionado en aquel entonces y una débil Comisión Nacional no quería nada que ver con apostar. Existe una razón más por la que debemos confiar en los resultados. El activo más valioso ahora mismo en el deporte son las rivalidades, Ohio State vs. Michigan, Yankees vs. Boston Red Sox. Nadie tiene mayor interés en asegurarse que los juegos se disputen a su máxima autenticidad, rivalidad genuina, que una organización como MLB”.

“No tengo preocupación alguna, cero, nada, sobre MLB y las apuestas. Ninguna”.

Eddie Domínguez difiere. Él es un expolicía de Boston que trabajó como agente de seguridad para los Red Sox del 1999 al 2007 antes de moverse al Departamento de Investigaciones de las Grandes Ligas tras el reporte Mitchell sobre el uso de esteroides y drogas para mejorar el rendimiento (PED) en el juego.

Junto a los coautores Christian Red y Teri Thompson, Domínguez escribió en el 2018 el libro “Baseball Cop” (Policía del Béisbol), cuyo subtítulo era: “The Dark Side of America's National Pastime” (El Lado Oscuro del Pasatiempo Nacional de América).

“La gran mayoría de los jugadores y entrenadores son personas honestas y decentes”, dice Domínguez. “Pero puedo visualizar un sin número de escenarios en los cuales alguien con información privilegiada y que no gana mucho dinero, avise a sus amigos que juegan sobre lo que un lanzador va a tirar en un conteo en específico. MLB no puede controlar a todos en el juego”.

Y Domínguez sabe de lo que habla. En un capítulo de su libro cuenta una historia sobre el extoletero de los Red Sox, David Ortiz. En el verano del 2005, Domínguez dice que comenzó a sospechar sobre un miembro del grupo de Ortiz en el clubhouse conocido como “Monga”, considerado su ayudante principal en el campo. Domínguez menciona que un informante cercano fue testigo de Monga haciendo una apuesta en un juego entre los Red Sox y los White Sox en Chicago. Domínguez le prohibió la entrada al clubhouse a Monga y otros miembros del grupo. De más está decir que Ortiz no estaba contento.

Domínguez cuenta el resto: “El Juego de Estrellas del 2006 era en el PNC Park de Pittsburgh, y me encontraba en casa viendo el Festival de Cuadrangulares cuando vi a Monga en el terreno, junto a varios otros individuos que había identificado para MLB como personajes sospechosos, y quienes secaban con toallas a Ortiz y otros jugadores dominicanos. Dios mío, prácticamente parecía que tenían turnos al bate en el evento.

“Llamé a Dan Mullin, segundo detrás de Kevin Hallinan en el departamento de seguridad en ese momento, y quien se encontraba en el juego. Me dijo que intentaron mantenerlos afuera, pero que Ortiz había dicho que ‘si no entran conmigo en el campo, no voy a participar’. (El Comisionado Bud) Selig y (el VP Ejecutivo Rob) Manfred sucumbieron ante la presión y dijeron ‘déjenlos entrar’”.

Las Grandes Ligas emitieron este comunicado en respuesta: “MLB activamente cooperó con una investigación policial sobre la operación del juego ilegal que tomó estas supuestas apuestas. Ed Domínguez reportó a sus superiores en MLB que esa investigación que culminó con múltiples arrestos en 2008, no implicaba a ningún jugador”.

(Vistazo al pasado: Cuando el presidente de la Liga Americana Ban Johnson reconoce al fijador de los Black Sox “Sport” Sullivan en las gradas del Yankee Stadium durante la Serie Mundial del 1962 entre los Yankees y los St. Louis Cardinals, ordena a la policía sacar a Sullivan fuera del parque).

“La gran constante a través de los años, Ray, ha sido el béisbol”, Terence Mann (James Earl Jones) en "Field of Dreams", la película del 1989 basada en la novela "Shoeless Joe".

Justo antes de un juego en el Citizens Bank Park el 14 de septiembre, el presidente de los Phillies Andy MacPhail acuerda compartir su perspectiva sobre el cambio de actitud del béisbol en torno a las apuestas. Además de ser graduado en 1976 de Dickinson College con un bachillerato en estudios americanos, es un ejecutivo del deporte de tercera generación. Su abuelo Larry MacPhail presentó juegos nocturnos en las Grandes Ligas en 1935 como gerente general de los Reds, ganó el banderín de la Liga Nacional en el 1941 como presidente de los Dodgers y casi cambia a Joe Dimaggio a los Red Sox cuando fue dueño de los Yankees. Su hijo y el padre de Andy, Lee MacPhail, fue GM de los Orioles (1958-65) y de los Yankees (1967-73) antes de ser presidente de la Liga Americana por 9 años.

Andy también ha tenido una carrera distinguida, primero como gerente general de los Minnesota Twins, quienes ganaron la Serie Mundial en el 1987 y 1991 con él, y luego como presidente de los Chicago Cubs, ganando su primera serie de postemporada en 95 años en el 2003, y de los Baltimore Orioles. Tras una sabática de tres años regresó con los Philadelphia Phillies. Y ahora hay una cuarta generación: sus hijos Drew y Reed, trabajan en el béisbol.

"Mi abuelo y padre tendrían puntos de vista muy distintos sobre el juego legalizado en el béisbol”, comentó Andy. “Larry habría pensado ‘esto es fantástico y va a generar mucho interés en el fanático. Él paso por el escándalo de los Black Sox, pero también buscaba la manera siempre de traer gente al parque.

“Mi padre sería mucho más cauteloso. Buscaría la forma de marcar todas las casillas sobre integridad y percepción pública antes de proseguir. Es posible que no pensaría que es una buena idea presentar un juego legalizado exactamente 100 años después de los Black Sox. Yo lo que puedo decir es que es un mundo nuevo. Observaba una aplicación de juego los otros días viendo cómo las posibilidades cambiaban, y me di cuenta que los tiempos cambian también”.

El público comienza a entrar al parque en esta noche hermosa para ver a los Red Sox y Phillies tratar de mantener vivas sus leves esperanzas de clasificar como comodín. La línea de dinero oficial para el juego es Boston -110/Philadelphia +120, con los Red Sox como un leve favorito, y el over/under de carreras anotadas es 8.5, pero lo más importante para la fanaticada de los Phillies es que su equipo no clasifica a la postemporada en ocho años. En Filadelfia existe una apreciación verdadera por la historia, y por ende vemos playeras de Harper intercaladas con las de Schmidt y Utley y Rollins y Carlton y, sí, hasta una vintage de Rose de 1980.

El juego en sí es una batalla entre Eduardo Rodriguez de los Red Sox y Aaron Nola de los Phillies, quienes no permiten anotaciones en las primeras seis entradas. Los equipos intercambian carreras en la séptima, y por un momento en la baja de la octava cuando Rhys Hoskins pega un elevado profundo al bosque derecho, parece que los Phillies van a ganar. Pero la bola muere durante la travesía frente a la pared, los Red Sox marcan una en la novena, y los Phils pierden 2-1.

A pesar de la derrota, la fanaticada puede encontrar consuelo en el duelo de lanzadores en esta era de bolas rápidas y ritmo lento. En verdad es un buen juego, y un gran producto, aún sin las aplicaciones de juego.

“Lanza una moneda. Cuando este en el aire sabrás que lado prefieres que salga”, dijo el auténtico Arnold Rothstein.

Ahora que el día que nunca vi venir es una realidad, a 60 millas del este de Filadelfia, pretendo estar preparado, Tengo 15 juegos en mis manos en el Moneyline y un tipo de ‘slider’ de crabcake. Realice una tarea superficial, estudiando las actuaciones más recientes de los abridores y sus marcas contra sus oponentes a la vez que considere factores como local/visitante y la importancia de los últimos 10 juegos. Sin embargo, lo que en verdad me hubiera gustado estudiar más, era el menú.

Apostar en juegos de béisbol es un gusto adquirido. Como señala James Holzhauer, “el béisbol no es un juego atractivo para el apostador casual, es más fácil hacer sentido de un spread de 6 puntos en un juego de NFL que una línea en béisbol de +160/-170”. Siendo incluso menos que casual, seleccioné los juegos sin importar la línea de dinero, y los escogí todos, hasta los que no estaba seguro. Eran apuestas pequeñas, así que básicamente lance una moneda al aire.

Sentado frente a mí, estudiando sus notas, se encuentra James, un gerente en un supermercado de Long Island. “He estado en varios sitios en Atlantic City", dice, “pero claramente este es el mejor”. Observamos a los Nationals en los Cardinals -Max Scherzer vs. Adam Wainwright- él tiene a los Cards, yo a los Nats.

James, quien fue lanzador en escuela superior, obviamente sabe de béisbol y de apostar: “Tengo a los Cardinals en parlay con los A’s y los Yankees. Soy fanático de los Yankees, así que ese es el que me preocupa. La única regla que tengo es ‘apuesta usando tu cabeza, no tu corazón”, y no estoy seguro que este convencido de que los Yankees van a derrotar a los Angeles o me he convencido yo mismo de que van a ganar”.

Cuando la quinta entrada cierra con los Cardinals ganando 2-0, James reacciona con un leve golpe de puño. “Los tenía ganando las primeras 5”. ¿Puedes hacer eso? “Oh sí, hay muchas maneras de hacer el juego más interesante”.

Para cuando los Cardinals terminaron propinándole una derrota oficial a Washington de 5-1, tres otros juegos de mediodía habían comenzado: New York Mets en Colorado Rockies, Kansas City Royals en A's, y Miami Marlins en Arizona Diamondbacks. Al principio es divertido ir en una vacación de chofer y conocer a jugadores que solo conocía de mi liga de fantasía, pero tras un tiempo, tengo que salir de ahí. Conduzco al Boardwalk verdadero para respirar un poco de aire de mal, y entonces regreso para ver cómo me va. Los tres juegos de media tarde están en la recta final y el lugar cobra vida cuando los Mets logran la victoria 7-4 con cuatro carreras en la novena. Gano los tres.

Quizás está en mi sangre.

Pero ahora viene la locura, 11 juegos con el primer lanzamiento pautado entre 6:35 y 8:05 p.m. Ya que no hay una radio, la casa de apuestas se convierte en un caleidoscopio que ocasionalmente rinde una sorpresa – oh, dos jugadores de 39 años se enfrentan en Albert Pujols y C.C. Sabathia. Se puedo decir esto sobre las apuestas legalizadas con certeza: Hace que en verdad te importe un juego entre los Toronto Blue Jays y los Orioles (Toronto explota para 6 carreras en la novena y gana 11-10, generando una ganancia inesperada para un apostador hipotético que los escogió con tres outs por jugar).

Cuando Cody Bellinger pega jonrón en la octava entrada para darle a Los Angeles Dodgers una ventaja de 6-4 sobre los Rays, aplaudo porque una victoria de Los Ángeles significa que ganaré un poco de dinero en la noche. Pero justo antes de la medianoche, Kenley Jansen tolera dos carreras en la novena. Los Rays ganan 8-7 en 11 episodios.

Una vez más me pregunto qué diablos pasó.

Ahora que jugar y los juegos, cabeza y corazón, están casados, les deseo mucha suerte. Solo espero que sepan lo que están haciendo – cuatro equipos ganadores de 100 juegos y cuatro que sufrieron al menos 100 derrotas no es propicio para la acción.

En cuanto a mí, bueno, no creo estar relacionado a Arnold Rothstein.    

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